¿Puede la carne de laboratorio acabar con el hambre en el mundo y fomentar el bienestar animal?

  • Antonio Quilis Sanz
  • Periodista especializado en información medioambiental desde hace más de 20 años y ahora responsable de OKGREEN en OKDIARIO. Antiguo director de El Mundo Ecológico y colaborador en temas de medioambiente, ecología y sostenibilidad en Cadena Ser.

La carne de laboratorio se abre paso entre grandes expectativas de negocio y muchas dudas sobre su impacto ambiental por su novedad. Hablamos de carne artificial, carne cultivada, carne de agricultura celular…

Sea como sea, son términos que se van haciendo cada vez más un hueco en la actualidad y que provoca distintos estados de opinión que denotan una tendencia que parece difícil de parar.

Pero, ¿qué es la carne cultivada? Se trata de conseguir un producto parecido a la carne con un proceso consistente en lograr un tejido del animal a través de una biopsia. Tras esta intervención en el animal se cultiva fuera del cuerpo del ser vivo.

Un mercado incipiente

En diciembre de 2020, Singapur e Israel fueron los primeros países del mundo en producir y comercializar carne creada en un laboratorio. Esa proteína destinada al consumo humano ya se puede comprar en restaurantes de ambos países.

Por su parte, la consultora global AT Kearney pronosticó que, para 2040, la mayoría de la carne que se consuma en el mundo provendrá de cultivos en laboratorio o de opciones de carne vegetal.

Efectos inciertos

La tecnología actual permite que las células de ese tejido se multipliquen y generen un producto con la apariencia y la textura similar a la carne como hamburguesas o salchichas.

La duda que hay en torno al sector tradicional es hasta qué punto esta forma de producir carne es rentable, qué efectos producirá en la alimentación humana, en las personas.

Otro de las incógnitas es la de conocer cómo toda actividad industrial el impacto ambiental que podrá tener en el entorno tanto su producción como la obtención de materias primas para su elaboración como los sueros.

Los últimos datos apuntan a que, con una sola extracción, se puede lograr una cantidad equivalente a la de 50 cerdos. El mercado que se presenta para la carne cultivada podría llegar a los 25.000 millones de dólares en 2030 y la Unión Europea ya se ha puesto como objetivo que al menos el 30% del consumo de carne provenga de esta fórmula.

Impacto ambiental

En este debate surge un duro comunicado del Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional (CERAI) que da su opinión sobre el reciente desarrollo y comercialización de carne de laboratorio y afirma que «esta tecnología no resolverá el problema del hambre en el mundo ni promoverá el bienestar animal».

Según el centro «los cultivos de laboratorio consumen recursos hídricos y energéticos» produciendo un impacto ambiental negativo. En cambio, enfatiza la necesidad de cambiar el sistema alimentario global y fomentar la ganadería extensiva, medioambientalmente viable y resiliente en el actual contexto del cambio climático.

La entidad destaca que, a pesar de la reciente aprobación del cultivo y venta de carne en laboratorios por parte del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, «hay escasa evidencia científica que respalde las afirmaciones de las empresas que promueven esta tecnología».

Consumos de agua y emisiones

Por su parte, los defensores de la carne de laboratorio exponen que respecto a la producción actual de carne, «es una cuarta parte de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero», según el estudio The Global Impacts of Food Production publicado en la revista Science y realizado por científicos de la Universidad de Oxford. Ahí también se revela el gasto de 15.000 litros de agua por cada kilo de carne convencional.

Además, aseguran que se trata de un producto más limpio, con una presencia controlada de grasa y, comparten, que tendría el mismo beneficio nutricional que la común. Aunque aún reconocen que aún se trabaja en estos últimos aspectos.

El mito de la carne de laboratorio

La organización afirma que «no está claramente demostrado que esta nueva forma de producción respete a los animales ni reduzca el impacto medioambiental relacionado con el cultivo de piensos y los residuos producidos por el ganado estabulado».

