¡Tormenta comunista!
«Los especuladores son una consecuencia y no una causa de los precios altos». John Maynard Keynes
La nueva Ley de la vivienda proclamada a pulmón abierto por unas izquierdas que le ven las orejas al lobo en la cercanía de los comicios electorales, sigue demostrando que las medidas electoralistas y los egos personales tienen un impacto realmente exagerado e innecesario en la vida de millones de personas asentando para variar esa eterna lucha entre aquellos que defendemos férreamente la libertad y que se nos denomina neoliberales, y aquellos que pretenden imponer sus normas creyendo aferrados a su engreimiento que unos pocos son capaces de orientar la vida de muchos, véase socialdemocracia. Más al extremo nos encontramos los que incluso somos antisistema, aquellos que creemos que el poder es corruptible y por ende es un fallo hacia el libre mercado y la competencia perfecta. Del lado opuesto tenemos aquellos que simplemente por odio al sistema y sentir la necesidad de expoliar la propiedad privada para ponerla a disposición de todos practican el comunismo.
Hoy en día la extrema izquierda está demostrando la hipocresía de dicho comunismo, abanderado por aquellos que alardean de comunistas y que han obtenido menos del 10% de los votos en las pasadas elecciones generales, éstos últimos parecen llevar la voz cantante en una guerra de gallos en la que Pedro Sánchez hace lo que mejor sabe hacer; ¡sobrevivir mientras pasa desapercibido! En eso y en mentir, claramente es el mejor. ¿Y qué es lo que me hace afirmar que el comunismo es hipócrita? Simplemente ver como a quien defiende el todo para todos se le cae la careta dejando en evidencia sus aspiraciones personales por encima del colectivo, así la revolución del proletariado terminó siendo en esencia una revolución para cambiar de manos el poder, no lo olviden. Vamos, el ¡quítate tú que me pongo yo! de toda la vida. Pero en resumidas cuentas el comunismo ha demostrado que lo de «todo para todos», se convirtió en todo para mí, y lo que sobra para el resto que me apoye. El comunismo crece al calor de la miseria, convirtiendo el Estado en necesario a través de la necesidad. El capitalismo en libertad, nace y crece del dogma de la acción humana, es decir, del hecho de creer en la ambición humana y de hacernos confiar en nuestras posibilidades en lugar de victimizar constantemente a los ciudadanos.
Esta batalla ideológica parecía haberse superado tras la caída del muro de Berlín, y más aún con el recuerdo reciente del desastre que gobiernos comunistas han hecho en América latina. Sin embargo, pese a todo ello, la ideología comunista no muere quedando siempre al acecho de una oportunidad que si el señor Sánchez hubiera cumplido con sus promesas electorales, habría enterrado la semilla comunista en pro del bien común en vez de dar un altavoz a quien no debía y se lo está comiendo en popularidad. Cría cuervos y te sacarán los ojos, dicen. Y es que la batalla por el poder de la izquierda abierta por Yolanda Díaz demuestra que el comunismo vive más del ego y de la ambición personal de cada uno de ellos, que de la generosidad y la gratitud, nada nuevo, ¿verdad? La traición de Yolanda a Podemos ha reventado a la izquierda con la ambición de pasar del ‘Sanchismo’ al ‘Yolandismo’ con un invento electoral que en vez de denominarse SUMAR, debería denominarse DIVIDIR. ¿Ahora entienden lo que comprendo por hipocresía?
Y no satisfechos con tal realidad, se toman la libertad de pegarse un altavoz a la boca con la Ley de vivienda provocando un estruendo que por repetición busca ser verdadero. La Ley de la vivienda en una sarta de ideas que jamás ha demostrado ser eficaz en el tiempo (ni en Suecia, ni tampoco en Barcelona) y que de ninguna manera atacan al corazón del problema, que es la falta de oferta. Y ahí tenemos a Pedro, viendo que la primera línea mediática está centrada en enfocar a otros personajes de la izquierda, y como no lo soporta, se ha sacado de la chistera una idea de Podemos que el propio PSOE ha negado en reiteradas ocasiones. ¡50.000 nuevas viviendas de la Sareb! gritaba el Sanchismo. Pues bien, lo primero que se debe saber es que la Sareb es un nido de porquería inmobiliaria que nadie quiso en su momento, que dispone de una cartera de activos que únicamente el 4% están en zonas calientes como Madrid y Barcelona. ¿El resto? repartido en zonas rurales o urbanas de menor población y relevancia para subsanar el actual problema de falta de oferta. Y tan anchos se quedan aportando una «no solución» para nuestros jóvenes; ¿quieres una casa digna? por supuesto, pero a dos horas de tu trabajo. Aunque oye, no voy a negar que es al menos una medida que a priori sí podría atacar el corazón del problema. ¿Acaso no es la Sareb la encargada de monetizar alquilando o vendiendo estos activos para que los contribuyentes recuperemos los impuestos que rescataron a la malvada Banca? Es decir, que la propuesta de Sánchez no es más que el reflejo de la propia incompetencia del Estado, demostrando que la SAREB no ha hecho su trabajo en una década.
Como decía Keynes, el libre mercado carecía de sentido por un fallo en la competencia perfecta. De manera realista se resignaba a pensar que con el poder es muy complicado tener competencia perfecta y por ende, el mercado nunca será libre y será siempre intervenido. Así que puestos a intervenir, hagámoslo con políticas fiscales o políticas monetarias. Fue Hayek el que ganó la batalla ideológica demostrando en los ‘80 que cuando el Estado no da más de sí, hay que dejar en manos de la acción humana la economía. Y aquí es donde aparecieron mi querida Margaret Thatcher y Mr. Ronald Reagan, tal vez resignados a comprender que la existencia de poder únicamente podrá romperse con una revolución liberal, lo cual podría ser lo adecuado pensando en la alternancia ideológica para evitar que la codicia provocada por el intervencionismo especulativo monetario en época de la burbuja termine condicionando el buen uso, que de otro modo el mercado en libertad y competencia perfecta, haría de la economía. Francamente, he de felicitar al presidente del gobierno, no pensaba que pudiera superarse en sus mentiras, tan ávidas de poder que dejan a este país bajo el peor atentado que se recuerda a nuestra joven y tan ansiada democracia con más panem et circenses que nunca.
Me invade la tristeza, intentan dilapidar este maravilloso país. ¿Vamos a dejarles?
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