Investigación

Tomás Gimeno mantuvo su vida normal hasta el día que secuestró a sus hijas: trabajo y salidas nocturnas

La relación sentimental entre Beatriz Zimmermann y Tomás Gimeno, padres de Olivia y Anna, tras una serie de altibajos se rompió  definitivamente hace aproximadamente un año, según se recoge en el auto emitido por la juez Priscila Espinosa, titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 3 de Güimar, Tenerife.

Según el relato de los hechos realizado por la instructora, «el día 27 de abril de 2021, cuando Olivia y Anna contaban con 6 y 1 años de edad respectivamente, Tomás convino con Beatriz pasar la tarde con las hijas comunes, lo que implicaba recoger a las menores hacia las 17.00 horas para reintegrarlas al domicilio materno y lugar de residencia de las menores a las 21.00 horas». Tomás trabajaba todos los días en su propia empresa, era el dueño de Paradise Plant S.L. en Arona (Tenerife) que fundó en 2017. Dedicada al comercio al por mayor de flores y plantas está ubicada en la carretera de Guaza a Guargacho. Ahora está cerrado, pero parecía un negocio modesto.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad, ya que en 2019, último año que declaró cuentas, registró unas ventas de 2.210.000 euros y unos beneficios de 417.000 euros. Gimeno era gerente, director de marketing, director comercial y único empleado de su empresa.

El padre y presunto asesino de las niñas se levantaba por las mañanas y se iba a trabajar desde Igueste hasta su negocio. Además, hace unos meses había iniciado una relación con una mujer llamada Melanie.

Tomás estaba acostumbrado a trabajar por la mañana y ganar dinero, de hecho le llegó a decir en la última conversación a la madre de sus hijas que «tengo dinero suficiente para vivir». Tenía las tardes y los fines de semana libres. Su ocio lo dedicaba al motor, afición heredada de su padre, y a una agitada vida social nocturna amortiguada por el toque de queda y la pandemia del Covid.

Nació en el seno de una familia adinerada. Su padre además es propietario de una empresa constructora, aunque empezó haciendo dinero con la compraventa de terrenos, al principio agrícolas y luego urbanizables. Así la familia hizo gran parte de su fortuna.

Pero Tomás tenía fama de ser una persona problemática, frecuentaba sobre todo locales de música latina, como salsa, bachata y quizomba, donde tuvo algún problema. Le gustaba la vida nocturna, conducía rápido y tenía varias multas de tráfico sin pagar. Su local preferids era el Bongo, ahora clausurado, en la avenida Marítima o como la llaman en Tenerife, «avenida del colesterol» porque es donde la gente sale a caminar todas las tardes.