CERAI recuerda que ya en el año 2020, investigadores de la escuela de ingeniería ISARA de Lyon, especializada en agricultura, agroindustria y medioambiente, y del Instituto Nacional para la Investigación Agronómica de Francia (INRAE), publicaron un artículo titulado El mito de la carne de cultivo.

En esta investigación, plantearon preocupaciones acerca de la composición nutricional, el impacto en la salud humana, las emisiones de gases de efecto invernadero y los costos de producción asociados con la carne cultivada.

¿Carne o producto procesado?

Especialistas e investigadoras en materia de ganadería e industrias alimentarias, convocados por CERAI, detallaron que la carne de laboratorio no es carne, sino un nuevo producto proteico procesado que carece de sabor y textura y que requiere aditivos para simular estas características.

Concluyen que las industrias relacionadas con la carne de laboratorio dependen de forma importante de recursos no renovables para el desarrollo del producto y se señaló que, a su vez, agravarán la situación de la pequeña agricultura, pesca y ganadería.

Además, se remarcó que estos productos están promovidos por grandes empresas agroalimentarias que controlan el sector de la industria cárnica y que el objetivo no es resolver la crisis alimentaria, la crisis climática, ni el abandono de las zonas rurales. En resumen, según la entidad, estos productos no ofrecen soluciones a los problemas actuales.

Propiedades alimenticias cuestionadas

Desde CERAI destacan que el consumo de este producto elaborado por el momento no tiene las mismas propiedades alimenticias necesarias para una alimentación adecuada y que aún es temprano para medir su impacto en la salud humana.

Además, cuestionan el beneficio ambiental previsto en términos de emisiones de gases de efecto invernadero, ya que, efectivamente, aún no se puede hacer una estimación, puesto que está poco desarrollada y los primeros estudios demuestran que para su producción requieren mucha energía y materiales no renovables.

Desde la perspectiva económica, inciden en que la tecnología de carne cultivada es costosa, difícilmente escalable para el consumo mayoritario e inaccesible para los sectores más desfavorecidos de la población en los países ricos y de la gran mayoría de la población de países empobrecidos. El organismo sentencia que es «una tecnología que no acabará con el hambre en el mundo».

La ganadería extensiva en peligro

Otra de los efectos que apuntan es que, además, si se retira el ganado de los montes y se reemplaza su consumo por el de la carne cultivada, se perderán una serie de servicios ecosistémicos, vitales para la conservación de los espacios naturales y se perderán empleos en las zonas rurales contribuyendo a la despoblación rural.

Asimismo, la entidad plantea su preocupación por el monopolio tecnológico y la concentración de riqueza que caracterizan a esta tecnología, así como la falta de control por parte de la población.

Desde CERAI enfatizan que los sistemas de cría de ganado extensivo desempeñan múltiples funciones, como proporcionar proteínas de calidad, generar ingresos para las comunidades rurales y ofrecer productos locales y artesanales que conservan la cultura de los territorios, fomentan el empleo y el desarrollo rural.

Reflexionar sobre el sistema alimentario

«La ganadería extensiva asegura la redistribución de riqueza entre personas, la soberanía alimentaria y contribuye a la conservación de paisajes, biodiversidad y cultura ganadera», aseguran desde la entidad.

Por otra parte, explican que «es fundamental reflexionar sobre el tipo de sistema alimentario que deseamos, puesto que un sistema sostenible debe ser equitativo y respetuoso con las comunidades rurales y debe promover modelos y tecnologías accesibles y adaptadas».

Con el debate encima de la mesa sobre la sostenibilidad y lo oportuno que pueda ser este modelo terminan afirmando que otra de las conclusiones es que es «crucial apostar por la salud tanto de las personas como del planeta, especialmente a través de acciones impulsadas por el sector público, que implican revisar nuestros métodos de producción y consumo».