Esos niñatos
Así se referían al equipo de Casado algunos de sus críticos. Hoy se cumple un año desde que el vicesecretario de comunicación del Partido Popular diese un paso al frente y, para sorpresa de muchos, se sumara a la carrera por la presidencia del Partido Popular. Siempre he pensado que aquella disyuntiva le llegó antes de tiempo, pero seguramente eso fue lo que propicio su victoria. Sin previo aviso, se incorporó a una carrera donde, como en una película de terror serie B, los participantes iban siendo derribados por una fuerza invisible y sobrenatural que les acechaba en la recta de llegada. A Pablo nadie le vio llegar, o sí, pero ya era tarde y alcanzó la meta. Llegó magullado y tuvo que esperar a que el Tribunal Supremo, haciendo uso del VAR, decretase su victoria.
Sin tiempo para la reflexión llegaron las elecciones andaluzas. Conseguir arrebatar al Partido Socialista el gobierno de la Junta era vital, pero, para lograrlo, necesitaba poner de acuerdo a una derecha legítimamente fragmentada y explícitamente disonante. Aquel acuerdo sacrificó cualquier opción de victoria de cara a las elecciones generales: por un lado, brindó a Sánchez el único eslogan electoral que podía hacer que las izquierdas acudiesen masivamente a las urnas; y, por otro, generó el espejismo de que la fragmentación del voto en la derecha, lejos de penalizar, sumaba. El resultado electoral fue muy malo. No obstante, la misma noche de la victoria de Pedro Sánchez se inició la reunificación de la derecha. El Partido Popular se ha exhibido como la casa común del centro derecha, el espacio en el que liberales y conservadores discrepan, sí, pero suman fuerzas para ser alternativa de gobierno.
Madrid ha sido el epicentro del proyecto de Casado y su tabla de salvación. Tanto Isabel Díaz Ayuso como José Luis Martínez-Almeida (amadrinado por María Pelayo, actual dircom del PP) fueron designados con la vista puesta en la regeneración de un partido lastrado por la corrupción. Su elección fue una apuesta arriesgada que ha salido bien. También, en el ámbito nacional, Teodoro García Egea y Javier Maroto han logrado sostener una parte importante del poder territorial gracias a las negociaciones con Ciudadanos y Vox. Y, hoy por hoy, esos “niñatos” a los que algunos en el PP querían “matar” políticamente siguen vivos. Pero no es suficiente, Casado ha ganado tiempo y tranquilidad para construir su proyecto. El Partido Popular no puede fiar la recuperación de la marca a la inercia del voto conservador, tiene que ser capaz de devolver la ilusión y la confianza al PP.
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