Opinión

Los felices pedófilos de Torrevieja (Alicante)

  • Teresa Giménez Barbat
  • Escritora y política. Miembro fundador de Ciutadans de Catalunya, asociación cívica que dio origen al partido político Ciudadanos. Ex eurodiputada por UPyD. Escribo sobre política nacional e internacional.

Todo empezó con un fragmento de un vídeo colgado en el X de un ixsero francés con grafismos superpuestos en escritura rusa. En él se veía algo para frotarse los ojos: un desfile de lo que, a todas luces, eran niños, pero vestidos en atuendo dominatrix como de cabaret. Allí estaban contorneándose delante de un público, indudablemente familiar, de marujos, marujas y gente mayor en sillitas de plástico que habían sacado a la calle. Eran imágenes chocantes, como si un carnaval de pueblo de toda la vida se hubiera salido de madre y nadie pareciera notarlo. Sin embargo, los comentarios en lengua francesa de los seguidores del sitio daban por sentado que se trataba de una exhibición pedófila de niños gays o trans en la muy católica y tradicional España. Era tan sorprendente que, por un momento, pensé en una especie de tramposo montaje de la propaganda rusa antieuropea destinado a dejarnos como un trapo dando en lo que más nos pudiera doler (reconozco que las dudosas amistades eslavas de mis independentistas más odiosos me han dejado algo tocada).

Pero, miren, era peor que eso. Al día siguiente, ayer mismo, ya se había, como suele decirse, «desatado la polémica» y apuntaba a algo mucho más insidioso y de fondo. Podría decirse que era una muestra perfecta de cómo la frivolidad y el afán de mostrarse rompedor, cuando no «transgresor», de hacerse el «progre» o yo qué sé, ha llegado a permear nuestros organismos e instituciones. Los marujos, marujas y embobados yayos que se veían en el video bajo un anuncio de Vitaldent eran inequívocamente patrios. Una claca despistada que estaba asistiendo como si tal cosa al desfile de Carnaval de su localidad, Torrevieja, de unos críos vestidos con ligueros, pezoneras y pelucas de mujer fatal bajo el refinado lema Prometer hasta meter. No sólo frívolo e insensato: de un gusto tan lamentable que habría que escarbar bajo el pavimento para encontrarlo más bajo. ¿De quién fue la gran idea? A una comparsa, Osadía (¿ven lo que les digo de lo de «transgresor»), formada por 68 personas, les pareció que daría el pego como sátira de nuestra clase política. De ahí eso de Prometer hasta meter. El problema es que aquí, en Francia, y no digamos en Rusia, muchos no se iban a fijar en la urna que llevaban como apoyo a la denuncia, sino en los ligueros y las banderas LGTB que les hicieron acarrear. Tremenda ocurrencia. El ayuntamiento se ha sacudido las pulgas desmarcándose del asunto y diciendo que no colaboraron más que con una subvención.

Nos han hecho quedar a todos como descerebrados. Lamentablemente, no va a ser la última vez. Hay concejalías y asociaciones a las que les parece todo eso «progresista». Sólo en mi tierra, en el festival Terrassa Noves Tendències, la actividad programada para principios de octubre del 22 para familias con niños de entre seis y doce años, dirigida por la coreógrafa y travesti Sara Manubens, llevaba por título Drags kids. El objetivo era «introducir el tema de la flexibilidad de género desde la plasticidad y el travestismo». Justo lo que cualquier niño corriente necesita conocer desesperadamente. O la yincana porno con menores que organizó el Ayuntamiento de Vilassar de Mar, gobernado por ERC. Se trataba nada menos que de invitar a los niños y niñas a practicar juegos como simular posturas sexuales, poner condones con la boca en palos y plátanos y modelar órganos sexuales con plastilina. La concejal responsable del evento defendió el «valor pedagógico» de las pruebas. Y en Mollet del Vallés, se organizó un acto patrocinado por una tienda de utensilios y ropa erótica que consistió en una carrera para menores que saldrían a la calle en ropa interior.

Ustedes pongan los ejemplos del resto de España, como este de Torrevieja. Que los pedófilos no se aburran.