Opinión

Fuerzas de la ONU deben intervenir en Venezuela

Más allá de cualquier valoración política, hay un hecho incontrovertible: Nicolás Maduro es un dictador. Ni la Unión Europea, ni el G7, ni la Organización de Estados Americanos, ni el Grupo de Lima le reconocen legitimidad democrática alguna. Además, su combinación letal de socialismo, corrupción a gran escala y narcotráfico ha llevado al país con mayores reservas naturales de petróleo del planeta a una crisis humanitaria sin precedentes en toda Latinoamérica, con unas tasas de hambre, población desplazada, colapso económico y violencia que superan ampliamente las cifras de una guerra civil.

La adhesión de los militares y de gran parte del pueblo venezolano a la figura del presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, es el último capítulo, por el momento, de un proceso de deslegitimización que comenzó en 2017, con el autogolpe de Estado. Guaidó, en cambio, sí tiene legitimidad democrática, puesto que su poder emana de la Asamblea Nacional, donde continúa radicando la soberanía del pueblo venezolano y el orden constitucional que el dictador ha subvertido. Maduro no sólo carece de esta legitimidad de origen sino también –vista su hoja de resultados– de ejercicio. Mientras un individuo así continúe en el poder, el pueblo venezolano difícilmente podrá manifestarse pacíficamente, elegir a sus líderes y decidir su futuro en libertad.

A todo ello se suma la catastrófica situación del país, de auténtica emergencia humanitaria. Por el bien de todos los venezolanos, incluido el suyo propio, Maduro debería marcharse cuanto antes del Palacio de Miraflores para que comience un proceso político que conduzca hacia unas elecciones democráticas. Si permanece en el poder difícilmente podrán realizarse unos comicios con unas mínimas garantías de credibilidad, visto su historial de trucajes electorales, su control del aparato del Estado y su carencia de escrúpulos a la hora de emplear instrumentos represivos contra la población indefensa.

De optar contra toda lógica por enrocarse en el poder, a los venezolanos, una vez exploradas todas las opciones democráticas y de resistencia civil, sólo les queda la opción de una intervención militar comandada por fuerzas de la ONU que liberen al pueblo de la dictadura. Mejor acabar los días en una playa de La Habana o en una dacha a las afueras de Moscú que sentando ante el Tribunal Internacional de La Haya.