Dramática coincidencia
Grecia es un lugar de mucho significado para la Reina Sofía. Allí no sólo están sus raíces, sino que también enterrados sus padres, los reyes Pablo y Federica. Además, su hermano Constantino, el último rey hasta que un referéndum abolió la monarquía y proclamó la actual república.
Doña Sofía ha vuelto estos días al país de su nacimiento con motivo de la descafeinada boda real de su sobrino Nicolás con la joven Chrysi Vardinoyannis. Digamos que no era una boda elegante como titula ¡Hola!, sino una boda informal. Tal cual. Por ello, me gustaría volver a recordar todos aquellos años pasados donde se vivieron momentos felices, momentos dramáticos cuan la mejor tragedia griega de Esquilo o Sófocles.
Para los griegos, Sofía, además de reina de España, no deja de ser la hermana de Constantino y la hija de Pablo y Federica, una mujer de carácter autoritario y megalómano que, con sus intervenciones provocativas en la vida política griega, se ganó la antipatía de ese mundo y la de los ciudadanos, no sólo del centro y de la izquierda sino también de parte de la derecha.
Aunque hoy en día la opinión de los griegos sobre la consorte española es más bien neutra, el pasado de su familia y las esporádicas y desafortunadas declaraciones de su hermano Constantino hacia el régimen republicano, siempre han influido indirectamente sobre ella.
Pero hubo también una época en la que Sofía se ganó la inquina de muchos griegos precisamente en uno de los días más brillantes de su vida: el de su boda con el futuro Rey de España, don Juan Carlos, en 1962, un año en el que gran parte de la población griega se enfrentaba a tremendas dificultades económicas y muchos ciudadanos se veían obligados a emigrar. Con este panorama económico, la reina Federica exigió y finalmente impuso al parlamento votar una ley según la cual el Estado griego aportaría a la dote de Sofía nueve millones de dracmas, una cantidad enorme para aquella época.
La mayoría del Parlamento votó a favor de la ley mientras que los partidos de la oposición lo hicieron en contra o se abstuvieron. El 14 de mayo de 1962 se celebró la boda en Atenas, a la que este periodista asistió. Nada que ver con la que se ha celebrado estos días, ya que asistieron reyes y príncipes de todo el mundo. La celebración fue pagada por el Estado. Costó 75 millones de dracmas, aunque varios periódicos extranjeros estimaron un coste superior a los 2.800.000 dólares de la época.
Regreso para enterrar a su madre
¡Oh dramática casualidad! Estos días de estancia en Atenas para asistir a la que ha sido la segunda boda del sobrino, coinciden con el aniversario, no sólo de la muerte de su madre en Madrid, el 6 de febrero de 1981, sino con el entierro en Tatoi, el día 12, después de la intervención del Rey Juan Carlos ante el presidente del gobierno Karamanlis, que no deseaban ver a la reina Federica ¡ni muerta! Las gestiones duraron nada menos que seis días, durante los cuales, el cadáver permaneció insepulto en una salita del palacio de La Zarzuela. Finalmente, el Gobierno heleno accedió a que Federica fuera enterrada en Tatoi tras imponer unas leoninas y humillantes condiciones: siempre y cuando la presencia de la Familia Real en suelo griego sólo fuera desde las doce horas del mediodía del jueves, 12, hasta las cinco de la tarde de ese mismo día. ¡Ni una hora más! Sin embargo, y por culpa del mitin de Constantino en el cementerio sobre el capó de un coche, ante la indignación del Rey Juan Carlos, «este tío se ha vuelto loco», le oí decir indignado, siendo como era el garante ante Karamanlis de que todo se cumpliría según lo acordado. Después de lo del cuñado, se dio orden de que la familia abandonara ¡¡¡ya!!! Grecia.
