Cuando Goya pintó al «diablo» en su propia casa
Cuando Goya pintó al "diablo" en su propia casa, no solo creó una obra de arte, sino que también dejó un legado poderoso que continúa desafiando.
Biografía de Goya
Cuadros de Goya del 2 de mayo
Frases de Goya
Antes de su partida definitiva a Francia, en febrero de 1819, Francisco de Goya adquirió la que sería su última residencia en España. Era una villa de campo a orillas del río Manzanares, conocida como “la Quinta del Sordo”, en referencia a la sordera de su anterior propietario, Pedro Marcelino Blanco. Durante los años que vivió en ella, Goya se dedicó a pintar sus paredes con una serie de catorce obras murales, las cuales pasaron a la posteridad con el nombre de “Pinturas negras”.
Las pinturas fueron realizadas con la técnica del óleo «a seco» y reflejan un período de crisis personal y social del pintor. En dichas pinturas, Goya representó al «diablo» de diversas formas, incluyendo la figura de Asmodeo (o «Visión fantástica o Asmodea»).
Las Pinturas negras de “la Quinta del Sordo”
Las pinturas que Goya pintó directamente sobre las paredes de su casa de Madrid, abarcan temas sombríos e inquietantes como la brujería, la enfermedad, la soledad o la muerte que provocan horror y fascinación. El dios Cronos, que devora salvajemente a su hijo, o las brujas que realizan un aquelarre, son algunos ejemplos.
Se desconoce el momento exacto en el que Goya comenzó a trabajar en ellas, pero lo más probable es que lo haya hecho antes de caer gravemente enfermo en los últimos meses de 1819. Después de pausar brevemente, tal vez retomaría nuevamente las obras, cambiando el tono de las pinturas como producto de la propia enfermedad.
Un aspecto relevante que se descubrió en los estudios radiográficos de las pinturas, es que debajo de éstas había otras, de diferentes motivos y estilos, que fueron reutilizadas parcialmente por Goya y parcialmente tapadas. Entre las obras en las que se puede apreciar una pintura reutilizada por el autor, destaca “Duelo a garrotazos”, sobre todo, en el paisaje.
La complejidad interpretativa de estas obras, consideradas únicas en su época, ha dado pie a debates y polémicas entre artistas e historiadores. De hecho, Goya no dejó ningún título o pista que permitiera interpretarlas con mayor facilidad. Tampoco se sabe si las pinturas estaban ya terminadas o si habían quedado en su estado actual, sin terminar, lo que dificultaría aún más su interpretación.
La disposición original de las pinturas
Según la información suministrada por distintos documentos de la época, entre ellos el inventario realizado por Antonio de Brugada, las pinturas negras estaban distribuidas a lo largo de las dos plantas de la casa, en un orden muy particular.
En la planta de arriba se encontraban Átropos o Las parcas, Duelo a garrotazos, Dos mujeres y un hombre, Dos mujeres, Paseo del Santo Oficio, Asmodea, El perro semihundido y La escritura. Tanto las estancias como las pinturas eran más luminosas. Goya había reservado las obras más oscuras y tremendas en la planta de abajo, donde estaba el comedor, como, El gran cabrón, La Leocadia, Dos mujeres, Saturno, Dos viejos, Judith y Holofernes y La romería de San Isidro.
Diversidad de interpretaciones
Las interpretaciones de las pinturas negras son tantas como los intérpretes. La mayoría de los expertos coinciden en que muchas de las escenas caricaturescas escabrosas y sombrías que presenta Goya en su quinta son un reflejo de la soledad e, incluso, de la angustia del propio pintor, siendo muchas de ellas elevadas a alegoría de los males que aquejan a la condición humana.
Las obras murales de Goya, marcadas por un gran hermetismo, fueron hechas en un periodo marcado por el llamado “Romanticismo oscuro”, cuyo leitmotiv son los monstruos, las apariciones fantasmagóricas y los sueños. La escabrosidad y la ácida denuncia de las pinturas negras, no obstante, tienen su antecedente en la serie de grabados que Goya realizó durante el siglo XVIII.
Además, al indagar en la pintura contemporánea de Goya, es posible hallar escenas oscuras y enigmáticas, como las que el pintor español plasma en su quinta, en los cuadros de su contemporáneo Johann Heinrich Füssli (1741-1825).
Las representaciones del diablo en las pinturas negras
Las pinturas negras tienen un estilo particular y único que se caracteriza por su modernidad compositiva, así como por un predominio de tonalidades oscuras. Dicha oscuridad, que les confiere un aire de irrealidad y un tono marcadamente pesimista.
Una de las figuras más llamativas representadas en las pinturas es la del diablo. A través de ella, Goya explora diversos temas como, la brujería, la superchería, el miedo, la oscuridad y la crítica social. En la pintura de Asmodea, por ejemplo, el pintor aragonés representa una figura con aspecto de demonio, posiblemente inspirado en la leyenda de Asmodeo.
Las pinturas negras constituyen el culmen de la productiva carrera de Goya y, a su vez, son una prueba de su versatilidad y asombrosa evolución como pintor. Actualmente, las obras murales están resguardadas en el Museo del Prado y se encuentran entre las más destacadas del autor.
A través de su trabajo, Goya nos invita a explorar las profundidades de nuestra propia humanidad, recordándonos que, en última instancia, todos llevamos un poco de «diablo» dentro de nosotros.
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