Opinión

Un abrigo para la reina

  • Carla de la Lá
  • Escritora, periodista y profesora de la Universidad San Pablo CEU. Directora de la agencia Globe Comunicación en Madrid. Escribo sobre política y estilo de vida.

Yolanda Díaz quiso ser reina, como muchas otras dueñas de tenacillas, planchas y rizadores, y reinar como Máxima, como Matilde de Bélgica, como Charlène y como Doña Letizia. Y empezó por peinarse y ataviarse como corresponde, e incluso mejor. ¡Gran talento! (me dijo que no tenía estilista).

El mismo Pablo Iglesias, como nuestra vicepresidenta, un día miró su reflejo en la piscina galapagueña y desconoció todo lo demás, primero sus botas pisamierdas, después su Alcampo y, por supuesto, todas las fantasías pueriles y las neurosis efusivas sobre la casta por las que un día irrumpiera en la política. Su compañera y ex ministra Jolines llegó casi de rastas y se fue con un patrimonio cercano al millón de euros, pero antes aprendió a vestirse y a peinarse e indiscutiblemente se Anabelenizó.

Porque la estética es la fuente de información y comunicación más importante e inequívoca de las que disponemos en este mundo, a todos los que se indignan cuando hablamos del atuendo y la imagen de los personajes públicos les recomiendo desde el cariño y la maternidad, que no sean superficiales.

Irene Montero, y sobre todo Yolanda, fieles al comportamiento de los zurdos patrios, quemaron en una pira su vieja estética comunista sustituyéndola por un aire cosmopolita, dulce y mesurado, tan Kate Middleton, tan upper class, tan misa y vermut, tan MoralejaGreen, que han superado a los que debían ser insuperables, como la reina.

Con todo y vestida de blanco, Yolanda es aterradora, mientras imposta su blanda vocecilla, la sonrisa artefactada, siempre hablando de «amor», de diversidad, de sostenibilidad e insistiendo en «una política sin egos», absolutamente avasallada por el suyo propio.

Lo de las vocecitas de la izquierda es para un estudio, pero más el que sus votantes no adviertan tanta cursilería e impostación. ¿Han escuchado la voz que pone Sánchez en sus comparecencias? Es inaguantable para cualquier cerebro sano. Como lo es, y también digno de estudio, el hecho de que la reina Letizia no tenga un abrigo en condiciones, con este frío y su escasísimo panículo.

Doña Letizia y sus capitas con cuello de piel, como de cotillón de pueblo, que envejecen y embrujecen. ¿Es posible que no haya para que nuestra reina se compre un abrigo como es debido? ¿Estará poniendo en práctica con sufrida cohererencia las teorías que defiende sobre el empobrecimiento ecologista? Ya saben, el decrecimiento bioeconómico, también conocido como Miseria Cool.

El comunismo nacional se entrega a los dictados de la industria fashionista y nuestra reina consorte tantea los límites de la modestia y la astringente austeridad a todos los niveles. Silencio… Y a mí me apena lo que debe estar pasando Letizia, con capa o pashmina.

¡Qué poquitas ganas le echas Eva! ¡Cómprale ya siete abrigos a la reina, uno por cada día de la semana! (las capitas a Vinted, crecimiento sostenible, economía circular). Para nota, guantes de piel largos y sombrero…

Letizia es una bestia (en el buen sentido) trabajadora, tenaz, constante, disciplinadísima, perfeccionista, valiente, orgullosa, lista, guapa… Otra cosa son sus defectos… No hay que ser Stephen Hawking para advertirlos.
Pero ser reina debe ser complicadísimo, llegar a tener ese nivel de magnanimidad, elegancia, contención, dominio propio y nobleza para transmitirlo. Porque todo, amigos, se transmite, todo se ve y todo se sabe. Llegar a pensar de manera tan elevada que pudiéramos pensar en alto. En mi opinión, así deberíamos ser todos, especialmente un rey o una reina, con vistas a llenar las expectativas correspondientes, como la legendaria Isabel (yo sólo fui monárquica de la Reina Isabel II).

Hace frío en palacio y doña Letizia es como es, igual que tú. ¿Existe una culpa? ¿Culpa de qué? ¿De no ser regios, de ser humanos? ¿Queréis una monarquía, no? La culpa es vuestra. Hoy la reina se merece un abrigo y un capote.