Opinión

El Congreso de Batet se deshilacha

  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

Aprovechando los estragos de la pandemia numerosos diputados deciden teletrabajar como si el oficio de parlamentario se pudiera estirar en el ordenador como si se tratara de tabular una actividad contable.

Tampoco pasa nada y, de paso, el contribuyente se ahorra unos denarios en agua y luz que últimamente se ha puesto por las nubes. En realidad, tampoco es que los paganos contribuyentes sufran en exceso por las pellas de sus señorías. Hace ya muchos meses que una inmensa mayoría de ciudadanos pasa olímpicamente de lo que sucede en el caserón de la Carrera de San Jerónimo en dígitos nunca vistos desde la restauración democrática. La señora Batet, tan digna y estirada, sólo empeñada en subir y subirse el sueldo, ha conseguido bajar al barro aún más la situación de lo que debería ser el centro y el corazón de la vida política democrática. Oropel y dinero público no falta; escasea, si embargo, el talento para dinamizar lo antiguo de un sistema tan rígido e inoperativo. Máxime cuando la señora presidenta, militante enfervorizada del PSC, compañera de un ex ministro de militancia eterna en el PSOE, se confunde en ocasiones (casi siempre) de por qué va subida en coche oficial, gasolina del contribuyente y cobra un pastón. No guarda ni las formas.

Cuando caiga el sanchismo lo primero que debería hacerse es constituir el Congreso de los Diputados en algo más que en una Cámara de resonancia gubernamental que respira oficialismo monclovita por todos los poros. Y colocar al frente alguien con un mínimo de neutralidad, fondo y forma, que por unos años entienda que presidir un poder del Estado supone algo más que llevar en el bolso un carnet de partido político, incluso, cuando se debe a ese partido político todo lo mucho que le ha sucedido en la vida y disponer de una cuenta corriente tan abultada como poco trabajo.

Los españoles contribuyentes ni siquiera les importa. Simplemente, pasan. Lo peor que pudiera suceder a la salud del parlamentarismo.