Opinión

Un Gobierno de ‘analfavetos’

Antes de que la responsable de la diplomacia española, la ministra de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, Arancha González Laya, confundiera la bandera de Italia con la de México en un tuit con el que daba la bienvenida a la delegación transalpina a España para participar en la cumbre entre ambos países, la secretaría de Estado de Comunicación enviaba desde La Moncloa una nota de prensa en la que, para informar de los pormenores de la misma, se adornaba con una de esas faltas de ortografía más propia de la «Antología del disparate» y que, antes de la Logse, habrían provocado el inmediato suspenso de su autor: «Palma de Mayorca», en lugar de Palma de Mallorca.

La Moncloa se excusó después con el argumento  de que se trataba de un «error tipográfico». Más bien «burrográfico» porque, como subraya la RAE,  tipográfico  es el «modo o estilo en que está impreso un texto». Así que de error de impresión, nada. Dado que el secretario de Estado de Comunicación formará parte de esa «comisión contra la desinformación» con la que se pretende amordazar a la prensa, no estaría de más que antes se informaran de cómo se escribe Mallorca y que no recurrieran a la mentira para justificar una barbaridad como una Y de grande. Si los expertos del «Ministerio de la Verdad» son los mismos que elaboraron la nota de prensa de la cumbre italo-española, Dios nos coja confesados.

A la barbaridad «tipográfica» de La Moncloa siguió el error de González Laya, que con una fotografía de la catedral de Palma de fondo, daba la bienvenida a las autoridades italianas con dos banderas, la de España… y la de México. Se parecen, es cierto, pero la ministra de Exteriores debería saber que la diplomacia empieza por los pequeños detalles y confundir la enseña nacional de tu invitado con la de un tercer país es un descuido imperdonable.

Al Gobierno de España habría que exigirle formación, un nivel cultural a la altura de lo que representa y prestar un poquito de atención. Está claro que «no progresa adecuadamente». Mejor dicho: da síntomas de ser un perfecto analfabeto. O, como diría, La Moncloa: «analfaveto». Ya saben: un error tipográfico.