Deportes
Pillado de nuevo "captando" votos de manera dudosa

La última cena de Larrea

  • Francisco Rabadán
  • Redactor jefe de deportes. He tenido la oportunidad de cubrir dos Juegos Olímpicos, varios Mundiales de distintas disciplinas y algún que otro All-Star de la NBA con los Gasol. De Córdoba y sin acento.

La neutralidad en las elecciones a la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) se ha visto salpicada por un nuevo episodio deleznable. Si hace un par de semanas, Victoriano Sánchez Arminio presionó a Presidentes territoriales del Comité Técnico de Árbitros para que votasen en masa a Juan Luis Larrea, ahora es el parte de la Comisión Gestora de la RFEF –la que controla el día a día federativo durante los comicios– la que se ha manchado las manos cenando con el que fuese tesorero de Ángel María Villar durante 30 años.

En la mesa, no sólo se vislumbra únicamente la presencia de Larrea, sino que acuden y se entremezclan enemigos irreconciliables del pasado. Entre ellos está Luís Gil -anterior azote de alguno de los que compartían mesa y mantel junto a él- representando a la Liga de Fútbol Profesional, empleados federativos y 6 barones territoriales, entre otros. Dos objetivos sobre la mesa: intentar cargarse como sea las elecciones del 17 de mayo o a unas malas –si a su pesar se tienen que celebrar– atraer a unos asambleístas favorables a Rubiales cada vez más cansados por las constantes triquiñuelas de su contrincante en el proceso electoral.

Está mal visto que un candidato se reúna con la Junta Gestora, pero peor aún es esta perdida de neutralidad a escasas fechas de las elecciones aprovechando como excusa la celebración del Congreso del Fútbol Aficionado que, casualmente, se celebra en San Sebastián, feudo de Larrea. La neutralidad de Marcelino Maté, al sentarse en esa mesa, queda totalmente en entredicho y no deja más que evidente en lo que se ha convertido esta reunión del fútbol en el País Vasco: en un mercadillo de votos.

Según ha podido saber OKDIARIO a través de algunos asambleístas más proclives a Larrea, las llamadas por parte de su candidatura se producen constantemente con Manuel Llorente y Javier Clemente como principales interlocutores. Algunos se jactan al oír lo que le proponen y espetan: “Parece que no han aprendido nada de la Operación Soulé y de las escuchas que se hicieron públicas. Los mismos métodos que en los últimos 30 años. Estamos hartos”.

Quieren «cambiar» voluntades de voto, pero no creen que representen la modernización que se requiere en la actualidad. La Liga ya empieza a desmarcarse de Larrea y sus representantes comentan entre bambalinas que es un mal candidato, pero que hay que apoyarlo para permitir el desembarco de Tebas en el ente federativo.

Podría pensarse que esta situación puede poner en jaque el hipotético triunfo de Rubiales, pero todos los que apoyan al ex futbolista coinciden en que estos métodos están haciendo más fuertes sus convicciones acercándose aún más a los postulados del candidato del cambio, una coletilla que viene excelente al caso. En la candidatura del motrileño no hay dudas de que su triunfo se producirá por un gran margen, 90 contra 40.

En medio de todo este follón, Larrea apura sus opciones de victoria aunque sin saber muy bien qué hacer. Se debate entre retirarse o ir a una derrota segura ya que en sus mejores expectativas, no alcanza ni los 50 votos. La Liga ha puesto a su disposición los clubes y su músculo económico, pero con eso no basta. El ex tesorero utiliza los partidos de la Selección como contraprestación del voto y eso ha sentado muy mal entre los empleados.

La última ha sido la que han querido liar con el fútbol sala. Alguien propuso poner algún partido el 17 de mayo a fin de intentar aplazar nuevamente las elecciones. ¿Quién? Esa respuesta bien merece otro artículo, pero es de cajón: aquellos que apoyan al que va a perder.

Afortunadamente, en esta ocasión el CSD intermedió y estuvo a la altura, obligando a Javier Lozano a recular y dejar la fecha de las elecciones libres. Las elecciones serán el 17 de Mayo. Es un hecho inamovible. El fútbol español vive los últimos coletazos de un régimen que ha quedado demostrado, una vez más, como caduco.