Con la Constitución y contra la amnistía

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Este domingo, Sociedad Civil Catalana ha convocado una gran manifestación en Barcelona en contra de la amnistía y a favor de la Constitución, de la libertad, del estado de derecho y de la igualdad entre todos los españoles. La sociedad española ha de clamar contra ese ataque despiadado e interesado que Sánchez, si lo necesita, perpetrará contra la Constitución, contra la Transición y contra la libertad, pues la amnistía vuela por los aires la Constitución, convierte en papel mojado la Transición, da a entender que en España había un régimen autoritario que ahora se cambia y acaba con el estado de derecho.

No podemos consentir esto. Sánchez no puede utilizar caprichosamente la ley, moldeando una amnistía que rompe, precisamente, con el imperio de la ley. Hemos visto en el pasado su poco apego a las formas en las que la emplea e incluso incumple, como con los diversos estados de alarma impuestos durante la pandemia, declarados inconstitucionales, pues para haber aplicado dichas medidas debería haber empleado el estado de excepción, pero no lo hizo, probablemente porque el Gobierno tenía menos margen para llevarlo adelante. Es más, en las prórrogas de los estados de alarma se fue mucho más allá de los quince días, que tampoco era especialmente ortodoxo. Con la ley del «sólo sí es sí», la soberbia del Gobierno, que él encabeza, rebajó la pena de muchos delincuentes sexuales y a muchos los sacó a la calle por efecto de dicha ley, habiendo intentado ya reincidir varios de ellos.

Las normas para Sánchez son endebles y maleables según le convenga: desde las normas internas, donde, recordemos, colocó una urna tras una cortina en una votación que pretendía celebrar en la sede del PSOE en octubre de 2016, votación que, con esas artes, pretendía ganar; hasta los mencionados estados de alarma o la ocupación de todos los organismos que han de ser independientes, como el Tribunal Constitucional, donde ha colocado a quien ya dijo que no le importaba mancharse la toga con el polvo del camino y que ya ha dado luz verde a la reforma del Gobierno que ata de pies y manos al Consejo General del Poder Judicial mientras esté en funciones, único órgano que todavía no ha caído en sus manos y que es prácticamente lo único que nos queda en España de la división de poderes.

La Asociación de Fiscales ha solicitado a la Unión Europea que si en España se aprueba la amnistía, actúe como en los casos de Hungría y Polonia, con sanciones, porque esas sanciones pueden ser la última defensa que podemos tener de nuestras libertades si Sánchez trata de herir de muerte a la Constitución, como sucederá si la amnistía sale adelante. La Asociación Profesional de la Magistratura también se ha pronunciado en contra de la amnistía. Es más, muchos socialistas de antes han clamado contra ella, desde González y Guerra, hasta los expulsados Redondo Terreros y Leguina, pasando por el último en hacerlo, Rodríguez Ibarra, que ha dicho que, si se aprueba, sería como «violar a cuarenta millones de españoles».

Nos jugamos mucho, porque estamos ante el empuje decidido de una persona que sólo le importa mantenerse en la cabecera del banco azul, al precio que sea. El «voy a buscar votos de debajo de las piedras» oculta la segunda parte, que no es otra que va a pagar por ellos lo que sea necesario. Por eso, es imprescindible que aunque Sánchez termine haciendo lo que se propone, no se lo pongamos fácil: que el mundo entero vea a cientos de miles de españoles manifestándose en Barcelona contra esta barbarie que pretende aniquilar, de facto, nuestra Constitución, nuestra igualdad y nuestra libertad. Que nuestros socios de la UE tomen buena nota de en manos de quién estamos. Que todos vean que millones de españoles no estamos dispuestos a que nos arrebaten la libertad, la Constitución, el estado de derecho, la igualdad entre españoles y la concordia que surgieron de la Transición.

Hemos de alzar la voz y, así, tenemos que decirlo claramente, porque, si no, poco a poco podemos ir convirtiéndonos en un régimen más parecido a Venezuela que al resto de la UE: una dictadura revestida de democracia, como la de Maduro. El Estado-Nación más antiguo de Europa, que descubrió y llevó la civilización al Nuevo Mundo, que es protagonista de las dos primeras de las tres grandes hazañas de la Humanidad -descubrimiento de América, primera vuelta al mundo, llegada del hombre a la Luna-, cuna de Cervantes y de Lope, de Góngora y Quevedo, de Servet y Peral, de Ramón y Cajal y de Ochoa, de Juan Ramón Jiménez y de Falla, de Velázquez y Goya, de Picasso y Dalí, de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz, y de tantos y tantos que cultivaron a la Humanidad, no puede levantarse una mañana y comprobar que ya no existe, que la libertad le ha sido arrebatada y que los ciudadanos no son iguales.

Por eso, deseo que la manifestación de este domingo en Barcelona sea un éxito frente a una felonía como la que se pretende orquestar, que no se recordaba desde tiempos de Fernando VII. De hecho, cada vez que Sánchez dice que todo lo que negocie estará dentro del marco constitucional, recuerda a lo que Fernando VII escribió en su Manifiesto a los españoles de diez de marzo de 1820, para incumplirlo después (ahora, algunos lo llamarían «cambiar de opinión»): «Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional», al tiempo que el conjunto de socialistas que no se rebelan contra todo ello, lo aplauden y votan a su favor, porque anteponen las siglas o el sueldo a su mandato constitucional, traen a la memoria el grito «vivan las cadenas» (el grito completo es «Vivan las cadenas, viva la opresión; viva el Rey Fernando, muera la nación») con el que los menos ilustrados saludaban la restauración del absolutismo por Fernando VII en 1823.

Como digo, que el mundo entero vea unas imágenes de una Barcelona que clama a favor de la Constitución y contra la amnistía, acompañada por toda España, cada uno desde el lugar en el que esté, defendiendo nuestra Constitución, nuestra libertad, nuestro estado de derecho, nuestra Transición y nuestra concordia, contra una amnistía que quiere arrebatarnos todo ello.

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