Opinión

Abascal gobierna el contexto

Leo a mucha parte del espectro analítico patrio esputando bilis retórica contra la decisión de Vox de poner fin al acuerdo de cogobierno con el PP en cinco autonomías. Hay demasiadas interpretaciones de lo ocurrido y casi todas ponen el foco en el suicidio político de Abascal, el balón de oxígeno a Sánchez y la nueva desunión de la derecha ante un hecho consumado y en modo alguno abordado como es el reparto obligado de menas que ya están en España. Empecemos por el principio.

Los menas que cada día llegan a nuestro país lo hacen obligados por una necesidad de supervivencia física o empresarial, ya que la mayoría de las personas migrantes que vemos en televisión a bordo de cayucos sin capacidad de navegar, son en verdad remolcadas por supuestas ONG que ejercen de taxistas humanos y se lucran con el dinero que mafias y gobiernos de origen les untan para que no regresen a sus costas con aquellos a los que enviaron al mar.

Sólo hay que hablar con responsables de Policía nacional, Guardia Civil y Policía fronteriza para estar informado de una evidencia negada: tras la tragedia, hay una intención política y un negocio boyante. Y cada vez que una administración anuncia que una vida humana en el mar será rescatada, acogida y alimentada en destino, sin abordar de forma racional que el problema está en el origen, provoca un efecto llamada y, en consecuencia, más vidas lanzándose al agua, engañadas por ese futuro idílico que no existe.

En segundo lugar, la mayoría de los migrantes que llegan a Canarias y demás costas, y después son transportados al resto de la península, no lo hacen huyendo de guerras ni son perseguidos por el gobierno de su país, por lo que esgrimir el carácter de refugiado tampoco es pertinente. Tercero: son, en su mayoría, varones y jóvenes en edad adulta o semi adulta, que de repente se ven soltados, sí, soltados, en calles y barrios que no conocen, en una sociedad cada vez más cansada y desconfiada y sin recursos, educación ni protección. Cuarto, la negligencia política de la Unión Europea y países para ayudar a resolver este problema es creciente.

Así, mientras el continente africano es expoliado y exprimido en la actualidad por Estados Unidos, China y Rusia, es Europa quien sufre las consecuencias, así como la sumisión a los caprichos y chantajes de regímenes no democráticos como Marruecos, socio preferente de Bruselas, al que sus burócratas favorecen por encima de los intereses de un miembro de la Unión como España.

Y quinto, todos los centros de menas repartidos por España constituyen un programa para la convivencia y seguridad en esos barrios, cuyos vecinos, por todo el territorio nacional, ya han expresado su rechazo a que existan. El debate está en el modelo de acogida y en cómo vamos a sostener este flujo cuando no disponemos de infraestructuras, caldo de cultivo de un futuro estallido social de reacción violenta. Ir de pro mena está bien hasta que abren un centro enfrente de tu casa y empiezas a sufrir las consecuencias culturales de esa «integración».

Por eso, hay que analizar lo que ha hecho Vox con lentes largas. Toda decisión política conlleva su riesgo. Salirse de un gobierno lo multiplica. Pero considero que Abascal ha tomado una decisión valiente. E inteligente. Valiente porque lo ha hecho contra el statu quo mediático y político que le exigía mantener unos gobiernos en los que no creía y que le arrastrarían hacia la imparable inanidad, como ya se vio con Ciudadanos. E inteligente porque está sabiendo leer un contexto sociológico en el que pocos reparan, pero que en Francia ha hecho que Le Pen arrasara en las elecciones europeas, ganara la primera vuelta de las legislativas y repitiera como máxima fuerza en voto popular en segunda vuelta, si bien quedó tercera en escaños. Europa camina hacia una inseguridad sistémica que llevará este asunto a la primera preocupación de sus ciudadanos a corto plazo, por encima del paro o la vivienda.

La inmigración ya es determinante en los millones de votos que moviliza y en los trasvases subsiguientes entre partidos. Y es, de facto, un asunto transversal, en el que las edades y posiciones ideológicas acaban por ser menos determinantes de lo que se cree cuando hay un punto de acuerdo de tanta importancia que les une. En España, los efectos del cambio europeo llegan siempre con retraso, pero acaban llegando. Por eso, nueve de cada diez votantes de Vox respaldan su posición respecto a los menas, y a ese porcentaje hay que sumarle la mitad de los votantes del PP, más cercanos en este asunto a las posiciones del partido verde.

Seguir en un gobierno donde no gobiernas acaba por diluirte como formación política y tus principios, capitidisminuidos y fagocitados por una fuerza mayor en estructura e implantación territorial. El proyecto de Vox es nacional y a él se deben incluso las autonomías donde han sacado representación. La política hace mucho que no es el arte de lo respetable, si alguna vez lo fue, pero siempre exigimos a nuestros representantes coherencia y que cumplan su palabra y programa. Y cuando dicho escenario procede, se suceden las críticas de palmeros desaforados y activistas de parné que demuestran su apego a la sigla y a la divisa que paga sus facturas. El PP ha sido coherente porque ha hecho lo que dijo que iba a hacer respecto a los menas. Y la misma coherencia veo en Vox porque ha ejecutado lo que anunció que haría si el PP seguía en sus trece. Cuando vendes que prefieres los principios al poder y la palabra a la poltrona, si se hace bien, acabas dominando por igual relato y contexto.

Veremos ahora hacia dónde se mueve la ventana de Overton y la puerta retórica del conceptoultraderecha en un posible adelanto electoral. Hace tiempo que no moviliza como cree el PSOE ni influye como sus medios de cabecera gritan con cada editorial tribunero. De lo que estoy convencido es de que el PSOE no romperá con sus socios, aunque sus socios no acepten el reparto de menas, ni tampoco veremos al PP denunciar que Sánchez gobierna con la extrema izquierda de Bildu y Sumar o los golpistas y racistas de Junts y PNV. Con Vox adquiere relevancia una constante nacional; cardar la lana para que otros se la acaben llevando. No busquen recompensa en lo correcto. Los españoles presumen de aplaudir la honradez, pero siempre la premian en silencio.

La decisión de Vox ha conseguido romper esquemas programáticos más allá de discursos y debates estratégicos. Si por pedir que se cumpla la ley, los acuerdos y la seguridad o llevar a los tribunales a quienes la transgreden en pos de una causa utópica, simbólica y suicida ya eres un peligroso admirador de Hitler, España está llena de primorriveristas. Algunos echábamos de menos cierta testosterona política para enfrentar al golpismo que todo lo destroza, al intervencionismo socialista que todo lo arruina y al feminismo moderno que todo lo envilece.

Nuestra salud democrática adquirirá robustez cuando pensemos más en la conveniencia nacional y menos en la salud del partido. Abrazar y aplaudir sólo las iniciativas, propuestas y actuaciones que emanan de las filas propias provoca un reduccionismo que somete los cimientos del país a entramados de intereses particulares y corrillos de influencers, que sólo buscan el cálido acomodo de la subvención y la tertulia. Y la historia será siempre la misma: nadie escribe los capítulos de agradecimientos a quien más hizo por la causa común. Es cuestión de contexto, no de gobierno.