La huelga ha sido un fracaso cuantitativo pero no cualitativo
Chapuza tras chapuza, los independentistas catalanes se han convertido en grandes coleccionistas de fracasos. De nuevo otro desafío al Estado con la huelga de este miércoles y de nuevo el ridículo como resultado final. Ya sucedió el pasado 1 de octubre con un referéndum ilegal a modo de esperpento. Vergüenza suprema ante la atenta mirada de la comunidad internacional con personas que podían votar tantas veces como deseaban, urnas abiertas y tiradas por el suelo y ausencia de cualquier tipo de garantía democrática en una consulta que, además, estaba prohibida por el Tribunal Constitucional. Le siguió una declaración de independencia que duró menos de un minuto y que ha terminado con Carles Puigdemont escondido en Bruselas. Acompañado por el falaz victimismo independentista como único argumento. Para rematar esta función del absurdo, los paros de este 8 de noviembre han sido un auténtico desastre cuantitativo. Ni siquiera los sindicatos más afines a los golpistas pueden establecer el seguimiento de las movilizaciones más allá del 20%. No obstante, hay que reconocer que para ser tan pocos han conseguido paralizar carreteras y redes ferroviarias.
A pesar de ello, han carecido del apoyo sindical más significativo. El secretario general de Comisiones Obreras, Unai Sordo, que con buen criterio renunció a secundarlas, ha dicho que el apoyo ciudadano ha sido «escasísimo». Otra prueba más de que la independencia es cosa de una minoría autoritaria que trata de subyugar a los catalanes para así destrozar España. Los paros de este miércoles, por tanto, no han sido más que otro capítulo de una concatenación de despropósitos que podría servir de argumento para cualquier película de Santiago Segura. El quiero y no puedo de unos pirómanos de la política que quieren «hundir la economía española» para así llamar la atención de Europa y que reconozcan, sí o sí y a base de chantaje, su insostenible independencia. Afortunadamente, y como dijo el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani: «El 155 es una decisión dentro del marco constitucional español y respetamos la ley española». Una legalidad imprescindible para detener de una vez por todas esta ópera bufa que, más allá de la abulia que provoca, amenaza con cercenar la recuperación económica que tanto nos había costado conseguir y, lo más importante, pone en solfa la prosperidad de todos los españoles.
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