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Es curioso cómo, con el paso del tiempo, algunos detalles que solíamos ver a diario van desapareciendo sin que apenas nos demos cuenta. Elementos que fueron habituales en su momento, incluso imprescindibles, hoy resultan casi misteriosos para quienes no vivieron en esa época. Uno de esos detalles curiosos que muchos recuerdan con nostalgia o curiosidad es esa banda de goma que colgaba de la parte trasera de algunos coches. Quizá tú también la viste alguna vez, balanceándose bajo el parachoques, rozando ligeramente el suelo mientras el vehículo avanzaba.
La evolución de los automóviles ha traído consigo cambios notables, no sólo en cuanto a tecnología, rendimiento o diseño, sino también en los pequeños componentes. Muchas veces, estas piezas «menores» desaparecen sin que nadie les preste demasiada atención, pero en realidad tenían un propósito bien definido. La banda trasera de goma, lejos de ser un adorno o una excentricidad, tenía una función práctica que hoy ha sido reemplazada por otras tecnologías más modernas.
¿Para qué servía la banda trasera de los coches antiguos?
En el mundo del automóvil, la innovación no ha dejado de avanzar. Lo que hoy nos parece obvio o indispensable, hace décadas era apenas una idea experimental. Desde los cinturones de seguridad hasta los sensores de aparcamiento, los vehículos han recorrido un largo camino. Pero mientras observamos cómo todo se moderniza, también hay pequeños detalles que desaparecen silenciosamente. Uno de ellos fue la famosa banda antiestática.
Esta cinta, generalmente de goma con alguna parte metálica, colgaba del parachoques trasero y tocaba el suelo. No era una ocurrencia sin sentido ni un simple adorno; su existencia respondía a una necesidad concreta relacionada con la electricidad estática. Aunque hoy resulte difícil de creer, en aquellos años muchos vehículos acumulaban una carga eléctrica considerable durante la conducción.
Cuando un coche se desplaza por la carretera, hay fricción constante: los neumáticos rozan el pavimento, el aire golpea la carrocería, y ciertos componentes internos también generan estática. Todo este movimiento va generando cargas eléctricas. Si no se descargan de alguna manera, pueden acumularse y generar pequeñas descargas al tocar el vehículo, o incluso chispas. Esto, en determinadas circunstancias, podía llegar a ser peligroso.
Uno de los escenarios más críticos era el momento de repostar gasolina. Si al bajar del coche, el conductor acumulaba electricidad estática y al tocar el surtidor o el depósito se producía una chispa, el riesgo de provocar un incendio era real.
Aquí es donde entra en juego la banda trasera de los coches. Este accesorio, fabricado con un material conductor, como goma con filamentos metálicos, servía para que la electricidad estática acumulada se disipara hacia el suelo. Al estar en contacto constante con el asfalto, actuaba como una especie de toma de tierra móvil, evitando la acumulación de cargas eléctricas peligrosas tanto para el coche como para sus ocupantes.
Su colocación era bastante sencilla. Se ataba al parachoques trasero, asegurándose de que colgara lo suficiente para rozar el suelo en todo momento. Con el uso, la parte que tocaba el asfalto se iba desgastando, así que había que cambiarla cada cierto tiempo para que siguiera cumpliendo su función.
La razón principal por la que ya casi no vemos estas bandas en los coches modernos es simple: ya no son necesarias. Los vehículos actuales están fabricados con materiales que ya no permiten esa acumulación de electricidad estática. La pintura, los revestimientos plásticos, y sobre todo, la tecnología electrónica de los nuevos modelos, hacen que este tipo de problemas sean prácticamente inexistentes.
Además, la electrónica moderna está protegida por sistemas de aislamiento y conexión a tierra internos. Los materiales conductores se usan estratégicamente para evitar interferencias, y la seguridad de los sistemas eléctricos ha mejorado notablemente. En resumen, la función que antes cumplía la banda ahora se resuelve desde el propio diseño del coche.
Mitos
A lo largo de los años, alrededor de estas bandas antiestáticas surgieron todo tipo de creencias. Algunas personas pensaban que ayudaban a evitar mareos, que reducían la fatiga en viajes largos o que protegían los sistemas electrónicos internos. Si bien es cierto que podían evitar pequeñas descargas eléctricas, muchos de estos supuestos beneficios nunca estuvieron comprobados científicamente. También existió la creencia de que evitaban interferencias en la radio.
Ver hoy una banda de goma colgando de un coche es, en cierta manera, como encontrarse con un teléfono con disco o un televisor con antenas extensibles. Nos recuerda cómo eran las cosas antes, cuando la tecnología no era tan sofisticada y se recurría a soluciones prácticas, a veces rudimentarias, pero eficaces. Estos pequeños detalles forman parte del legado automovilístico.
Aunque hoy en día las bandas traseras antiestáticas hayan desaparecido casi por completo del panorama automovilístico, no está de más recordar su existencia y comprender su función. Lejos de ser un adorno, eran una herramienta de seguridad importante en su tiempo.
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