Opinión

Congreso adelantado: frenar una eventual mudanza de Ferraz y Moncloa

«En tiempos de turbación no hacer mudanza», es un conocido consejo de san Ignacio de Loyola, que Sánchez interpreta a su conveniencia, y ante los tiempos revueltos que se le avecinan, ha optado por anticipar a noviembre el Congreso Federal previsto para 2025 y evitar así una eventual mudanza de Ferraz y la Moncloa. Sin duda, considera que actualmente controla el partido, lo que no está garantizado para entonces dada la tensión generada en su interior por el concierto económico, -una financiación «singular»-según lo define la vicepresidenta y ministra de Hacienda.

La decisión fue adoptada nada más conocerse la decisión de la ejecutiva socialista de Aragón, presidida (todavía) por Lambán, de rechazar ese pacto con ERC para hacer presidente a Illa, lo que confirma esa presunción. Si esta decisión se extiende a Castilla-La Mancha, y Asturias, sin excluir Madrid y otras,-lo que resulta probable dadas las tomas de posición públicas adoptadas por presidentes autonómicos y secretarios generales de las respectivas federaciones socialistas-, dentro de un año la situación no sería tan placentera para su reelección. Sobre todo si a esa realidad se le añade el panorama parlamentario donde la situación de sus aliados Junts y ERC con Puigdemont desatado y ERC en un proceso precongresual incierto, hacen muy difícil la aprobación de los Presupuestos.

Téngase presente que actualmente ya están prorrogados los de 2023 y una nueva prórroga significaría virtualmente tener, no un gobierno sino «un objeto doblemente inútil», en expresión de Sánchez aludiendo a que un gobierno sin presupuestos era como un «coche sin gasolina», lo que él calificó de esa manera. Claro que aquella expresión se la dirigió al Gobierno del PP antes de que los pactara con el PNV, y con los que él gobernó a continuación, al salir adelante su moción de censura precisamente gracias a esos mismos votos, en todo un ejemplo de «lealtad» nacionalista.

Con ese argumento, cualquier otro presidente pensando en el interés general de España, disolvería las Cortes y convocaría elecciones, pero entonces no sería Pedro Sánchez. Ésta es una de las consecuencias tóxicas para la política y la convivencia social, derivadas de tener al frente del gobierno a una persona para quien la verdad y la mentira simplemente no existen. Ahora convertidas en meros «cambios de opinión», cambios que «casualmente» coinciden siempre con lo que le conviene en cada momento a «su persona».

Un ejemplo muy claro de lo que está significando la deriva sanchista colocando a España sometida a los intereses de partidos separatistas catalanes y vascos, se observa comparando la actualidad con la puesta en escena del último Congreso Federal celebrado en 2021 en Valencia. En aquella ocasión, dos anteriores líderes del PSOE y presidentes del gobierno, Felipe González y Rodríguez Zapatero, escenificaron solemnemente su apoyo a Sánchez. El primero ahora ha expresado de forma reiterada su absoluta discrepancia con la política sanchista, mientras el segundo se ha convertido en su interlocutor privilegiado con Maduro, del que es además su avalista internacional, lo que no es precisamente la mejor tarjeta de presentación en estos momentos.

Hace 8 años, el 1 de octubre de 2016, -curiosa fecha…- el PSOE le cesó de la secretaría general en un histórico Comité Federal, precisamente para impedirle hacer lo que viene haciendo desde que retomó el poder en Ferraz. Ahora, el actual PSOE no es más que un mero instrumento político al servicio de los intereses de Sánchez, sometido a sus continuados «cambios de opinión». En la historia del PSOE esta etapa merece situarse a la altura del que protagonizó episodios tan dramáticos y nefastos para España como el golpe de Estado de octubre de 1934 contra el legítimo gobierno de la República. Sin olvidar el pucherazo electoral de febrero de 1936 por el que el Frente Popular accedió al gobierno que desembocaría en la guerra civil. La Constitución de la Concordia de 1978 pasó página de esos episodios en aras de una auténtica reconciliación nacional, pero no hay motivos ahora para olvidar lo que esas siglas están protagonizando como sumisos aliados de los enemigos de España. Sin más principio que mantener el poder. Y no se va a olvidar en la memoria colectiva: no de la «histórica y democrática» sanchista.