Opinión

La gran farsa, los grandes farsantes

Jamás a lo largo de la ya dilatada vida profesional del columnista había contemplado nada igual. Un ministro que se cree leído y el más listo de la clase (Bolaños) y otro que se dice comunista (Urtasun), heredero en vía directa de un redomado franquista (pensionado con dinero por el dictador) tratando de convencerse a sí mismos que el proyecto que pupurraban sobre la de-generación democrática subrayando que la misma es una bendición del cielo y una gracia del gran conducator. ¡Hace falta ser cínicos a la vez que patéticos!

Lo desgranado por el nieto (Urtasun) de aquel franquista redomado (pensionado con pasta por sus méritos en favor de la Cruzada) no es sino una copia (corta y pega) de las medidas que el último ministro de Información del dictador, el general jurídico León Herrera Esteban, adoptó con la prensa; aún más, en las medidas del tándem Bolaños/Urtasun también hay cosas de Ramón Serrano Súñer. ¿Qué les parece, mis queridos amigos?

La gran farsa que representa el «proyecto de regeneración» sanchista (sic) es una mera huida hacia adelante del sátrapa ante el coraje que le carcome al no poder embridar a la prensa libre y, de paso, evitar que el pueblo español se entere de las andanzas propias en el manejo de los dineros públicos, lo que perpetra su mujer amantísima para engordar sus cuentas corrientes y los excesos del hermanísimo que, como Franco, también tiene en su haber el peor jefe de Gobierno (¡que ya es decir!) de todos los que han dirigido el país desde la restauración democrática.

Él, sus edecanes, sus ganapanes a sueldo de los españoles, todos ellos son conscientes de que no se pueden poner puertas al campo y que, como casi todo que lleva anunciado durante seis años, no es más que una colección de dislates enfocados principalmente a permanecer en el poder, cuyo uso y disfrute resulta perentorio para un tipo que no hizo jamás nada en la vida civil.

A estas alturas del documental Sánchez que nadie quiere emitir, sorprende más aún que haya plumíferos y opinadores fake que adquieran con enorme entusiasmo tal cantidad de mercancía política averiada. Esto, el sanchismo fatuo, engreído, caro e inoperante, no da más de sí. Y, pese a a sus proclamas envalentonadas, al final sólo quedan telarañas y agonía. No sabe por dónde tirar porque el chiringuito no resiste una pasada por la ventolera.

Farsa tras farsa, mentira tras mentira, la sanchosfera ya sólo produce pena. Quiere producir miedo, pero ni eso. Cada vez que conocemos más datos el diagnóstico se ratifica. ¿Qué hemos hecho los españoles para merecer esto?