Los radicales acosan con pintadas de odio a la pareja de uno de los guardias civiles agredidos en Alsasua
La casa de una de las mujeres agredidas en la localidad de Alsasua (Navarra) en 2016 junto a su pareja ha amanecido este lunes con pintadas de odio. Tal como denuncia el Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite), ni en Navidad descansan los radicales. Desde la entidad que preside Consuelo Odoñez, han señalado que «a ojos de los radicales, las víctimas son culpables de haber sido agredidas».
«Así ha aparecido la casa de una de las víctimas de la brutal agresión de Alsasua en 2016. No sólo tuvo que sufrir la agresión, sino también el odio y el vacío social en el pueblo, que todavía sufre», han lamentado en las redes sociales de la organización de víctimas. Fuentes consultadas por OKDIARIO confirman que las pintadas se han realizado efectivamente enfrente de la casa de una de las mujeres agredidas y de sus padres, que viven aún en Alsasua.
En la pintada se puede leer «Feliz Navidad, H.P.», es decir, «Feliz Navidad, hijo de puta». Todo ello acompañado de lo que parece ser un tricornio de Guardia Civil tachado. Los radicales han usado una pared próxima a la vivienda de uno de los agentes de la Benemérita que sufrieron la paliza de los violentos. Han usado pintura negra que contrasta con el blanco de la nieve que ha caído estos días en la Comunidad Foral.
Las críticas no se han hecho esperar. Los internautas no han tardado en censurar esta acción cercana a la kale borroka. «¡Qué valientes son! Atacando a una pobre víctima. No se puede ser más miserable», ha exclamado una usuaria de las redes sociales llamada Isabel.
En el mismo sentido, Agustín Lázaro, otro internauta, apunta: «Un estado débil, muy débil, sin fuerzas, sin pulso de una clase política analfabeta y desorientada, a la que aplicar la ley le da mieditis,… es bochornoso. «Qué majos los de la peleilla de bar de treinta y pico contra cuatro», ha apostillado Eva con ironía. «¡Cobardes!», apostilla Inmaculada. «Hay poner una academia de la Guardia Civil en ese pueblo», sugiere Diego, un usuario de Facebook que apuesta por la terapia de choque para que los radicales de la localidad pasen a respetar a las fuerzas de seguridad del Estado.
«Ése es el sectarismo que se vive en algunos pueblos de Navarra y País Vasco… Esa es la normalidad de la que tanto hablan los políticos. ETA no mata pero su legado se mantiene gracias al adoctrinamiento», lamenta igualmente Tomás en Twitter a colación de esta última pintada.
Cabe destacar que el pasado mes de julio tres de los condenados por la paliza a dos guardias civiles y sus parejas en Alsasua en octubre de 2016 lograron el tercer grado. «Los funcionarios de la cárcel de Zaballa han comunicado a nuestros hijos Adur, Jokin y Oihan la obtención del tercer grado», aplaudieron en Twitter la plataforma que agrupa a los familiares de los jóvenes violentos. Estos tres radicales, condenados a entre 9 años y medio y 8 años y medio de prisión, fueron quienes recibieron las penas más altas en el caso, en el que fueron condenados otras cinco personas. En octubre de 2019, el Tribunal Supremo rebajó las penas a los ocho condenados, dejándolas en una horquilla de entre un año y medio y 9 años y medios de prisión por los delitos de atentado a agentes de la autoridad, lesiones, desórdenes públicos y amenazas. No se apreciaron delitos de terrorismo.
Hostigamiento constante
En una vista oral del juicio, celebrado en abril de 2018, la pareja del sargento agredido describió lo difícil que seguía siendo su situación en Alsasua. Como residentes en la localidad navarra, dijo que ella y su compañero sufrían «un juicio de valor en el que te sientes la agresora en vez de la víctima». «Vivimos constantemente pidiendo perdón y dando explicaciones», describió la chica.
Por su lado, el sargento afirmó a los magistrados que él estaba «acostumbrado a situaciones violentas, de estrés, por mi trabajo, pero esa situación nunca la he vivido». «Temí por mi vida porque estábamos en inferioridad y esa sensación de odio y de rencor que tenían por ser guardia civil no la he sentido nunca», trasladó.
Expuso que la vida de su pareja era «inexistente», se reduce, dijo, a estar en la casa-cuartel con las mujeres de los otros guardias civiles e ir a hacer la compra una vez a la semana a un supermercado. También afirmó que evitaban ir al médico en Alsasua y que lo hacían en un pueblo cercano. Así mismo, relató que al año de la agresión, ella perdió un pecho y tuvo que amamantar a su niña sólo con uno.
Actos proetarras
Por otra parte, Covite se ha tenido que afanar estas Navidades para denunciar los «actos de adoctrinamiento en el odio y el culto al etarra a las nuevas generaciones». Por ejemplo, este mismo domingo casi un centenar de jóvenes exhibieron en las calles de Bilbao fotos de etarras. Lo hicieron “para transmitir la solidaridad de los jóvenes”, según Ernai, las juventudes de la izquierda abertzale.
Sostienen que estamos ante “nuevos tiempos en los que ETA ya no mata pero sigue despertando la misma fascinación y prácticamente el mismo apoyo social que cuando mataba». Así, denuncian que «los homenajes a etarras son la prueba plausible de que la izquierda abertzale no solo no reniega de su pasado terrorista y criminal, sino que se enorgullece de él».