Economía
¡Es el mercado, amigo!

Calviño se hunde, humillada por Podemos y obligada a pelear con la UE: ¿Por qué sigue en el Gobierno?

  • Eduardo Segovia
  • Corresponsal de banca y empresas. Doctor y Master en Información Económica. Pasó por El Confidencial y dirigió Bolsamanía. Autor de ‘De los Borbones a los Botines’.

Se supone que hay dos ministros serios en el circo que es este Gobierno de los Monteros, Garzones, Díaz, Belarras, Marlaskas, Icetas, Castells, etc: Nadia Calviño José Luis Escrivá. Se supone también que Pedro Sánchez los mantiene para hacer de contrapeso a los disparates de esa panda y para dar apariencia de seriedad en temas económicos, sobre todo a ojos de Bruselas. Más difícil de entender es que ellos dos se presten a ello: se supone, de nuevo, que será por el atractivo del poder o por garantizarse un futuro en organismos internacionales o en una puerta giratoria.

Pero todo tiene un límite. Y el del Ministerio de Economía hace tiempo que parece haber  sido superado, como indica la deriva imparable en que ha entrado con una constante salida de altos cargos (recientemente ha abandonado el barco ante de que se hunda su tercer responsable de comunicación). El despilfarro constante, la deuda pública en la estratosfera, los vergonzantes planes de reformas que no reforman nada, rescates como Plus Ultra o Duro Felguera, el timo de las ayudas a pymes y autónomos, las ocurrencias populistas del presidente… Demasiados sapos para algunos de estos cargos que todavía tienen dignidad profesional.

La ministra Ione Belarra anuncia que los promotores tendrán que destinar el 30% a vivienda social.

Pero no para doña Nadia, por lo que se ve. Ahí sigue, a pie firme, ascendida a vicepresidenta primera pero sin pinchar ni cortar en el Gobierno, disimulando como puede y tratando de justificar lo injustificable. Pero es que lo de esta semana ya ha sido el acabose.

Se supone -todo es un suponer con este Gobierno- que el Ministerio de Economía debe ser, junto al de Hacienda, el autor de los Presupuestos Generales del Estado. Pues bien, a Calviño se la excluyó (a María Jesús Montero también) de las reuniones  con Ione Belarra o con Yolanda Diaz -hay versiones contradictorias- en que Sánchez se rindió incondicionalmente al socio preferente que le mantiene en Moncloa, Podemos, y aceptó todas sus exigencias a cambio de su apoyo a las cuentas públicas. La principal, una Ley de Vivienda que pretende decir cuánto se puede cobrar de alquiler, penalizar fiscalmente las casas vacías, crujir a los inversores extranjeros y condicionar la promoción de obra nueva.

Humillación tras humillación

Hay que recordar que, antes de eso, Calviño había tenido que comulgar con la rueda de molino de la subida del Salario Mínimo, también exigida por Podemos y que ella sabe perfectamente que tiene muchos más efectos negativos que positivos.

Pero no contento con eso, el amado líder, de viaje con el Falcon en Eslovenia, obligó a la vicepresidenta a presidir el Consejo de Ministros del jueves en que se aprobaron los presupuestos con mayor despilfarro de la historia condicionados a la citada Ley que va mucho más allá de lo que un economista socialdemócrata puede aceptar. Es decir, te la cuelan a tus espaldas y encima tienes que plantearlo tú en la reunión del gabinete. No es de extrañar que fuera el consejo más breve de los últimos tiempos, menudo cabreo debía de tener doña Nadia.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

Pero es que las humillaciones no terminan ahí. Ahora le toca ir a Bruselas a defender el plan económico del Gobierno para los próximos cinco años. Un plan que va en dirección completamente opuesta a lo que nos pide Europa: en vez de recortar el déficit, lo disparamos todavía más; en vez de reformar las pensiones para hacerlas sostenibles, las indexamos al IPC; y ojo, en vez de liberalizar más el mercado laboral, Yolanda Díaz está empeñada en hacer una contrarreforma que nos lleve incluso a la situación anterior a la reforma de Rajoy. Y Sánchez, que necesita evitar que Podemos se hunda electoralmente, también está dispuesto a concedérselo. A ver cómo vende eso Calviño ante los célebres hombres de negro; van a tener gracia las caras que le ponen. Por no hablar de lo del alquiler, que seguro que le preguntan por ello.

¿Va a seguir la gallega soportando humillación tras humillación? ¿Qué premio le habrá prometido Sánchez para no que no le mande a hacer puñetas de una vez y se preste a hacer de Pedro Solbes? Ya saben, aquel ministro que mostró su radical oposición a la política de Zapatero con el incendiario gesto de negarse a aplaudir una intervención del entonces presidente en la tribuna del Congreso. Muy importante tiene que ser la recompensa para que ella se preste a arrastrar su buena reputación comunitaria -que tampoco es para tanto, por otro lado- por el fango de esta manera. Y recordemos que ya se quedó sin su gran aspiración, la presidencia del Eurogrupo.

Escrivá el equilibrista

Lo de Escrivá tampoco tiene mucha explicación, aunque la humillación no ha llegado (todavía) a estos extremos. En su caso, de hecho, está mucho más calmado desde la salida del Gobierno de su enemigo íntimo, Pablo Iglesias, con el que mantuvo sonoras enganchadas a cuenta del ingreso mínimo (por cierto, el gran fracaso de su departamento).

El ministro de Inclusión y Seguridad Social, José Luis Escrivá. (Foto: Europa Press)

El gran problema del ministro de Seguridad Social es tratar de hacer equilibrismos entre el discurso oficial de que las pensiones están garantizadas, que hay dinero de sobra y que se deben subir con el IPC y la cruda realidad (que es que nada de eso es cierto). Por eso, de vez en cuando no puede evitar que se le escape algún ramalazo diciendo que la generación del baby boom a lo mejor tiene que cobrar menos pensión o que va a haber que trabajar hasta los 75 años.

En su caso, tampoco se explica que un tipo que viene del servicio de estudios de BBVA y que ha presidido la Airef, es decir, que tiene prestigio de verdad, aguante a esta patulea en el Gobierno y no vuelva a la empresa privada, donde tendría sitio seguro y ganaría mucho más dinero.

Calviño (especialmente) y Escrivá, dos misterios sin resolver en el Gobierno. Será la famosa erótica del poder.