Curiosidades
Posguerra

El oficio indispensable de la posguerra que se dio por extinto hace muchas décadas en España

La posguerra transformó profundamente el mundo rural en España. En un contexto de aislamiento económico y falta de recursos industriales, el campo asumió funciones que hoy resultan difíciles de imaginar. Para suerte de los contemporáneos a esta dura época, el monte proveyó actividades relacionadas con la vivienda o la ganadería, dando lugar a oficios hoy olvidados.

En ese escenario de posguerra, algunos trabajos se mantuvieron activos hasta bien entrados los años 50 y 70, cuando las infraestructuras modernas y los nuevos materiales provocaron su abandono. En la misma línea, el oficio que estamos por desvelar fue imprescindible para la vida diaria en amplias zonas del interior peninsular.

¿Cuál fue el trabajo esencial para la posguerra rural española y que hoy no existe?

Durante la posguerra, la madera y sus derivados tuvieron un valor estratégico. En zonas como la Sierra de Segura, donde incluso existe un curso fluvial llamado río Madera, el monte proporcionaba recursos que se transformaban mediante técnicas tradicionales.

Allí nacieron los pegueros, un oficio hoy desaparecido, ligado a la obtención de alquitrán vegetal a partir de la resina del pino. Para ser más específicos, consistía en recoger los restos de resina que los resineros profesionales dejaban atrás o que caían al suelo durante el proceso de recolección.

Este trabajo no se realizaba de forma continua, sino en campañas, normalmente en primavera y otoño. La dureza física y la dependencia del clima marcaban el ritmo de una actividad que exigía resistencia y conocimientos transmitidos de generación en generación.

En muchas aldeas existían una o varias instalaciones destinadas a esta labor, integradas en el paisaje y en la economía local de la posguerra.

Este material era posteriormente tratado en los hornos o «pegueras», estructuras rudimentarias hechas de barro y piedra. El proceso era laborioso. Los pegueros construían un horno en el monte donde colocaban capas alternas de madera y resina.

El horno se sellaba para limitar el oxígeno y permitir una combustión lenta, de modo que la resina se derretía sin llegar a quemarse. Tras varios días de cocción, el producto final, conocido como miera o pez, era extraído y enfriado para su uso. Este debía removerse constantemente para evitar grumos.

Pedro Mañas, uno de los últimos pegueros, recordaba en declaraciones a medios locales cómo, tras varias jornadas de trabajo, se extraían entre 20 y 25 arrobas de alquitrán por cada ciclo.

La peguera y el proceso de obtención del alquitrán vegetal

El centro de este oficio era la peguera, un horno circular construido con tierra, piedra y barro, donde se sometían a combustión controlada los restos de madera resinosa. La materia prima principal era la tea de pino, especialmente rica en resina, junto con residuos de la resinación conocidos como testerones, una mezcla de resina, tierra, acículas y cortezas.

El trabajo se realizaba en condiciones extremas de calor. Según el propio Mañas, el desgaste físico era considerable y acortaba la vida laboral de quienes se dedicaban a ello.

En la posguerra, sin embargo, la falta de alternativas obligaba a compaginar esta actividad con otras tareas agrícolas para poder subsistir.

Así se usaba la pez en la economía de la posguerra

La pez vegetal se utilizaba como impermeabilizante en viviendas, cubiertas y construcciones rurales. También era fundamental para sellar botas de vino, odres y recipientes de cuero, evitando pérdidas en un momento en el que cada recurso contaba y no podía desperdiciar ni una gota.

En la ganadería, la miera servía para marcar reses sin causarles daño y para tratar afecciones cutáneas del ganado. Además, su uso se extendía a embarcaciones de madera y otros elementos expuestos a la humedad.

Esta versatilidad convirtió a la pez en un material básico en la economía de subsistencia característica de la posguerra española.

Del abandono al recuerdo: ¿Por qué se extinguieron los pegueros?

La desaparición de este oficio se produjo de forma progresiva a partir de los años 70. La mejora de las carreteras, la llegada de materiales derivados del petróleo y los nuevos sistemas de impermeabilización hicieron innecesaria la producción artesanal de alquitrán vegetal.

En la posguerra tardía, muchas pegueras quedaron abandonadas y el conocimiento dejó de transmitirse.

Hoy apenas quedan testimonios directos de quienes ejercieron este trabajo. En algunas regiones con tradición forestal persisten restos de hornos y demostraciones puntuales con fines etnográficos.