Economía
OPINIÓN

¡España no se vende!

«¿Cómo describes a un comunista? Es alguien que lee a Marx y Lenin. ¿Y cómo describes a un anticomunista? Es alguien que entiende a Marx y Lenin», Ronald Reagan.

Podríamos pensar que el súbito surgimiento del liberalismo clásico entre el siglo XVII y XIX en occidente fue una espuria y breve erupción de gloria en los anales de la historia pasada; sin embargo, la libertad triunfará con el tiempo debido a que ella y sólo ella es compatible con la naturaleza del ser humano. Únicamente con la libertad podemos alcanzar la prosperidad y por ende la felicidad, porque es verdadera y porque es la política correcta para la humanidad y es que nos guste o no estamos atrapados por la era industrial, mis queridos lectores, bienvenidos a mi tribuna de opinión semanal.

Fue la revolución industrial la que rompió siglos de feudalismo que antaño atrapara a la humanidad en el mantra del autoritarismo y la tiranía. El régimen agrario era algo mejor que la esclavitud, los súbditos coreaban para sus señores a cambio de subsistencia, como el amo que les da de comer. En parte por tener mínimos de subsistencia y en parte por no conocer nada mejor.

Pero la oscura época feudal tropezó con las letras, la filosofía y el pensamiento liberal, hasta traernos la gloriosa revolución industrial, una época que trajo la mayor era de paz y prosperidad del ser humano. El cambio en el régimen de autoridad sobre un sistema basado en las monarquías feudales al estatismo, trajo cosas buenas pero también cosas negativas.

Y es que el estatismo se ha hecho camino en el siglo XX bajo una lucha de poder que ha cambiado la autoridad feudal por otro tipo de régimen autoritario, como el fascismo y el comunismo. Todos ellos, modelos de control sobre la sociedad y dominio del poder que han devuelto la violencia en forma de dos guerras mundiales, en la oscura época del siglo XX que se comprende entre 1914 y 1945.

El estatismo es un cáncer de maldad, abuso e injusticia social, pero afortunadamente, nos guste o no, como les decía al inicio, estamos atrapados en el bienestar que nos trajo la revolución industrial. Solamente la libertad y el libre mercado pueden administrar una economía industrial. Si bien la libertad económica y social habría sido deseable y justa en un mundo preindustrial, en la era industrial es además una necesidad vital ya que en una economía industrial el estatismo sencillamente ¡NO funciona! Y que simplemente triunfe la verdad cultural sobre la propaganda estatista hace que resulte obvio que el mundo tendrá que adoptar la libertad y el libre mercado como requisito indispensable para la supervivencia y el florecimiento de la industrial, evolucionando de una sociedad de estatus a una sociedad de contrato.

¿Y por qué digo que el estatismo no funciona en una economía industrial? ¡Corrupción, propaganda, mentiras, uso arbitrario de la Ley, voracidad fiscal y codicia de poder son algunas de las principales características de los gobiernos actuales! Dominados por la cruel y peligrosa polarización social que los sucios políticos están sembrando, la semilla de odio ideológico se abre paso a machetazos, con la única intención de manipular a las masas en beneficio propio. ¿Les parece poco? ¿Y dónde están aquí los ideales? La rectitud que se supone a un líder democrático no es más que una farsa a merced del estatismo.

El ser humano precisa y requiere de incentivos y cuando el incentivo es el poder a toda costa, nos olvidamos de la función social y nos centramos en la función comercial y sus correspondientes objetivos para con el oficio de político; ¡el voto! Y como para todo en la vida hay “comerciales” que disfrutan vendiendo con pasión el producto que aman, o aquellos que son capaces de crear una necesidad al precio que sea y sin escrúpulos, pues este último tipo de comercial sin bandera es el que abunda hoy en día. La propaganda y la mentira definen los valores elementales de casi toda nuestra clase política. Y por ello, y para ello, es crucial que ganemos esta batalla cultural.

