Opinión

La gran estafa del feminismo morado

  • Carla de la Lá
  • Escritora, periodista y profesora de la Universidad San Pablo CEU. Directora de la agencia Globe Comunicación en Madrid. Escribo sobre política y estilo de vida.

A Podemos lo ha matado el Ministerio de Igualdad, precisamente su principal apuesta y caballo de batalla, cuyos mayores logros en la cultura española han sido la criminalización del varón heterosexual, la Ley Trans, la Ley del solo sí es sí, la siembra del terror entre las mujeres inmaduras o simplemente necias, que hay muchas, mujeres (a las que nunca supo definir) y ya que estamos,  los cientos de carísimos encargos a dedo que han llevado a cabo entre su red de vasallos.

Aparte de estos y otros bochornos maravillosos y de las múltiples contradicciones cabalgadas y cabalgantes, y aceptando que Podemos falleció hace mucho, ahora debe desaparecer.

Y no por un complot de las cloacas del Estado ni por una campaña de difamación de la derecha mediática. No. Deben irse por la evidencia de su propia falsedad, por el derrumbe de su relato, por la caída de la máscara de sus adalides feministas, más machistas, heteropatriarcales y corruptos que el resto, si nos atenemos a los últimos acontecimientos.

La autoproclamada vanguardia del feminismo institucional, el partido del «hermana, yo sí te creo», de la «cultura de la violación», tapaba a sus propios agresores.

Juan Carlos Monedero, el ideólogo, el iluminado de Podemos, el politólogo de las gafitas, el chaleco, la moral hipertrofiada y el discurso dramatizado está acorralado por distintas denuncias en el orden del acoso sexual. La Complutense ha abierto una investigación formal. Podemos, según ellos mismos, «actuó desde el primer minuto» apartándolo del partido en 2023. Claro que ese «primer minuto» incluyó permitirle encabezar manifestaciones, asistir a reuniones del partido y recibir los elogios cálidos de Belarra en público. Apartado, pero sin denuncias, y con pase VIP.

Mientras tanto, en Baleares, Juanjo Martínez, de Izquierda Unida, es acusado por al menos diez mujeres de abusos sexuales. Un «depredador», según sus propias compañeras de militancia. Y la dinámica se repite: el partido lo sabía y no hizo nada. Hablamos del machismo más específico, en su versión progresista y con pegatina de «feminismo interseccional».

Yolanda Díaz suma sus propios cadáveres en el interior de su interesante armario; en 2023 fue informada sobre denuncias de presunta agresión sexual contra Errejón y a pesar de eso lo promovió como portavoz en el Congreso en enero de 2024. En 2016, Ramiro Santalices, su asesor en el Parlamento de Galicia, fue detenido por consumo y distribución de pornografía infantil desde los ordenadores de la institución. Ya en 2009, militantes de Izquierda Unida habían alertado a Díaz que en lugar de investigarlo, suspendió cautelarmente a los que realizaron la denuncia.

El sexo chungo, abusivo y desorganizado no parece un hecho aislado en nuestra izquierda, sino un patrón de conducta donde la infantilización y la cosificación de las mujeres quizá explica por qué las zurdas piensan que todos los hombres son animales de bellota, si no delincuentes. Podemos, Sumar, IU, la Complutense, pasillos donde los iluminados del progresismo y el club de la bondad guiaban con mano firme sus discursos para tontas mientras, con la otra, daban palmaditas en el trasero de alumnas, militantes y asistentes.

Es importante comprender la incoherencia como un fenómeno íntimamente ligado a la condición humana. A la existencia, al ser, al padecer y al parecer (sólo un ingenuo o alguien con poca memoria o mucha autoindulgencia podría exhibir ese repelente virtuosismo de pega, detrás del cual como siempre, se escondía lo peor); por eso es tan ridícula la pretendida integridad de la izquierda (asesores con catálogo de escorts)  y se deshace como un azucarillo en el agua caliente de sus desatinos.

Que Monedero o Errejón tengan una conducta sexualmente invasiva (o incluso abusiva, eso para la justicia) es muy inquietante, pero aún lo es más que un grupo de gente que se dice aliade, habla en femenino de sí «mismas» y se bautiza Unidas Podremos, siendo la mayoría tíos,  para luego encubrir las «agresiones» (en sus propios parámetros) de esos mismos líderes a mujeres es explosivo y hasta aterrador por la dosis mayúscula de psicopatada y neurosis que proyectan y por extensión sus (chiringuitos) votantes donde todo el mundo es víctima y todo el mundo es agresor.

Hoy su gallina de los huevos de oro se les ha vuelto en contra. La que fue su herramienta de poder (y de cancelación), los devora sin piedad.

Belarra, dimite. Hermana, cierra la carnicería y deja de darnos lecciones. Si algo ha demostrado la formación del punto morado es que no ha venido a protegernos ni a liberarnos. Sino a enriquecerse desde un conciliábulo de machos alfa y señoras sumisas, un feudo donde, por cierto, nada supera la obra magna del machirulismo podemita, que es la de Iglesias.

Porque Pablo, poner a tu mujer de ministra de Igualdad es el acto de machismo más desvergonzado que ha tenido lugar en la política de este país. Imponerla a dedo… ¿Cómo ganó las primarias Irene Montero?

Ah, pero, qué lejos estamos los seres humanos, débiles y menesterosos, de la ejemplaridad y elevación que requiere el puritanismo, el comunismo, el buenismo y sus homólogos…

Y ahora, ¿con qué cara irán estas sujetas al aquelarre del 8M, desfilando con pancartas que prometen lo que han traicionado una y otra vez?