Lagarder: ‘Mocito feliz’ versión gritona

Lagarder: ‘Mocito feliz’ versión gritona

Debemos condenar la violencia siempre, no sirven excusas. No vale decir que hay que ser muy descerebrado para meterse un 20N en un acto de homenaje a Franco, con una pancarta en la que lo llama asesino, insultando a todos los allí presentes; o que lo raro es que saliera de allí sin ni siquiera rasguños, según el parte médico que él mismo muestra. Ni siquiera sirve justificarlo con que se presentara con dos cámaras con las que poder editar un vídeo en el que se cortasen todos sus insultos a los falangistas y sólo quedase grabada su respuesta violenta. No, hay que condenar la agresión, y se condena.

Porque si de alguna forma se disculpase esta agresión seríamos iguales a los que dicen que la culpa de que 30 proetarras le diesen una paliza a dos guardias civiles y a sus novias, en un bar de Alsasua, fue de los pobres agredidos, que estaban allí provocando. ¿O acaso no es indigno decir que la pobre cajera del Mercadona de Écija, que intentó impedir que la mala bestia del podemita Andrés Bódalo robara en su empresa, se merecía que le pegaran? ¿O vais a tener la poca vergüenza de justificar la agresión a la pobre dueña de una heladería de Úbeda, embarazada de seis meses, a la que el mismo malnacido de Bódalo maltrató violentamente por intentar impedir que le destrozasen su negocio?

No, de ninguna manera, la violencia debemos condenarla siempre. Lo mismo que hay que condenar la paliza que tres comunistas, hijos del diablo, le dieron a la pobre Inma Seguí, presidenta de Vox en Cuenca, a la salida de su casa; como la salvaje agresión que este verano sufrieron dos chicas en un puesto de apoyo a la selección española de fútbol, en Barcelona. Condenamos a los violentos franquistas, a los violentos sindicalistas, a los violentos proetarras, a los violentos podemitas, a los violentos secesionistas y condenamos la violencia del criminal que iba a una manifestación cargado de artefactos explosivos, se llame Alfon, o Mateo Morral. Yo también condeno esta agresión, porque yo las condeno todas. Y me felicito de que consiguiera salir de la boca del lobo en la que se metió para grabar su vídeo sin ni siquiera un rasguño.

Pero por lo que de ninguna manera voy a pasar es por llamar «Activista» a Lagarder. Éste sólo es un Mocito Feliz que se nos ha venido de Rumanía a vivir del cuento. El activismo no es ese teatro cutre que él hace. El activismo supone esfuerzo y sacrificio. Alguien que voluntariamente deja su trabajo como traductor de la policía para dedicarse a vivir del esfuerzo de los demás no puede llamarse activista. Él sólo se dedica a montar ‘shows’ para salir en la prensa y conseguir popularidad en las redes sociales, insultando a todos los que le ofrecen esa caridad que exige como derecho. Si a Lagarder le llamásemos «activista» estaríamos denigrando a los miles de voluntarios que de verdad ayudan. Yo lo voy a quedar en Mocito Feliz y de ahí no paso, ni con la paliza, ni con el mucho cuento que le echa a la vida. Me va a llamar neonazi, ya lo sé. Yo a los neonazis y a los paleocomunistas como él es que de verdad, me cuesta distinguirlos, me parecen primos hermanos, y ya os digo que yo a él no me parezco. Yo me esfuerzo, yo trabajo, yo sí ayudo a los demás. Mocito Feliz Gritón es un fraude.

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