Biden ya es presidente: con 78 años será el de más edad en la historia de EEUU
Sólo 3 candidatos habían derrotado desde principios del siglo XX al presidente que aspiraba a la reelección: Roosevelt, Reagan y Clinton
Joe Biden (Scranton, Pensilvania, 1942) se convertirá en el 46º presidente de la historia de EEUU. A punto de cumplir 78 años el próximo 20 de noviembre, será el de mayor edad desde que George Washington jurara el cargo de la nueva república en 1789. Para llegar a ese momento en la colina del Capitolio, el próximo mes de enero, el dirigente demócrata habrá tenido que sortear aún los innumerables litigios que Donald Trump planteará al resultado electoral, después de que Pensilvania haya inclinado definitivamente la balanza del lado de Biden después de un recuento de resultados ajustadísimo.
Cuatro días de escrutinios propios de un país subdesarrollado han dejado la impresión generalizada de que Biden ha terminado ganando por los pelos. Y no es así. El 50,5% de Biden frente al 47,7% de Trump es la segunda mayor distancia entre dos candidatos de los últimos veinte años, sólo superada por la arrolladora victoria de Obama sobre McCain en 2008 (52,9% frente a 45,6%).
Desde principios del siglo pasado, sólo cuatro candidatos que no partían de la Casa Blanca ganaron la Presidencia de la primera potencia del mundo con más porcentaje de apoyo del que Biden va a poder presumir: Franklin Delano Roosevelt, Eisenhower, Bush padre y Obama. Porque si de elecciones reñidas hablamos, ninguna como la que enfrentó a Kennedy y Nixon en 1960: apenas 100.000 sufragios (el 0,2% del total) separaron al primer presidente católico del que luego lo sería años más tarde. O la que en 2000 permitió a Bush hijo convertirse en el segundo presidente de la dinastía texana, por apenas 537 papeletas en Florida, con el demócrata Gore recurriendo a la Corte Suprema para intentar abortar el triunfo republicano.
No es nada fácil derrotar al candidato que aspira a un segundo mandato, como ha hecho el veterano político de Scranton. Desde comienzos del siglo pasado, sólo hay tres precedentes de presidentes no reelegidos: Hoover frente a Roosevelt en plena Gran Depresión, Carter frente a Reagan tras la crisis de los rehenes de Irán, y Bush padre frente a Clinton en unas elecciones con un tercero en liza, Ross Perot, candidato conservador que diluyó las opciones del republicano.
Joe Biden será, además, el 15º vicepresidente que llega al Despacho Oval, ya que desempeñó el cargo durante el segundo mandato de Obama. Colofón inigualable para quien arrancó su carrera política en 1972, cuando se convirtió en uno de los senadores más jóvenes de EEUU, y que durante décadas desarrolló su labor política sin brillo excesivo pero, a la vez, sin errores fatales mientras la vida forjaba su carácter con el dolor: en 1972 su mujer y su hija de poco más de un año murieron en un accidente de carretera cuando volvían a casa de comprar el árbol de Navidad, su primogénito falleció en 2015 por cáncer cerebral y su hijo menor ha sido drogadicto la mayor parte de su vida.
Un aliado inesperado
Había fracasado en todos sus intentos previos de alcanzar la más alta magistratura de la república norteamericana (no logró la nominación en las Primarias demócratas de 1988 y 2008), pero la inesperada pandemia -y la desconcertante gestión que Trump hizo de ella- le han dado la oportunidad que no existía ya en su horizonte vital. El ‘virus chino’ emergió como aliado inesperado de un candidato que la élite demócrata eligió por descarte ante la ausencia de alternativas con mayor capacidad de seducción.
Ni la edad, ni su falta de reflejos, ni sus habituales meteduras de pata («Soy una máquina de pifias. Pero, por Dios, qué cosa maravillosa comparada con un tipo que no puede decir la verdad», ironizó al compararse con Trump) le han impedido absorber toda la marea del antitrumpismo.
Junto a Kamala Harris, la primera mujer que accede a la Vicepresidencia, Joe Biden ejercerá en enero como comandante en jefe de una nación profundamente dividida. «Como nunca desde Gettysburg,» según se han atrevido a valorar algunos analistas. «No ganamos cada batalla, pero hemos ganado la guerra», ha afirmado la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, con ese lenguaje bélico del que tanto están abusando amplios sectores de una nación que peligrosamente ha empezado a dejar de respetar a la otra mitad como adversario.
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