España

Vicente Gil: «Sánchez no desentonaría con el uniforme del general golpista de Níger»

Permítanme que me centre, hoy, para empezar, en un aspecto que puede parecer anecdótico de la sesión de investidura, pero que no lo es: la imagen de esa diputada de ERC sacándose un moco en el pleno. Sí. Un moco. Perforando la nariz en un escorzo corporal casi imposible hasta conseguir su objetivo mientras la televisión del Congreso le enfocaba e imaginamos que, como nosotros, la estaban viendo todas sus señorías.

Señoría es, según la RAE: «Tratamiento que se da a quienes corresponde por su dignidad, como jueces o parlamentarios». ¡Por su dignidad! En fin, ¿qué les puedo decir? Aún recuerdo a José Bono como presidente del Congreso (en aquel PSOE que ya no existe… unos «antiguos», que les llama Iceta) pidiendo a los diputados que fueran con corbata. La educación empieza por el respeto y el decoro va incluido. En general, las nuevas generaciones de parlamentarios que ha traído la «nueva» política son muy lamentables en todo esto… también. Nivel paupérrimo.

En el caso de los de ERC y demás bolivarianos y ultras, socios del PNV de Aitor Esteban, sacarse un moco en el Congreso de los Diputados, donde reside la soberanía nacional de España, debe de ser considerado un acto revolucionario y reivindicativo. La mezcla de pinganillos y mocos resume bien a qué han venido los socios de Sánchez a Madrid: a burlarse de nosotros y de nuestras instituciones.

Únanle a la escena del moco independentista, la del gorila parlamentario de Sánchez, Óscar Puente (un día sacaremos todas las fotos del yate…) y la del matón Viondi del PSOE de Madrid agrediendo a Almeida, que es lo que hizo. Esta es el atraso histórico de la izquierda española y del PSOE con Zapatero y Sánchez respecto al que dejaron Felipe y Guerra. Una izquierda guerracivilista, cargada de odio, que se asemeja a aquel PSOE violento y golpista de la República. Juan Lobato ha hecho muy bien y ha sido muy rápido echando a este mostrenco, que iba presumiendo por ahí de ser amigo de Sánchez y jugar al basket con él. En el PSOE, muchos miran no sólo a Page. También a Juan Lobato.

Mientras vuelve un PSOE democrático de verdad, tenemos esto de ahora. Mañana volvemos al Congreso. Segunda votación. Mayoría simple necesaria, que no llegará porque de dignidad -precisamente- no existe hoy en la bancada socialista. Feijóo no será investido, salvo colosal sorpresa.

Feijóo ha convencido mucho dentro y fuera del PP, a derecha e izquierda. La sesión de investidura le ha doctorado como líder del partido. La licenciatura ya la tenía. Quizá no hacía falta, pero ahí queda su brillante actuación parlamentaria de estos días. Ahora toca rematarla el viernes. Que no pase como con el debate de Atresmedia en la campaña. El PP se durmió en los laureles, creyó que ya estaban ganadas las elecciones y se ausentó la última semana.

Atentos en Génova, además, porque Sánchez puede pedir la palabra en cualquier momento, aunque teme debatir con Feijóo desde aquel cara a cara y ahora prefiere guardar silencio para no meter la pata y molestar a Puigdemont. Aunque chulo, el personaje, lo es. Está claro.

La amnistía está en marcha. Les cuento. Nos consta que los magistrados socialistas del Tribunal Constitucional se están reuniendo en conciliábulo con el embajador de Sánchez en el tribunal, que es su presidente, Cándido Conde-Pumpido. ¿De qué hablan dejando al margen en esas comidas y cafés a los magistrados cercanos al PP?

¿Están coordinándose con los fontaneros jurídicos del Gobierno para hacer la ley de amnistía? ¿Es aceptable que se estuviera redactando -de ser así- una amnistía de acuerdo con los magistrados del Constitucional? ¿No está el Consejo de Estado o el CGPJ para las cuestiones consultivas? ¿Estaríamos hablando de posible prevaricación de ocurrir así?

Da igual. Al jefe mudito de la banda, Pedro Sánchez, y a su gorila parlamentario, Óscar Puente, la ley es un estorbo. Sánchez convocó las elecciones generales saltándose la Constitución, sin previa deliberación del Consejo de Ministros. A Sánchez le pones el uniforme del generalote ése que ha dado un golpe de Estado en Níger y no desentona. Lo que está a punto de perpetrar -como continuación de la sedición y la malversación- es algo parecido, pero sin uniforme ni gorra. Un golpe de estado.

Por eso, la manifestación del 8 de octubre en Barcelona es importantísima. Como la del 8 de octubre de 2017 contra aquel otro golpe de estado de Puigdemont, que Sánchez -el amigo de los golpistas- pretende ahora borrar. Millones de catalanes silenciados y arrinconados salieron a la calle y llenaron Barcelona en cuanto vieron por allí a la Policía y la Guardia Civil, poniendo orden y eliminando, por unos días, el mundo al revés en el que viven desde hace décadas. Sólo necesitan no sentirse solos. Hay que ir a Barcelona. Desde donde sea para decirles: «No estáis solos», «estamos con vosotros», «Cataluña es España y lo seguirá siendo». Lo necesitan. Necesitan nuestro cariño, apoyo y esfuerzo.

La pregunta es: ¿irá Feijóo? ¿Debe ir el presidente del PP a acompañar a esa masa de catalanes silenciados por la dictadura nazi del independentismo? El PP de Madrid de Ayuso se va a movilizar y el del resto de España debería hacerlo también. Como va a hacer Vox, con Santiago Abascal al frente.

La manifestación de Madrid elevó, sin duda, la autoestima herida -el 23J- del líder del PP. Le costó recuperarse del mazazo. Nos consta. El revulsivo de la manifestación de Madrid para acudir al Congreso esta semana fue oportunísimo. Y su obligación es liderar, no sólo en el Congreso o en una campaña electoral, a toda esa masa social de ciudadanos que no aceptan lo que estamos viviendo y lo que queda por venir.

Liderar. Nadie lo pone en duda en el PP y más después de esta semana. Pero, más allá del PP, millones de españoles necesitan -con la inteligencia, mesura y firmeza que lo ha hecho Feijóo en el Congreso y que forma parte de su idiosincrasia- que alguien les guíe y les una en el objetivo de acabar con un golpista como Sánchez y sus socios.

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