Débiles operaciones (aún) para cargarse a Sánchez
Todos los días un plátano. Todos los días un tuit, todos los días el recuerdo de un artículo de Constitución. El último de Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, es el 14 que reza así: «Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social». El recuerdo está conscientemente bien traído en los días en que, según parece, Pedro Sánchez ha ofrecido con pólvora del Rey, o sea con nuestro dinero general, llenar los bolsillos de los catalanes separatistas y, encima, apaciguarles con la promesa de un nuevo Estatuto refrendado sólo en el antiguo Principado.
Las noticias próximas que llegan al cronista refieren la intención de Page de denunciar, de forma indirecta (los tuit) o de forma directa la enunciación de las generales de la ley, de abortar el pacto con comunistas e independentistas que tiene articulado el secretario general de su partido, Pedro Sánchez. Es más: si estas informaciones son exactas se puede asegurar que Page se muestra, como en la Mili antigua: «apto y dispuesto para todo servicio», lo que es tanto como suponer que no se descarta para nada, tampoco para el momento en que Sánchez -cosa que no va a suceder- se marchara voluntariamente por donde ha venido. Pero eso no va a ocurrir. En Cataluña, por ejemplo, los analistas más fluidos de juicio y sobre todo los empresarios, dan por cerrado el pacto de investidura. Prácticos como todavía lo son algunos, dicen: «Va a haber pacto porque les conviene a las tres partes, incluso al PP».
Cara a una vuelta al Gobierno a medio plazo, Pablo Casado, morigerado como nunca, parece de acuerdo con este diagnóstico e, inteligentemente, se ha lanzado a entrometerse en los debates del propio PSOE; están ciertos en que pronto habrá Gobierno. Y continúan con su estrategia: primero fue Alberto Núñez Feijóo el que apuntó en esta dirección y ahora lo ha sido el presidente andaluz, Juanma Moreno Bonilla. Ambos no han salido a la palestra por las buenas sin antes haber consultado la táctica; lo han hecho no solo para introducir en el PSOE las marxistas contradicciones objetivas, sino para que todo el mundo se entere: el PP no irá con Sánchez ni a recoger una herencia. Eso ha quedado claro en la reunión que Casado ha mantenido con todos sus cuadros en Madrid. «No más idas y venidas, no más informaciones ambiguas, ha venido a decir: ‘Sánchez no va a contar en ningún caso con nuestra ayuda para conseguir la investidura’». En el PP no hay dudas: pronto habrá Gobierno, pero no renuncian a embarrar el campo de juego.
Desde luego, el panorama se le está ensuciando al aún presidente desde la oposición y también desde su propio partido, donde las gentes como el citado Page se la cogen con papel de fumar, pero no dejan de mostrar su descontento, distanciamiento mejor, con el pacto «frankestein» al que propende Sánchez. Los barones de uno y otro partido están empleándose a fondo. Moreno Bonilla en el PP está más reforzado, sobre todo desde que su vicepresidente en la Junta de Andalucía, Juan Marín, ha apostado nítidamente por la unión del centroderecha. ¿Abre esa declaración las puertas a una fusión de Ciudadanos con el PP? Ciudadanos, en permanente depresión, desde luego no está para nada. Fíjense cómo se siente ya arrumbado a los altos del hemiciclo del Congreso con sus diez escaños esqueléticos pegados a los veintiún del Grupo Mixto.
Por tanto, que nadie descarte esa operación, aunque, de existir, está todavía muy blanda, en sus principios. En el otro lado del espectro Page espera su hora. Alguien, que conoce bien sus movimientos me transmite una reciente confesión del presidente manchego: «Cualquier operación de recambio es precipitada mientras no hay metástasis», o sea, hasta que la necesidad de una sustitución haya anidado con fuerza en el PSOE. Por aquí, acá y acullá se adivinan operaciones de todo tipo destinadas a impedir lo que sin embargo ahora mismo, ya vueltos a reunir los socialistas más incapaces con los voraces lobeznos del independentismo, parece incontrovertible, seguro: el pacto social-leninista-separatista.
Mucha prisa tiene Sánchez en que se formalice el acuerdo viendo como otro de sus aliados, el PNV, se la está metiendo en el cuerpo, no en vano el día 17 se conocerá la sentencia que condenará con toda certeza al PNV alavés por todas las corrupciones posibles. Los ERES del PNV se llaman «Caso De Miguel». Sánchez, conmilitón, les tratará mejor que otros candidatos. De aquí, la prisa. EL PNV, en todo caso, cambiará de aliados si llega el caso. Su lealtad es de plastilina. Utiliza a Sánchez pero no desdeña operación alguna. No son valientes gudaris; son milicianos mercenarios.
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