Opinión

El centroderecha tiene que aprender a ganar

Hace ya casi 2.000 años desde que el pensador romano, Plinio el Viejo, dejó escrito en su Historia Natural que «los avestruces imaginan que cuando han escondido su cabeza y su cuello dentro de un arbusto, todo su cuerpo está oculto». Es un mito, la verdad es que no hacen eso, sino que salen corriendo a más de 70 km/h cuando se les acerca algún depredador. Pero la imagen de un avestruz, con su pequeña cabeza y su largo y estrecho cuello del color de la tierra y siempre picoteando en el suelo, ha favorecido que se mantenga hasta nuestros días. Quizá la imagen de un niño pequeño tapándose la cara con las dos manos cuando tiene miedo sea más adecuada para representar a una persona inmadura que sólo piensa en esconderse para no ver un problema.

Sorprendentemente, esta ha sido la reacción de muchos prestigiosos analistas políticos ante los nefastos e inesperados resultados electorales del pasado domingo. Se les ha ocurrido que para echar a Sánchez tiene que desaparecer Vox. A los malos empresarios la mejor solución que se les ocurre para hacer crecer sus negocios también es que desaparezca su competencia, igual que los malos deportistas piensan que mejorarían si se retirasen sus competidores. Que «un caballo nunca corre tan rápido como cuando tiene que alcanzar y superar a otros caballos», lo dijo el poeta romano, Ovidio. Y Tim Cook, el sucesor de Steve Jobs al frente de Apple, actualizó el mismo concepto diciendo que «la realidad es que amamos la competencia, en Apple pensamos que ésta nos hace mejores a todos».

La competencia nos obliga a salir de nuestra zona de confort y nos empuja a hacer las cosas cada vez mejor. Y es una realidad con la que tenemos que enfrentarnos sin esconder la cabeza en la tierra y sin taparnos los ojos con las dos manos. Vox no va a desaparecer porque sea la única manera que se le ocurre a los votantes y dirigentes del PP para ganar unas elecciones. Del mismo modo que la izquierda se articula alrededor de un partido socialista, otro comunista y muchos independentistas; tendrán que aprender a ganar elecciones con un partido de centro y otro de derechas. Conservadores, liberales y demócrata-cristianos; regionalistas, nacionalistas y centralistas; provida y abortistas; feministas y anti género… no se les puede pedir que estén de acuerdo en todo, pero se les debe exigir que sean capaces de plantear una estrategia que tenga éxito y no nos condenen a todos a vivir sometidos al socialismo.

Estrategia que comienza por asumir los errores que todos han cometido. Porque, si después de pactar con Bildu, indultar a los golpistas, malbaratar la malversación, acercar a todos los etarras a sus casas, soltar a cientos de violadores rebajando las penas de miles de ellos y arruinar nuestra economía; Pedro Sánchez ha sido capaz de ganar 1 millón de votos respecto a 2019 y 1,5 millones en relación a las elecciones municipales de hace solo dos meses; es evidente que es la oposición la que ha fracasado estrepitosamente. Hoy publica OKDIARIO que, si los votantes de la derecha hubieran optimizado su voto en nueve provincias, PP y VOox estarían celebrando una mayoría absoluta de 178 escaños. Esa responsabilidad les corresponde a los dirigentes políticos, ese debe de ser su trabajo, no el de los votantes.

Se han equivocado los líderes de Vox que han llevado a cabo absurdas batallas por la utilización de una palabra en vez de otra, distrayendo la atención de lo verdaderamente importante y dando argumentos a quienes les tachan de extremistas. También fue un error la lona en la que Ayuso y Feijóo estaban al lado de Otegi, Puigdemont y Junqueras; igual que lo han sido las muchas veces que el mismo Feijóo ha llamado extrema derecha a los de Abascal, así como las absurdas declaraciones de María Guardiola y Fernando López Miras, demonizando a Vox exactamente igual que hace la izquierda. Vender la piel del oso antes de cazarlo, haciendo creer a los votantes que el PP estaba cerca de conseguir la mayoría absoluta, tampoco ha sido muy buena idea. Como tampoco lo es apelar al voto útil para intentar quitarse escaños entre ellos, favoreciendo así a la izquierda.

Sólo Aznar en 1996 logró ganar con una participación mayor del 70%, y lo tuvo que hacer con el Pacto del Majestic para gobernar gracias a CiU y PNV. Desde entonces, el PP sólo ha ganado cuando la participación ha sido baja, como el 68,7% de la mayoría absoluta de Aznar en el 2000, o el 68.9% de la de Rajoy en 2011. Cuando la participación es mayor siempre gana la izquierda. El PP ha contribuido a la movilización de la izquierda, compartiendo con ellos la estigmatización de su único e imprescindible aliado, algo que al mismo tiempo les perjudicaba a ellos directamente, por los múltiples pactos a los que estaban llegando y los que inevitablemente tendrán que hacer en el futuro. El domingo la participación llegó al 70,4% y ya vemos dónde han ido esos votos.

No tienen por qué desaparecer Vox ni el PP, pero ambos partidos están obligados a entenderse y encontrar una estrategia común que sea eficaz para derrotar al socialismo. Si no lo hacen, seremos los votantes los que nos daremos cuenta de que no son la herramienta que necesitamos y seremos nosotros los que acabaremos con los que no nos sirvan; lo mismo si hoy tienen 8 millones de votos, como si tienen 3. Ya lo hemos hecho otras veces, avisados quedan.