Opinión

Crisis de Venezuela: el juego sucio del Gobierno de España

El 4 de febrero de 2019 Pedro Sánchez reconoció a Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela. Una decisión que nuestro presidente retrasó durante días, confiando en unas elecciones libres que sabe perfectamente que Nicolás Maduro no puede ni podía garantizar. Ese reconocimiento forzado fue una mera estrategia de maquillaje cara a la galería porque la realidad, que subyace por detrás, es que España no cortó lazos con el régimen chavista.

El reconocimiento por parte de España era inevitable pues un nutrido número de países reconocían que los bolivarianos estaban usurpando el poder ejecutivo al enrocarse en el palacio de Miraflores en contra de la propia Constitución venezolana. También cabe recordar algo que para mí es fundamental, como el posicionamiento por parte de la Unión Europea y de Naciones Unidas denunciando el deterioro de la democracia y la vulneración de los Derechos Humanos en Venezuela. Por lo tanto, nos debemos preguntar, ¿por qué ante tanta barbarie nuestro Gobierno sigue de contubernio con los herederos de Hugo Chávez?

El desplante a Juan Guaidó por parte de Pedro Sánchez y el nocturno encuentro entre José Luis Ábalos y Delcy Rodríguez fueron, en una misma semana, dos ejemplos evidentes de que nuestro gobierno no está jugando limpio con la causa del pueblo venezolano. Mientras internacionalmente se busca acorralar a Maduro por el drama que se está viviendo el país caribeño, aquí seguimos buscando una posición neutral que legitima a los opresores al frente del Gobierno venezolano.

Es más, fuentes cercanas a la Moncloa dan a entender que buscan un giro respecto a la política ejercida en relación con Venezuela e intentan justificarlo basándose en que Guaidó no ha logrado aún convocar elecciones para renovar la presidencia de la república.  Y yo me pregunto, ¿qué ha hecho España para ayudar al presidente encargado en su cometido? Si ni siquiera Pedro Sánchez lo ha recibido para conocer de primera mano las dificultades que está encontrando.

En esa línea me gustaría profundizar sobre cuál es el papel real de nuestro país en relación con la crisis humanitaria y política que sufre Venezuela.

Por un lado, somos la vergüenza de Europa. Mientras Merkel y Macron tienen claro que el camino pasa por dar la espalda de forma clara y contundente al régimen de Maduro, nosotros con métodos de cuestionada transparencia recibimos a la vicepresidenta de dicho régimen y la atendimos con todo detalle en el aeropuerto de Barajas. Nada más y nada menos, recibida por uno de los hombres de máxima confianza del presidente, secretario de Organización del Partido Socialista Obrero Español y Ministro del actual Gobierno.

Además, hay que añadir, que nuestro expresidente, José Luis Rodríguez Zapatero, es uno de los principales defensores de que España cambie y suavice su postura respecto al régimen actual de la república bolivariana. ¿Por qué? No lo sabemos con exactitud. Lo único que sabemos de forma exacta es el número de viajes a Venezuela que tiene contabilizado este personaje desde 2015.  38 veces ha cruzado el atlántico y debería explicarnos por qué y para qué. Con tantos viajes, lo que ha quedado patente es que su capacidad mediadora es tan nefasta como su capacidad para sacar a un país de una crisis económica como la que nos azotó en 2008 cuando él estaba en el poder. A no ser que, en vez de ir a mediar, iba a otros menesteres que seguimos desconociendo. Ya estamos tardado en iniciar una recogida de firmas o poner en marcha una estrategia de presión para que este señor explique todos y cada uno de sus viajes en sede parlamentaria.

El papel de España por ahora se reduce única y exclusivamente a acoger al pueblo venezolano con el respeto y cariño que se merecen. Estamos lejos de iniciar una estrategia de presión internacional que fuerce a Nicolás Maduro y a los suyos a salir del Gobierno y a permitir unas elecciones libres con todas las garantías democráticas. La presión diplomática internacional es un camino de éxito si todos actuamos conjuntamente, sin medias tintas y sin titubeos. Nuestro Gobierno tiene que entender que, por mucho que quieran ver el cerco a Maduro como una maniobra capitalista, esto va más allá de lo ideológico, estamos hablando de conceptos básicos de defensa de los Derechos Humanos y la democracia.