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Tribunales

Los indultos incumplen las 3 condiciones que Tomás y Valiente fijó para que no fueran arbitrarios

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha traicionado la memoria del catedrático y presidente del Tribunal Constitucional, Francisco Tomás y Valiente, al indultar a los condenados por sedición en el ‘procés’. El que fuera presidente del Tribunal de Garantías fijaba tres condiciones indispensables para que un indulto no fuera arbitrario: que lo solicitara el reo, que se arrepintiera del delito y que se acatara la Constitución Española. Los nueve condenados por el procés ahora indultados no cumplen ninguna de esas tres condiciones.

Tomás y Valiente fue muy claro al respecto, y no hace falta más que recordar las palabras de esta víctima de ETA en el artículo que publicó sobre cuáles eran los límites del Derecho al indulto: «Desde la ley de 1870 está dispuesto que, tanto el tribunal sentenciador como el Gobierno han de tener en cuenta en la solicitud muy especialmente las pruebas o indicios de arrepentimiento del delincuente-recluso que lo solicite. Si el arrepentimiento consta puede concederse el indulto. Si no, no».

Visto lo anterior, tiene difícil explicación la concesión de esta medida de gracia por parte del Ejecutivo, pues ninguno de los condenados ha expresado su arrepentimiento públicamente. Es más, han afirmado que la condena del Tribunal Supremo es un fallo político.

Tomás y Valiente, en ese mismo artículo, también aseveró: “Si sucede que el recluso, ni solicita personalmente el indulto, y desde luego, no ha manifestado su arrepentimiento, en relación con su conducta delictiva y reincidente y no ha acatado la constitución contra la cual se rebeló, la denegación del indulto es una consecuencia jurídica lógica y debida. Que nadie invoque el ejercicio de virtudes como la clemencia o la generosidad, porque aquí ya no se trata de eso”.

Arrepentimiento

Así, con respecto al arrepentimiento que solicitaba una de las mentes jurídicas más privilegiadas que ha tenido España, el principal condenado del ‘procés’, el ex vicepresidente de la Generalitat Oriol Junqueras siempre ha mostrado su falta de este.

Junqueras dijo, literalmente, en una carta a la militancia tras la sentencia: «Volveremos y volveremos más fuertes. Somos la generación que hemos nacido para ganar. Somos la semilla de todas las victorias. No tengáis ninguna duda, volveremos y ganar».

Y agregó: «Hoy la democracia en España ha quebrado y sus poderes ejercen la venganza porque no entienden de justicia, de política ni de procesos democráticos. Demuestran una vez más que la unidad del Reino de España está por encima de cualquier cosa, incluso, de la reputación internacional y, probablemente, de la supervivencia de su propio estado».

Legalidad

Con estas afirmaciones del puño y letra del líder independentista se abre la caja de Pandora. ¿Puede el Gobierno otorgar un indulto a aquéllos que no sólo no se arrepienten de haber cometido el delito, sino que se ratifican en él? ¿Puede el Gobierno de un estado genuflexionarse ante aquéllos que han demostrado que no se arrepienten sólo por perpetuarse en el poder? Pues sí, puede y lo ha hecho.

Voces autorizadas

El Gobierno despreciado a una de las voces más autorizadas del socialismo, pero no ha sido a la única que el Ejecutivo de Sánchez ha ninguneado. Eligio Hernández, fiscal general del Estado con Felipe González, magistrado, miembro del Consejo General del Poder Judicial y ex diputado del PSOE en Canarias también se mostró absolutamente contrario a la concesión de los indultos en una entrevista con OKDIARIO.

Preguntado por lo que ha hecho Sánchez, Hernández aseveraba: «Pedro Sánchez ha traicionado la tradición del PSOE, que, haciendo gala de la “E” de español, desde su fundación el 2 de mayo de 1879, ha defendido siempre a ultranza la unidad de España, y ha combatido políticamente, sin tregua, al nacionalismo secesionista».

Y Hernández lanza una advertencia sobre las consecuencias de haber concedido los indultos: «La concesión del indulto no va a lograr el apaciguamiento y la concordia en Cataluña que blasona el presidente del Gobierno. El nacionalismo dentro de un Estado no se puede apaciguar porque tiene una meta extremadamente alta e imposible de conseguir sin un enfrentamiento directo: la independencia».