Ahora no nos matan, ahora nos gobiernan
Esta pasada semana se ha cumplido el veinticinco aniversario del momento en el que la Guardia Civil liberó de su cautiverio a José Antonio Ortega Lara, el funcionario de prisiones secuestrado por la banda terrorista ETA que permaneció 532 días encerrado y sometido a tortura en un agujero de seis metros cuadrados.
Ortega Lara fue localizado por la Guardia Civil tras un intenso trabajo en el que intervinieron más de sesenta agentes. Tras revisar durante horas y sin resultados la nave industrial en la que la Guardia Civil situaba el zulo, el juez Baltasar Garzón estaba a punto de dar por finalizada la operación; pero la insistencia del capitán Manuel Sánchez Corbí, seguro de que el funcionario secuestrado estaba allí, hizo que siguieran buscando y, finalmente, Ortega Lara fue encontrado y liberado. Y los terroristas que habían organizado y perpetrado el secuestro y llevado a cabo la sistemática tortura durante 523 días contra ese hombre inocente y desvalido fueron detenidos. Veinticinco años después de que toda España viera las dramáticas imágenes de ese hombre saliendo del sepulcro en el que había permanecido encerrado en vida, desorientado, perdido, con veintitrés kilos menos… debemos recordar algunos hechos que afectan a los protagonistas y que merecen una reflexión sobre el momento político en el que se encuentra España y sobre la calaña moral de nuestros gobernantes.
1. Manuel Sánchez Corbí, aquel joven capitán de la Guardia Civil que dirigía el operativo que liberó a Ortega Lara -y que se empeñó en seguir revisando la nave cuando el juez Baltasar Garzón quería abandonar- llegó a ser un laureado coronel del Instituto Armado. Durante años estuvo al frente de la lucha antiterrorista. En 2013 pasó a dirigir la UCO, unidad operativa desde la que llevó a cabo importantes operaciones contra la corrupción y resolvió casos como el de Diana Quer y Gabriel Cruz. Fue destituido por Marlaska en 2018. Hoy está fuera del Cuerpo.
2. Tres de los cuatro terroristas condenados por el secuestro (y por otros delitos terroristas) han sido puestos ya en libertad; el cuarto de ellos, Bolinaga, falleció en 2015.
3. En la semana previa a que se cumpliera el veinticinco aniversario de la liberación de Ortega Lara, el Gobierno de España -el mismo Gobierno que destituyó al coronel que dirigió operaciones espectaculares contra ETA, que resolvió crímenes de gran calado, que desbarató redes corruptas de enorme importancia política…- suscribió un nuevo acuerdo con los testaferros de ETA que tiene un enorme calado involucionista. El PSOE ha asumido el discurso de ETA al pactar con sus testaferros que los crímenes que ETA cometió desde que murió Franco -y más concretamente desde que se aprobó la Constitución hasta finales de 1983- se produjeron en un país en el que no había democracia.
Ningún crimen terrorista es justificable, pues todo terrorismo -como establece la definición común del delito de terrorismo aprobada en Europa- es enemigo mortal de la democracia. Por eso ETA comenzó a asesinar en las postrimerías de la dictadura (cometió su primer crimen en 1960, 46 hasta la muerte de Franco) y recrudeció sus ataques durante y contra la democracia. Desde que se aprobó la Constitución hasta diciembre de 1983, ETA asesinó a 300 ciudadanos, 81 de ellos siendo Felipe González presidente del Gobierno. Un franquista, González, y todos sus ministros, él y los más de 200 diputados que le votaron.
ETA intentó impedir que pudiéramos construir la democracia y poner en marcha sus instituciones asesinando a 857 inocentes, persiguiendo y expulsando de Euskadi y de Navarra a centenares de miles de demócratas. No lo consiguió matando inocentes, hombres, mujeres y niños, uniformados o no. Ahora está consiguiendo destruir nuestras instituciones sin pegar un tiro ni arriesgarse a ir a prisión, pisando moqueta. Y todo gracias a su alianza con el régimen sanchista.
De vez en cuando hay algún periodista que me pregunta si no es cierto que “ahora se vive mejor en Euskadi”… Qué duda cabe que desde el punto de vista de la seguridad personal es un gran alivio que nadie tenga que mirar debajo del coche al salir de casa, que puedas pasear sin dos sombras tras de ti, que no te lleguen cartas con amenazas de muerte para ti o tu familia si no pagas la extorsión a ETA, que no tengas que mirar para atrás cuando entras en determinados barrios de tu ciudad… Pero en términos democráticos la situación se ha deteriorado de una manera alarmante. ¿O hemos de aceptar como “normal” que los asesinos regresen a casa entre vítores y homenajes? ¿O hemos de aceptar que el precio a pagar para que no nos maten es que los criminales de ETA escriban el relato de los años del plomo y justifiquen, de acuerdo con el Gobierno de España, los asesinatos que cometieron? No, ni es normal ni debemos aceptar nunca esa anomalía democrática, propia de una sociedad enferma.
El objetivo de todo terrorismo es destruir las instituciones democráticas. El crimen es la táctica; la destrucción de las instituciones, la estrategia, el objetivo. Ahora las destruyen desde dentro de ellas, sin pegar un tiro. Ahora no nos matan, ahora sus herederos políticos nos gobiernan de la mano y en alianza con Pedro Sánchez y con su partido, el Partido Socialista Obrero Español.
“No tienen razón, pero tienen sus razones”, proclamó hace años Jesús Eguiguren, mientras negociaba con Otegi, el uno en representación del PSOE y el otro en representación de ETA. Justo eso, el discurso legitimador de ETA, es lo que acaba de asumir, en nombre del Gobierno de España, Pedro Sánchez, el gran traidor a la democracia. ¿Tantas víctimas para esto?
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