La primera obligación del Gobierno es proteger y servir a las personas, ¡por y para eso los contratamos! NO para dirigir nuestras vidas. Está claro que las mejores mentes no están en el Gobierno, y de abundar el sector privado se las robaría, y es que si estudiamos la historia y analizamos su crónica negra; el despotismo, la tiranía y la expropiación son el elemento común en todas las civilizaciones.

No podemos dejarnos engañar por la propaganda política y debemos exigir y recordar a los gobernantes que el poder reside en la soberanía popular y jamás en ellos. Y como es bien sabido, ellos interpretan que las elecciones son un trámite desacertado para poder pelearse y embaucar en el seno del parlamento en beneficio propio, de ahí la abundante cantidad de chiringuitos, ministerios y entidades que cada vez exigen y precisan más y más financiación convirtiendo el estatismo moderno post industrial en un nuevo modelo de feudalismo moderno que consiste en expropiar al sector privado para financiar un sector público parasitario con un tamaño absolutamente desproporcionado y una degeneración del gasto nunca antes vista.

En realidad, sabemos que toda intervención estatista distorsiona y debilita el mercado y lleva, si no la revierte, al socialismo, que es una calamidad. Y lo es porque no puede planificar una economía industrial debido a la falta de incentivo de los ya demonizados beneficios empresariales, y porque carece de un genuino sistema de precios y de derechos de propiedad sobre el capital, la vivienda y otros medios de producción.

En pocas palabras, ni el socialismo ni las varias formas intermedias de estatismo e intervencionismo pueden funcionar. En consecuencia, dado el compromiso general por la economía industrial, estas formas de estatismo deberán ser descartadas y reemplazadas por la libertad y el libre mercado. Si de mí dependiera, ¡de facto!

Como estamos viendo, los ruinosos efectos del estatismo están aquí, al alcance de la mano; trabajos y salarios precarios, falta de inversión de las empresas, excesiva regulación, gasto público inasumible e irresponsable, deuda pública en bancarrota, bancos centrales imprimiendo de manera descontrolada, y en consecuencia inflación y pérdida de poder adquisitivo de unos contribuyentes que cada vez tenemos menos libertades, más impuestos, salarios más precarios y en definitiva menos renta disponible. En lo único que hemos ganado es en crispación, odio ideológico y fanatismo político. Algo que, por cierto, les encanta por la Moncloa. Como dijo José Luis Rodríguez Zapatero; ¡nos viene bien!

Keynes, que hizo mucho daño a la libertad; trató de ridiculizar a los austríacos y sus advertencias respecto de que sus políticas inflacionarias serían ruinosas en el largo plazo; con su famosa frase célebre «en el largo plazo, todos estaremos muertos». Pues bien, ahora que Keynes está muerto y nosotros estamos vivos viviendo su largo plazo, queda claro que la irresponsabilidad de aplazar un problema es una posición demasiado egoísta para quien pretende construir un mundo mejor.

No nos dejemos engañar, el estatismo tiene un plan, ¡crear súbditos del Estado! Y para eso necesita miseria y dependencia. ¿Las consecuencias? Deuda, déficit, empobrecimiento, polarización, corrupción, impuestos, miseria y propaganda, muchos de nuestros millones en propaganda. Pero antes de comprar discursos «buenistas» que carecen de sentido común, debemos comprender que en la vida nadie regala nada a cambio de cero y es nuestra responsabilidad no mirar al adversario equivocado, que no es la lucha de clases, sino el estatismo. La aritmética es simple, cuanto más se regula e interviene, ¡más miseria!

Como decía mi querido Mr. Reagan, existe una gran diferencia entre aquellos que leen novelas distópicas sobre una sociedad ideal como lo es el capital de Marx y las realidades impuestas por aquellos que seducidos por el poder se quedan en la dictadura del proletariado. De eso, Stalin sabía mucho y por este motivo, la victoria en el camino de la libertad depende en exclusiva de ganar la batalla cultural para saber discernir entre el buenismo del que lee utopía y las graves consecuencias para el que entiende de realidades. A todos ellos, y no siendo la primera vez, les recuerdo que de frente me encontrarán. ¡España no se vende!

Gisela TurazziniBlackbird Bank Founder CEO.