Economía
Análisis

Inflación: la culpa es del Banco Central Europeo

«La inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario». Tal la tesis central de los libros de Milton Friedman, premio Nobel de Economía en 1976. Esto nos dice que, aunque no de manera lineal, la evolución de los precios viene determinada por la cantidad de dinero. Si bien puede haber hechos que, en el corto plazo, alteren la dinámica de los precios (sequías, guerras, impuestos, etc.), no pueden crecer todos los precios al mismo tiempo de manera sostenida si no hay antes un aumento de la cantidad de dinero.

Esto tiene una conclusión fundamental: los bancos centrales son los únicos que pueden «crear» inflación, pues son los que tienen el monopolio de la creación de moneda.

El Banco Central Europeo vino tomando medidas para aumentar la inflación desde 2013: bajó el tipo de interés de referencia cinco veces, hasta dejarlo en 0%, hizo varias rondas de préstamos a bancos comerciales para que estos concedieran créditos, y se lanzó a comprar bonos de empresas y gobiernos. Por estos conceptos creó de la nada casi 6 billones de euros (12 ceros después del 6), equivalentes a casi el 60% del PIB de la eurozona de 2013.

Como enseña la historia, tras años de emitir dinero, la inflación aumentó. El IPC de la eurozona, que en 2013 creció 0,8%, en los últimos 12 meses a febrero lo hizo 5,8%. Aunque el objetivo del BCE es el 2%, el país de la zona euro con inflación más baja, Francia, tiene una que es el doble de esa meta (4,1%). En otros 9 países del área, entre ellos España, la inflación más que triplica el objetivo del BCE. En Lituania y Estonia, la misma se mide en cifras de dos dígitos.

Es cierto que hay una guerra en Ucrania. Pero Putin no había movido ni un soldado y la inflación media de la eurozona, en octubre último, ya duplicaba el objetivo del 2%. En el BCE actuaron como si fueran capaces de subir la inflación desde 0,8% a 2% y luego dejarla en ese nivel. Una pretensión de omnipotencia que ahora pagamos todos.

En su página web, el BCE dice que «nuestra función principal es mantener la estabilidad de precios. Para ello aseguramos que la inflación sea baja, estable y predecible». El fracaso no puede ser mayor. Si se aplicara la misma lógica que en el fútbol, hace varios «partidos» que toda la dirección del BCE debería haber sido despedida por los malos resultados.

No conformes con habernos metido en este caos inflacionario, no conformes con haber prometido que se trataba de un repunte apenas «temporal», el BCE quiere que paguemos gustosos el precio de su temeridad. Por ejemplo, el gobernador del Banco de España, señor Hernández de Cos, acérrimo defensor de esta política monetaria calamitosa, no tuvo mejor idea que decir que «empresas y trabajadores deben repartirse las pérdidas», pues «no podrán mantener sus rentas». El BCE imprime 6 billones de euros, desata la inflación y encima nos riñe por no querer aceptar pasivamente sus malas decisiones.

No estamos sólo ante un problema económico. El comunista Lenin dijo en su día: «Si quieres destruir la burguesía, destruye el dinero». Pese a que, sin vergüenza alguna, su web dice que «trabajamos para que con tu dinero puedas comprar mañana las mismas cosas que hoy» (aunque lleva años trabajando para subir la inflación, precisamente lo contrario de lo que promete), el BCE está destruyendo nuestro dinero. Y al debilitar adrede al euro, va carcomiendo uno de los pilares de nuestro sistema de libertades: un dinero sólido.

Sea cual fuere la evolución próxima de los precios, es hora de plantear que la arquitectura monetaria de la zona euro debe revisarse a fondo. El dinero de 344 millones de personas no puede seguir estando en manos de un pequeño grupo con ideas contrarias al progreso y que consigue pésimos resultados en su labor.