¿Cómo van a gobernar dos tipos que se odian?
Si algo ha quedado claro en esta primera sesión del debate de investidura es la mutua animadversión, mezcla de desconfianza, antipatía y desprecio, que Sánchez e Iglesias se profesan el uno al otro. La situación es la siguiente: Sánchez, en el fondo, considera que Podemos son una panda de lunáticos con los que no se puede ir ni a la vuelta de la esquina –no anda falto de razón–; en cuanto a Iglesias, ve al PSOE como unos aburguesados que han traicionado su conciencia de clase para complacer a las oligarquías corruptas. Y pese a semejante nivel de distanciamiento, ambos se necesitan con intensidad. Sánchez necesita a Iglesias para formar Gobierno si no quiere ir a nuevas elecciones; e Iglesias necesita a Sánchez para conseguir la visibilidad del poder y, de este modo, revitalizar a su hoy por hoy moribundo partido.
Además, para añadir más tensión al asunto, los dos conocen perfectamente cual será la estrategia que cada uno podrá en marcha al minuto siguiente de entrar en La Moncloa de la mano. Pedro Sánchez buscará ningunearlos a toda costa para sumirlos en el ostracismo, mientras él se colgará todas las medallas posibles. Así, cuando haya nuevas elecciones, tratará de arañar a Podemos otra buena cantidad de votos. Iglesias, por su parte, no hay duda de que montará un Gobierno bis, con escaramuzas y refriegas constantes con los socialistas, donde sus ministros secuaces –comandados desde fuera del Gabinete por él mismo– interpretarán el papel de robins hoods izquierdistas que no pueden hacer más de lo que hacen por el pueblo porque Sánchez vive entregado al Ibex, el Grupo Prisa, la monarquía, el capitalismo transnacional y quien sabe si también al Vaticano.
El problema traspasa el plano personal y adquiere una dimensión propiamente política dado que hablamos de dos individuos que aspiran a gobernar los destinos de España durante los próximos cuatro años. Con dos egos, dos ideologías y dos equipos ministeriales tan enfrentados, ¿cómo piensan solucionar de forma coherente retos de tanta envergadura como la situación en Cataluña y la inminente sentencia del 1-O? Mención aparte merecen las demandas de Esquerra y de Bildu, el próximo Estatuto de Autonomía Vasco, que el PNV quiere impulsar, o la próxima desaceleración económica, cada vez más inminente. En resumen, un Gobierno de Sánchez con Iglesias es algo parecido a juntar en el mismo lecho a una serpiente con un escorpión. No hace falta ser adivino para sospechar que la noche será cualquier cosa menos tranquila.
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