La farsa de la Ley Montero

La farsa de la Ley Montero
La farsa de la Ley Montero
  • Carla de la Lá
  • Escritora, periodista y profesora de la Universidad San Pablo CEU. Directora de la agencia Globe Comunicación en Madrid. Escribo sobre política y estilo de vida.

¿Y cuántas veces, hermanas, habremos dicho que no denotando un rotundo e implícito sí? El sexo siempre ha tenido algo de juego de espejos, de intuición, de fantasía y de lidia, al menos en mi casa, ¿soy una pervertida?

Hoy, aprobada la Ley, debemos afligirnos, amigues, pero no por lo que algunos creen. Con la Ley Montero no ha cambiado el status legal de los hombres, ni tampoco el de las mujeres porque la Ley sí y solo sí no refuerza la seguridad femenina ni su libertad sexual, sino la economía de sus parroquianos, que se reproducen como ladillas en las gazmoñas y pudendas partes de Unidas Podemos. Porque asertos como, «la cultura de la violación», en España sólo pueden rodar desde la boca de una enajenada (o una cínica) y colonizar la cabeza de un imbécil o de un jeta.

Pero claro, lo recuerdo. Todos nos asustamos hace un par de años, cuando la ministra Jolines hablaba de una modificación de la Ley donde cualquier tarada (porque hay muchas, sobre todo entre sus sisters) podría acusar a un hombre inocente, que también hay, sobre todo entre sus feligreses…. ¡Oh! Errejones del mundo litigando por la baja menstrual (igual de huera y demagoga que la Ley sisí), papistas que se comen las migajas que les caen a sus novias zamponas de la boca… Subespecie de pagafantas ideológicos por poderes. ¿Quiere ser activista hemorrágico? ¡Venga a Igualdad que se va a poner morado!

Las redes sociales, por su parte, en medio de este jari erótico-político, se vienen abajo desde entonces con la coña del consentimiento. La mayoría se reía del hecho surrealista de que fuera de un «sí» explícito estaríamos hablando de una violación: bajo esa máxima, esta su cronista favorita, y ustedes señoras, habríamos sido violadas incontables veces, al igual que las miembras del Ministerio.

Yo me alarmé… Imaginaba como madre, hermana y amiga de varones heterosexuales que una noche después de ir a la cama con una chifladita (yo tengo unas cuantas amigas divertidísimas, inestables y asiduas a distintos tóxicos) y pasarlo bien y cada mochuelo a su olivo, llamaría a sus puertas la Policía para detenerles sin pruebas, sin parte de lesiones ni nada que pudiera confirmar ningún tipo de abuso… ¿Y si la mujer, con estatus permanente de víctima, cambiaba de idea? ¿Y si estuvo indecisa o turbada (un estado estéticamente muy próximo a la excitación sexual, al menos en mi caso)? ¿y si es paranoica u oligofrénica?

Por supuesto, y a diferencia de Montero, soy feminista, pero como a muchas otras, me parecía un atropello una reforma del Código Penal en términos en los que las sentencias pudieran estar sujetas a interpretaciones tendenciosas o incluso delirantes porque nuestra atolondrada sociedad alumbra (aborta), cada día, engendros más disparatados. Uno de mis favoritos es el perfil feminazi. Esa desdichada. ¡Ven a mis brazos!

Vean queridos, feministas somos todas las personas moderadamente formadas y maduras afectivamente, feminazis son los que más allá de la ideología que sea, tienen una neurosis (no identificada, ni tratada), una herida supurante que les mueve a la búsqueda desesperada de otra identidad, donde lo de menos son las condiciones de las mujeres en el mundo, ni su suerte.

¡Volvamos a Junio de 2022! Las violaciones han aumentado más de un 30% en la regencia Montero. La campaña (ahora Ley) propuesta por la ministra era, y es, una chapuza jurídica: mal redactada, impulsiva, inexacta, obtusa… Pero como decía más arriba no sirve para nada… Por suerte para todes, el derecho a la presunción de inocencia (Artículo 24 de la Constitución) continua vigente y la palabra de una mujer no basta para hacer un culpable a un hombre en nuestro Estado de Derecho democrático que aun protege a los ciudadanos, hombres o mujeres, de denuncias falsas y condenas a lo Dumas.

Vendehumo Montero, jubilosa y jaranera, y no es para menos, celebra la transacción perreando con sus amigues en el chiringuito.

¿Cinismo o imbecilidad? Reflexionaba hace dos años mirando y escuchando a estas inventoras infatigables de huevos de gallina… Hoy me respondo: ¡Dinero!

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