Doña Sofía pagó las consecuencias
La Reina Sofía había conseguido de la autoridad competente en el cementerio y como una dolorosa concesión personal que suponía la entrañable vuelta atrás del pasado, que se le permitiera visitar durante unos minutos lo que había sido su hogar, el palacio de Tatoi, a unos metros del cementerio donde acababa de enterrar a su madre. Cerrado y abandonado desde que la Familia Real se vio obligada a dejar el país para un viaje que sólo había tenido ese momento y triste retorno, suponía para ella el más doloroso adiós al reino perdido.
Doña Sofía debería haber tenido presente lo que Homero decía: «Dejemos que el pasado sea pasado», pero ese día el pasado era una lámpara puesta a la entrada de donde había sido su hogar para disipar una parte de las tinieblas que lo envolvían, sin darse cuenta de que ese pasado estaba hecho cenizas, las de su madre que acababa de enterrar. Y ya se sabe, después de la muerte de su madre y de la destrucción del palacio, aunque ella lo intentara visitando Tatoi, era ya imposible de sostener el edificio inmenso del recuerdo.
«Un golpe a todos mis recuerdos»
Intentándolo estaba cuando el oficial que mandaba el destacamento militar que ocupaba el cementerio durante el entierro, viendo con nerviosismo que pasaba el tiempo y la reina no salía, entró en el palacio y, cumpliendo órdenes del gobierno, la sacó a empujones, ya que se resistía, abrazada a una de las columnas del Palacio que la vio nacer.
Una pregunta obligada: habrá recordado todo esto durante su estancia estos días en Atenas coincidiendo con tan dramático aniversario en la que, posiblemente, haya subido con su hermana Irene y su hija Cristina hasta Tatoi para rezar ante la tumba de su madre, la reina Federica y de su padre, el rey Pablo aunque, como me dijo, «Volver aquí es un golpe a todos mis recuerdos».
Chsss…
Una de las normas a cumplir por parte de la familia del nuevo presidente de los Estados Unidos como inquilino de la Casa Blanca es pagar de su bolsillo toda su comida y la de sus invitados.
«Todos los meses recibíamos una factura desglosada y detallada que incluía hasta el último producto alimenticio que habíamos consumido y los rollos de papel higiénico que habíamos gastado».
Me gustaría conocer, y a muchos españoles también, lo que paga Sánchez de su bolsillo por lo que consumen él, su esposa, la inquietante Begoña Gómez, y sus hijas Carlota y Ainhoa Sánchez Gómez.
A lo peor, no nos hemos enterado de que los Sánchez, al igual que hacían los Obama y ahora los Trump, también pagan hasta los rollos de papel higiénico. Sería bueno saberlo.
Sorprendió que los novios de la descafeinada boda no se besaran a la salida de la iglesia de San Nicolás. ¿Porque eran las segundas nupcias de los dos?
También sorprendió que el padre de la novia y padrino llevara a su hija al altar en ¿zapatillas?, la vulgaridad de la madre de la desposada y que la celebración tuviera lugar en un antiguo almacén del Pireo.
Ha mostrado públicamente su rechazo hacia la esposa del príncipe Harry calificándola de «desagradable», «terrible» e «insoportable». Y a la pareja como «dos manzanas podridas que han traicionado a la Familia Real británica».
La muchacha sigue sacando partido al famoso «piquito», calificado incomprensiblemente de «agresión sexual».
Pedir la misma condena para Rubiales por el «piquito» que a Errejón por los presuntos abusos sexuales con la exposición del miembro, me parece ofensivo y un despropósito judicial.
Peñazo el discurso que se marcó Richard Gere contra Trump a quien calificó de «matón». Ni era el lugar ni el momento adecuados.
¿Cuánto le habrán pagado a la polémica nietísima real por aparecer en el cartel anunciador de la feria taurina madrileña?
Según Isabel Coixet, muchas japonesas mayores están recurriendo al encarcelamiento para no sentirse solas y tener compañía.
Para ello recurren al pequeño robo para que las detengan y metan en la cárcel. ¡Qué triste noticia!
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