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HAT-TRICK EN ECUADOR

Un Messi de leyenda mete a Argentina en el Mundial (1-3)

  • Francisco Rabadán
  • Redactor jefe de deportes. He tenido la oportunidad de cubrir dos Juegos Olímpicos, varios Mundiales de distintas disciplinas y algún que otro All-Star de la NBA con los Gasol. De Córdoba y sin acento.

Ante la duda, Messi siempre tiene las respuestas adecuadas. Argentina palidecía con un tempranero gol de Ibarra en el primer minuto de partido. Era el peor de los escenarios posibles. Remontar a más de 2.000 metros de altitud ante una Ecuador curiosamente hipermotivada y con la moral de la tropa por los suelos tras cosechar tres empates consecutivos. Pero Leo siempre aparece y calló a todos aquellos que dudan de él en su propia patria con un hat-trick que entra de lleno en su leyenda.

Messi se salió en Quito. Hizo lo que quiso, cuándo quiso y cómo quiso frente a unos ecuatorianos que lo tuvieron todo de cara y que tuvieron mal de altura. Ibarra y Ordóñez hicieron una jugada extraordinaria en el primer minuto combinando en varias paredes para que el primero definiese con la zurda cruzado ante Romero.

Argentina era un manojo de nervios, un equipo cadáver que no daba cuatro pases con criterio, pero allí estaba el único que podía arreglar la papeleta. Leo Messi observó y aprendió a encontrar las cosquillas a una defensa ecuatoriana netamente superior en lo físico, pero frágil como un castillo de naipes en la colocación. Habló con Di María para que fuese su socio y gracias a ello ambos encontraron el camino al Mundial a Rusia.

Una pared con el mediapunta del PSG tuvo como consecuencia a Messi sólo contra el portero Banguera. El jugador del Barcelona sacó el temple que le caracteriza para definir por debajo de las piernas del guardameta a su salida. Un tanto y una sangre fría sólo al alcance de los únicos. Era el principio de un recital.

Los nervios pasaron al lado ecuatoriano. El equipo no fluía en la salida de balón y en una imprecisión de los mediocentros el balón cayó en las botas de un Messi que pasaba por allí y que no perdonaba darle la vuelta a la tortilla. Esta vez, el portero salió con ambición de tapar portería y Leo sacó el cartabón para poner el balón al palo corto y en la escuadra el segundo de una albiceleste que no merecía ese resultado.

Dos chispazos de Messi bastaron a la mediocre Argentina para alcanzar el descanso y poder respirar. La cara de Leo era un poema viéndose rodeado de tanta incompetencia como Maradona en el Mundial de 1986.

Ecuador empezó a subirse a las barbas en la segunda mitad y, como no, cuando peor lo pasaban los bicampeones mundiales allí volvió a emerger Leo como un artista. En esta ocasión, sacó un toque sutil y bello de su registro ilimitado de recursos técnicos para vencer un nuevo cara a cara con Banguera. Messi se llevó el balón y el respeto de todos a casa. Hizo ese partido que los críticos reclamaban desde hacía años. Con él, nunca hay que dudar.