España
Entrevista

Carmen Iglesias, académica: «No conocer la historia de España disuelve la nación y lleva al caos»

Es catedrática, directora de la Real Academia de la Historia y académica de la RAE

Carmen Iglesias es una de las intelectuales españolas más respetadas de este siglo. Catedrática de Historia de las Ideas Morales y Políticas en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y catedrática de Historia de las Ideas y Formas Políticas en la Universidad Complutense de Madrid (1984-2000), es miembro de número de la Real Academia de la Historia y académica de la RAE desde el año 2000 con la silla E, que quedó vacante tras la muerte de Gonzalo Torrente Ballester. Carmen Iglesias se convirtió de este modo en la tercera mujer académica viva en la institución, junto a la escritora Ana María Matute y la bioquímica Margarita Salas. Acumula más de doscientas publicaciones y numerosos premios, como el Nacional de Historia de España o el Montesquieu.

En el año 2014 fue elegida directora de la Real Academia de Historia, siendo así la primera mujer en ocupar el cargo en los casi trescientos años de vida de la institución. Yendo atrás en el tiempo, 1991, cuando ingresó como académica de número de la academia, fue la única mujer sentada en el estrado y la segunda en la historia de la institución tras Mercedes Gaibrois y Riaño en 1935.

Fue y es una mujer luchadora. Siempre en busca de la excelencia. Le apasiona enseñar; y, en ese buen hacer, fue profesora de Historia del hoy rey Felipe VI, de quien recuerda con una sonrisa su ilusión por aprender.

Ella, que sabe de educación, considera «una barbaridad» los planes educativos que han acabado con la Filosofía y la Historia de España anterior a 1812, dejando dos pinceladas someras para los que tengan la suerte de recibirlas. Toca entender las Cortes de Cádiz sin estudiar primero a los Reyes Católicos. Adiós a los godos, visigodos, omeyas, Reyes Católicos, califatos, conquistas, reconquistas, América, Sicilia, Nápoles, Flandes… También a entender por qué Toledo fue «la ciudad de las tres culturas», por qué Madrid tiene callejuelas estrechas y una plaza Mayor, la fortaleza de Cáceres, la Córdoba del siglo XI en la que hubo una princesa omeya llamada Wallada que prescindió de tutela masculina y del uso del velo, y abrió un salón literario en su palacio.

Camino del «caos»

Escondidas quedan también la posterior grandeza y hazañas de la España de los Austrias, el complot del Escorial o el tratado de Fontainebleau. Tanto y tanto. Eso sí, «los saberes básicos se agrupan en tres bloques: Sociedades en el tiempo, Retos del mundo actual y Compromiso cívico». Por cierto, sólo recordarles que nada de estudio cronológico (no vaya a ser que se aclaren los chicos). Al parecer, estudiar los acontecimientos por orden es muy «academicista». ¡Ah! Y por si los chavales no estudian o se saturan, que no sufran, se contempla que podrán graduarse y pasar de curso con dos suspensos. Así las cosas, adiós al conocimiento, a las lecciones propias de él; en definitiva, a la cultura. «No conocer la historia de España disuelve la nación, crea sombras planas. Lleva al caos como en el que estamos», afirma Carmen Iglesias.

Ese no estudiar, no saber, lleva a no cuestionar, a carecer de criterio propio, de lecciones, de pistas con las que manejarse uno mejor en lo que quiera que acontezca (que no hace falta que le diga que terminará siendo parecido a lo que ya sucedió en algún momento de la historia). Mundo errático de individuos sin cimientos. Ella, con su voz dulce, tono mesurado y educación exquisita, es rotunda: «Los estudiantes aprenden instruyéndolos en el esfuerzo propio y, por supuesto, en el conocimiento que se logra a través de unos contenidos y no a través de metodologías impostadas».

Asevera Carmen Iglesias que la pérdida o frivolización de la historia conduce a despojar al presente de todo significado, a que no vaya más allá de la superficialidad del divertimento y del buen rato pasado. Vivir el presente. Fiesta. Goce, que tampoco es que esté mal (puede incluso estar muy bien), si uno anda vestido de algo de conocimiento. ¡Vamos!, sabiendo qué, cómo, cuándo y por qué.

Vuelta al mérito individual

Carmen Iglesias señala la sustitución del mérito individual por el de la adscripción a un grupo (grupos tribu en los que se pierde el individuo). Lo aborda en su libro El carácter es el destino, maravilloso aforismo de Heráclito.

Le habría gustado conversar con Cervantes, trabaja infatigablemente, siempre con una sonrisa, la misma con la que recuerda sus manifestaciones reclamando los derechos de los animales y la igualdad de las mujeres en una España en la que no podían abrirse una cuenta corriente o divorciarse.

Ha analizado y derribado los mitos y falsedades que han teñido de fatalismo la historia de España, en aras de una interpretación más veraz, objetiva y libre de prejuicios. Lo hizo en No siempre lo peor es cierto. En El carácter es el destino define a los políticos como dragones (seres que engullen) y reconoce que hace meses que se han traspasado los límites en la tensión entre lo jurídico y lo político. «Las intervenciones en el Tribunal Constitucional por parte de políticos son una muestra de ello», dice. Recuerda cuando se dijo que Monstesquiu había «muerto». Cree que ha faltado educación política y constitucional.

Viendo el devenir humano, recuerda la maravillosa cita del novelista inglés Le Carré con la que aseguraba: «Hay que ser un héroe para ser simplemente una persona decente». Y, como héroes de hoy parece que relucen pocos, dedica un capítulo a las criaturas de ficción que se pueden convertir en héroes, como el archiconocido Alatristre de Arturo Pérez-Reverte. Con este soldado veterano de los Tercios de Flandes que malvive como espadachín a sueldo en el Madrid del siglo XVII explica la diferencia entre leal y fiel.

También aborda las autonomías y el sentimiento de agravio; la concordia y la amistad civil, aquélla que se estableció con la Constitución del 78 y que hoy, después de un tortuoso camino hacia la discordia, anda pérdida no se sabe dónde.

Una delicia escucharla. Tanto como leerla.