Opinión

Crucemos los dedos: Sánchez se erige ahora en portavoz del Rey

El Gobierno pretende sacar adelante una Ley de la Corona porque, según Pedro Sánchez, «el Rey quiere una Monarquía  constitucional adaptada a la España del siglo XXI». Lo que piense Felipe VI de la Monarquía y su supuesta necesidad de adaptarse a los tiempos tendrá que decirlo el propio jefe del Estado, porque esa proverbial obsesión del presidente del Gobierno a hablar en nombre del monarca empieza a resultar inquietante.  En todo caso, Sánchez es  perfectamente consciente de que los ataques de Podemos, su socio de Gobierno, a la Monarquía no son puntuales, sino que forman parte de una estrategia de largo alcance. La táctica de la formación de Pablo Iglesias pasa por provocar un incremento de la tensión sobre la Corona y del debate sobre la necesidad de acabar con el régimen del 78; esto es, con la Monarquía parlamentaria con un propósito final: acudir a las próximas elecciones generales bajo la supuesta bandera de unos comicios plebiscitarios para que los españoles opten entre monarquía y república, una disyuntiva artificial porque el debate sobre la permanencia de la Corona sólo responde al interés partidista de la formación morada.

Si Sánchez, como presume, quiere reforzar la estabilidad de la institución monárquica, lo primero que tendría que hacer es salir en defensa del papel del jefe del Estado y mostrarse contrario a los ataques de Podemos. Sánchez no hace eso, sino que se ha subido a lomos de la ambigüedad para ponerse de canto. El PSOE está permitiendo que las críticas de Podemos al Rey vayan en aumento, apoyadas por las formaciones que le mantienen en la Moncloa -ERC y Bildu, pero también el PNV-, de modo que cuando Sánchez expresa su intención de dotar de estabilidad a la Monarquía hay que dudar  y poner en cuestión la voluntad de su propósito.

Más bien se diría que el socialcomunismo se ha repartido los papeles: el socialismo se erige, de boquilla, en defensor de Felipe VI y Podemos carga contra la Monarquía sin ningún recato. En realidad, si el futuro de la Corona depende del actual socialismo, la suerte de la institución no está garantizada en absoluto, porque Sánchez es un posibilista sin escrúpulos que hará lo que mejor le convenga a él. Cuando Sánchez se abraza de forma figurada al Rey y se erige en su portavoz, hay que cruzar los dedos.