¿La Agencia Tributaria no piensa hacer nada?
Las confesiones de Corinna Sayn-Wittgenstein se han convertido en un tsunami informativo tanto dentro como fuera de España. La imagen de nuestro país está ahora mismo en entredicho por los hechos que le atribuye a Juan Carlos I. En aras de aclarar detalle por detalle de este asunto, la intervención de la Agencia Tributaria se hace imprescindible. La reputación del hombre que reinó durante casi 39 años está más cuestionada que nunca por las palabras de la que fuera su «amiga entrañable». La exclusiva que les ofrecemos este viernes ahonda en la decepción que siente ahora mismo la mayor parte de los españoles —y con razón—, ya que Corinna asegura que algunas cuentas del Rey emérito radicadas en el paraíso fiscal de Suiza se acogieron a la fallida amnistía fiscal promovida por el ministro Cristóbal Montoro.
Algo que demuestra que Juan Carlos I se sintió tan intocable que dejó de discernir entre lo que estaba bien y lo que estaba mal, lo que debía y no debía hacer. Como cualquier ciudadano que contraviene las normas, ha de cumplir con la ley. El monarca desoyó los principios elementales de su cargo: ejemplaridad y responsabilidad. Aprovechó, según las palabras de Corinna, un subterfugio como esa amnistía fiscal —anulada a la postre por el Tribunal Constitucional— para lavar parte del dinero que habría conseguido, movido y aumentado de forma nada honrosa. Una posición como la suya, a la que todos los españoles aportan una cantidad importante de sus impuestos, debería ser ajena a los negocios. Se supone que su única labor era y es servir a la imagen y a la estabilidad de España y no a intereses lucrativos particulares que, para mayor gravedad, acabaron asentados en territorio offshore con el objetivo de burlar la rigidez de esos mismos gravámenes que alimentan la Sanidad, la Educación y las Infraestructuras.
Ante las críticas de algunos atenuadores de la realidad, OKDIARIO apela a su obligación de contar y reflexionar sobre todos estos hechos. Cumplir, en definitiva, con su compromiso con los lectores y enseñarle la historia tal y como fue. Ahora, la Agencia Tributaria ha de actuar de oficio y poner negro sobre blanco la realidad de unos hechos que no sólo ponen en cuestión la verosimilitud de una época esencial en la historia de España, sino que extiende una sombra de sospecha sobre la Corona. Por fortuna, Felipe VI se comporta con la ejemplaridad que le faltó a su padre. Ahí radica la vigencia y la fortaleza de la institución en la actualidad. No obstante, la intervención de Hacienda es imprescindible. Juan Carlos I debe ser tratado como cualquier español. Cualquier otra cosa, sólo haría un daño irreparable a España.
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