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El PT de Lula montó una trama corrupta similar a la de Kirchner para financiarse a través de ‘mordidas’

La Operación Lava Jato, la mayor investigación contra la corrupción en la historia de Brasil y que destapó un gigantesco escándalo de desvíos en la estatal Petrobras durante los Gobiernos de la izquierda revolucionaria brasileña encabezada por el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula da Silva y Dilma Rousseff entre 2003 y 2016. El PT montó un esquema de corrupción similar al de los Kirchner en Argentina alrededor de Petrobras. Las empresas constructoras constituyeron un exclusivo cartel y pagaban millonarios sobornos para adjudicarse contratos amañados de Petrobras que eran repartidos entre los dirigentes de la empresa y los políticos que utilizaban su influencia para mantenerlos en los cargos.

Un esquema similar al que denunció el fiscal federal argentino Diego Luciani junto al magistrado Sergio Mola, en el juicio oral y público por la obra pública de Santa Cruz que tiene a la vicepresidenta Cristina Kirchner como presunta jefa de un mega esquema piramidal de corrupción. «Este ministerio Público fiscal tiene por acreditado que entre los años 2003 y 2015 funcionó en el seno del Estado una asociación ilícita de características singulares. Se trató de una organización que con una figura de espejo replicó en la clandestinidad un organigrama del Estado», señaló Luciani en la causa Vialidad, que investiga a la vicepresidenta Cristina Kirchner, el empresario Lázaro Báez y otros 12 imputados.

«Los Kirchner solían llevarse a casa bolsos negros repletos de dinero en efectivo, que les habían hecho llegar empresarios como Lázaro Báez (testaferro de los Kirchner), Cristóbal López y Eskenazi (la familia que fue accionista de Repsol YPF)», contó Miriam Quiroga, ex secretaria y amante de Néstor Kirchner durante diez años. Según ella, la ruta de las bolsas con dinero empezaba en la Casa Rosada o la Quinta de Olivos y terminaba en Río Gallegos o en la vivienda familiar de El Calafate, adonde solían llegar a bordo del avión presidencial.

Si cambiamos los nombres de Báez por el de Alberto Youssef y Paulo Roberto Costa, los paralelismos entre Lava Jato y Vialidad son sorprendentes. Al igual que las empresas del cartel brasileño que engrasaba al partido de Lula, los Kirchner idearon un esquema por el cual el Ministerio de Obras Públicas adjudicaba contratos públicos a las empresas de Báez a cambio de sobreprecios y coimas que acababan en las bóvedas que se hizo construir el matrimonio Kirchner en la provincia de Santa Cruz. Un desfalco de 1.000 millones de dólares, apenas una cuarta parte de lo que robó el PT de Lula con la connivencia del resto del arco parlamentario brasileño.

«Yo soy Lula»

No es casualidad que hoy Cristina Kirchner invoque el nombre de Lula como el símbolo de una víctima del lawfare y la proscripción electoral de la líder del Frente de Todos, como sucedió en Brasil con Lula da Silva en 2018. Y es que Kirchner podría ir presa por la causa que sigue sus vínculos con Lázaro Báez. Hasta el periodista que relató el famoso gol de Maradona en 1986 ante los ingleses y hoy ferviente kirchnerista, Víctor Hugo Morales, comparó su caso con el de Lula en Brasil, argumentando que su encarcelamiento permitió la victoria de Jair Bolsonaro.

«Con Odebrecht, el lulismo exportó coimas y negocios por gran parte de América Latina. Hizo estragos y se llevó puestos gobiernos. La investigación brasileña es una radiografía de la corrupción de los gobiernos populistas de la región y es imagen de nuestra propia corrupción», explica el periodista argentino Ricardo Roa en Clarín.

Lula, que gobernó Brasil entre 2003 y 2010, fue a la cárcel por el caso del tríplex de Guarujá que recibió como soborno en abril de 2018 tras haber sido condenado a doce años por un tribunal de segunda instancia. El responsable era el juez Sergio Moro, la bestia negra del lawfare según el Partido de los Trabajadores (PT), argumento que repite el Frente de Todos para señalar el avance de la “justicia macrista” sobre Cristina Kirchner.

Lula estuvo preso durante 580 días, pero fue liberado en noviembre de 2019 luego de que la Corte Suprema fallara en contra de la detención tras una condena en segunda instancia. Lo que el kirchnerismo suele pasar por alto es que el juez de la Corte Suprema, Edson Fachin, que liberó a Lula fue en el pasado un ex abogado de movimientos sociales de izquierda como el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MTST), y nombrado para ese cargo por Dilma Rousseff. Todo queda en familia.