Opinión

«Begoña Gómez no se ha tomado una Coca Cola con el novio de Ayuso»

En un nuevo capítulo de la inclinación de la balanza moral en favor de la izquierda por incomparecencia de la derecha, el grupo PRISA ha decidido que el nuevo escándalo de la semana es que el novio de Ayuso se ha tomado una Coca-Cola con Alfonso Serrano, que es íntimo amigo de Ayuso y además secretario general del PP de Madrid. Por algún motivo, compartir bebidas no espirituosas con un ciudadano anónimo merece el reproche directo de la sanchosfera y la dimisión del novio de Ayuso de su cargo de… ¿novio de Ayuso? por tener amigos en política. Verás cuando descubran que duerme todas las noches en la misma cama que la Presidenta de la Comunidad de Madrid. Quizás vaya llegando hora del exilio.

En paralelo a eso, a pocos kilómetros de la residencia privada de Ayuso duerme otra pareja, esta vez en una residencia oficial pública, concretamente en el Palacio de La Moncloa. Un matrimonio compuesto por el presidente del Gobierno y por una señora cuya profesión es ayudar a empresas privadas a conseguir fondos públicos autorizados por el presidente del Gobierno.Pero como ninguno de ellos se toma refrescos ni con el novio ni con el hermano de Ayuso, circulen que aquí no pasa nada.

Esta semana hemos revelado que Begoña Gómez recibía fondos privados para su cutre máster y su cutre cátedra por parte de empresas que a su vez se convertían en mágicamente adjudicatarias de fondos públicos. En cristiano: que hacerle la pelota a la primera dama trae como recompensa millones de euros de todos los españoles. Nos sale un poquito caro que Pedro Sánchez tenga contenta a su señora, ¿no?

Pero no se preocupen, que aquí no va a pasar nada. Y no va a pasar porque es incomprensible, aunque nada sorprendente visto lo visto, que en un asunto de clarísima relevancia política la oposición no vaya a hacer nada. Por supuesto que hay que dejar la vida privada de los políticos a un lado para hacer oposición, pero es que esto no es la vida privada del presidente del Gobierno: es la presunta malversación de fondos públicos provocados por el presunto tráfico de influencias de una mujer que se aprovecha de su condición de esposa del presidente para hacer negocio.

¿Es ético que Begoña Gómez acompañe en viaje oficial a Sánchez a África mientras es directora del African Centre del IE? ¿Es moralmente aceptable que después muchos de esos gobiernos suscriban acuerdos privados con ella? ¿Tiene sentido que la Embajada de Ghana la reciba en calidad de «mujer de» y luego ella lo monetice para su empresa? ¿Es razonable que la mujer del Presidente del Gobierno ofrezca cursos sobre cómo captar fondos públicos cuando es su marido el que los da?

Este caso es repugnante. Pero como nadie toma Coca-Cola con el primo del sobrino del vecino de Ayuso, como siempre, no pasará absolutamente nada.