Opinión

El enredo de la izquierda

Feminismo o autoderminación de género. La izquierda ha caído presa en sus propias contradicciones de las políticas identitarias. Si hace bien poco su bandera era la del feminismo hegemónico, ese mismo que llegó a convertirse en tan peligroso como el propio machismo que afirmaba combatir, la bandera que enarbola ahora el nuevo marxismo es la propia de negación del género.

Lo que pretenden es que el sexo no sea un hecho biológico sino una preferencia personal del individuo, de modo que para ser mujer baste con afirmarlo, creérselo y no serlo biológicamente. ¿Tantos años haciendo valer sus derechos como mujeres para que llegue ahora Irene Montero y diga que, dado que un 97% de nuestro organismo es líquido, el género es también algo fluido? Pero lo que preconiza la ministra no es otra cosa que la tendencia imperante del desvarío de la corrección política.

Buen ejemplo de ello es lo ocurrido con los conocidos juguetes del “Sr. Potato” y la “Sra. Potato”. Hasbro, el fabricante, ha decidido retirar el tratamiento “Sr.” o “Sra.” de las cajas de esos juguetes porque según la compañía “no se quiere limitar la identidad de género de los niños y sus estructuras familiares”. Lo que se pretende es que las patatas de plástico no tengan identidad de género y que sean los propios menores quienes le asignen uno en función de los elementos identificativos que le añadan.

Imagino que la empresa sabe que esto no va a disparar sus ventas y que sirve poco más que para captar elogios y cientos de likes en las redes sociales. Me parece preocupante cuando los fabricantes de juguetes se sienten obligados a deshacerse de los calificativos de género porque temen que, si respaldan la norma establecida, están contribuyendo a mantener una estructura de poder inventada, sinsentido y chirriante. Que yo sepa nadie le pidió a Hasbro que se pronunciara sobre la identidad de género. Como tampoco le pidió nadie a una conocida marcas de galletas que tuitease hace poco “las personas trans existen” porque al parecer habían sido acusados de discriminación.

El delirio ‘progre’ ha llegado hasta el Elíseo que habita el presidente francés, Emmanuel Macron. Él junto al partido hermano del PP en Francia, Los Republicanos, ha promovido un proyecto de ley para prohibir el lenguaje inclusivo en los documentos oficiales. Allí como aquí aparecen los políticos neomarxistas, que sin saber nada de lingüística, tratan de agredir salvajemente el idioma inventándose formas de género inexistentes en el diccionario como “portavozas” para luego derivar en el lenguaje neutro e imponernos fórmulas imposibles, innecesarias e inútiles que satisfacen a ellos y a sus “amig@s”.

La estupidez humana en política, en ocasiones, no conoce barreras porque lamentablemente quienes administran desde el sectarismo el dinero público lo hacen en beneficio sólo de sus prejuicios y percepciones de la realidad. ¿Que será lo siguiente?

La izquierda se ha lanzado a ocupar el ámbito de la ficción televisiva. La última moda de los ex presidentes demócratas estadounidenses, sí esos del partido de Biden que niegan la llamada a Pedro Sánchez a la par que jalean a Black Lives Matter, no es ya escribir sus memorias biográficas, que en casos como el de Obama aburren al personal con sus peroratas y pretenden transformar sus errores en gestas. Barack Obama ha montado una empresa, Higher Ground Productions, que produce ‘Renegades’, un podcast en el que junto a Bruce Springsteen vincula su vida con la historia más amplia de Estados Unidos. Auténtico mesianismo.

Su mujer no se queda corta. Netflix estrenará en breve “Waffles + Mochi”, un programa infantil con Michelle Obama hablando sobre alimentación saludable. Por otra parte, Hillary Clinton y su hija Chelsea han montado otra productora que ha vendido ya un programa a Apple TV.

No quiero imaginar de lo que podría salir de la factoría Pedro Sánchez si se pone a copiar a sus colegas estadounidenses, con lo que a él le gusta copiar en el amplio sentido de la palabra. De Moncloa Producciones a Pinocho Producciones media un trecho menos insalvable de lo que uno cree. Lo que cabe preguntarse es si los españoles tendrían buenas tragaderas para seguir un podcast de las ensoñaciones del rey monclovita o verlo pasear por Netflix. El rodaje ya lo ha iniciado.

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