Opinión

Carta abierta a las feministas radicales

Muy señoras mías:

Espero comenzar la presente sin que la entradilla les moleste, sin que consideren machista la misma por entender despreciativo que me dirija a ustedes como “señoras” y con el patriarcal, por posesivo, “mías”. Es fruto de mi decimonónica educación, y no por el aprecio, la razón por la que las considero “muy señoras», aunque para nada las quiero “mías”. No engañen desde su ruin desdén embarrado por la ortodoxia ideológica, por sus complejos y su odio irracional.  Su perorata en pro de la igualdad entre hombres y mujeres se mueve en un mar de odio y de veneno. Desde su radicalismo militante, censor e inquisitorial, todo el que no esté de acuerdo con él es un machista, que muy “pacificamente” lo formalizan a través del insulto y del linchamiento público. Su tiranía no va dirigida únicamente contra los hombres, sino la vomitan también contra las mujeres, buscando imponer su prototipo a las mismas al considerarlas enemigas y “sumisas” en caso de no odiar al hombre. Deben saber que desde su irracional inquina, perjudican más que benefician a la propia mujer.

Apoyo el feminismo, si lo entendemos como el movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres. Para ustedes, señoras, ya no es suficiente ser iguales ante la ley, porque lo que pretenden, y en cierta parte lo han conseguido, es ser unas privilegiadas por ley. Féminas, reconozcan que solo se mueven por vanos impulsos ideológicos. Han sustituido la “lucha de clases” por la “lucha de sexos”, donde hay que exterminar al enemigo a toda costa. Una vez más el rancio y ajado mensaje de la izquierda más radical. El hombre es el nuevo enemigo. La base de su mensaje es una nueva interpretación neomarxista de la historia. La idea de la lucha de clases entre opresores y oprimidos, donde el antiguo patrón hoy es el hombre. Déjense de falsedades. Su encorsetado mensaje busca destruir la familia y eliminar las clases y demás fuerzas «opresoras». Su actual deriva, reitero, atiende más a los objetivos de la izquierda neomarxista que a los intereses de las mujeres.

Señoras, han secuestrado el noble objetivo de la igualdad presentándose desde una militancia pseudointelectual que está teniendo nefastas e injustas consecuencias. Apoyar que las mujeres tengan los mismos derechos civiles y económicos que se deban garantizar a todo ser humano no es feminismo, es luchar por el respeto a la dignidad del ser humano. Entender que se debe tener toda la gama de derechos y la posibilidad de acceder a todas las posiciones para las cuales sean aptas, de ser remuneradas sin discriminación y respetadas en su trabajo no es feminismo, es conciencia, equidad y justicia. Pretenden hundirnos a todos en el fango de lo absurdo e impregnarnos de una dictadura que pivota en lo políticamente correcto. Buscan transformar por completo una sociedad que perciben como patriarcal y opresora, y lo consiguen mediante la discriminación jurídica y la coacción estatal. Tienen ya la concesión de privilegios legales y la imposición de normas distintas para los mismos actos en función de si son realizados por hombres o mujeres. Hoy el hombre está sometido a sospecha constante, para el que la presunción de inocencia se encuentra enterrada.

No engañen. Detrás de su ideología de género hay mucho dinero y a nivel internacional, poder. Tienen un mensaje cobarde y ruin al criticar a nuestra sociedad como “patriarcal” mientras la religión islámica es una de las más patriarcales y, sin embargo, ustedes jamás lo mencionan. Hipócritas porque proclaman la defensa de cuestiones tan aberrantes como lo es el aborto, mientras luego braman por los feminicidios. Para ustedes, algunas vidas valen más que otras. No utilicen de manera torticera algo tan sagrado como la igualdad entre todos los seres humanos para fines bastardos. Su actitud hace que me acuerde de esa gran frase de Plauto, dramaturgo romano, cuando afirmó: “En una mano lleva la piedra, y con la otra muestra el pan”.