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ATLÉTICO DE MADRID VS BAYERN MÚNICH

Su majestad el Atlético

  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

De salida el Cholo Simeone y el Gurú Guardiola convertían el centro del campo en la calle José Abascal: un atasco perpetuo. Entre los cuatro centrocampistas del Atlético y los cinco del Bayern aquello parecía la fiesta de la espuma del Amnesia en Ibiza: petado de gente sudorosa y con ganas de marcha. El Bayern intentaba tocar al son de Vidal y Thiago, mientras que el Atlético presionaba con la felicidad de Triki en la fábrica de Oreo.

Una maniobra del renacido Torres fue el primer aviso del Atlético, pero el disparo del Niño fue suave como una toallita húmeda. Dominaba el Bayern, pero el Atlético era más vertical, más peligroso, más feroz. Las instrucciones de Simeone eran sencillas y efectivas: recuperar, salir rápido y disparar. El juego rojiblanco era como la fruta del Mercadona, con escasa maduración, pero tenía vértigo y alma a partes iguales.

Y al segundo aviso el Atlético golpeó al Bayern. Fue una jugada maravillosa, sublime, prodigiosa, superlativa, estratosférica de Saúl Ñíguez, un jugador de una dimensión descomunal. Recibió la pelota en línea de tres cuartos, condujo y fue driblando rivales con la soltura y plasticidad de un patinador sobre hielo. Saúl se plantó en el área y, lejos de precipitarse, metió un tiro con rosca (al estilo de los de Isco) que se coló junto al palo derecho de Neuer. Fue un pedazo de gol de un futbolista al que le llueven las novias y que, con Jorge Mendes como agente, tiene todas las papeletas para salir del Atlético este verano.

Guardiola ponía carita en el banquillo y tomaba un buchito de agua. El gol del Atlético no entraba en los planes del Gurú, pero los rojiblancos le estaban poniendo al partido los decibelios y el rock and roll necesarios para igualar el ruido ensordecedor del Calderón. El Bayern, no. El Bayern sólo tiene un plan y cuando el toque no funciona, el Bayern se desconecta y gripa, como un Ferrari que repostara zumo de naranja.

El Bayern aprieta pero no ahoga

La realidad es que el Atlético se estaba merendando a los muchachos de Pep. Bueno, era más bien merienda-cena. Guardiola, mientras, pensaba excusas: que si ellos son atletas, que si el césped estaba alto y no lo suficientemente verde, que si Baviera es un país chiquitito que está ahí arriba… Cosas de gurús. Un disparo de falta lateral de Douglas Costa paró el corazón de los aficionados atléticos, pero se estrelló contra el lateral de la red de Oblak.

El Bayern inclinaba el partido hacia el área rojiblanca, pero el Atlético se siente cómodo encerrado en su área, como un anacoreta en su refugio. De hecho, la ocasión más clara la tuvo Griezmann al filo de la media hora, pero llegó fundido al área de su velocísima carrera –el empujón de Javi Martínez también hizo lo suyo– y su disparo flojito lo sacó Neuer con el pie.

En la reanudación el Bayern metió una marcha más y al Atlético no le quedó más remedio que recular, como a Pedro Sánchez en la investidura. Un trallazo monumental de Alaba se estrelló contra el travesaño de Oblak cuando el 1-1 parecía inevitable. Era el 53 y dos minutos más tarde, Javi Martínez emergió entre camisetas rojiblancas para cabecear abajo, aunque ahí estaba el meta esloveno para atajar sobre la línea. El equipo de Guardiola, las cosas como son, empezaba a merecerse el empate.

Los jugadores del Bayern empezaron a parecer Gremlims recién mojados: no paraban de multiplicarse. El Atlético sufría y se encerraba, como un adolescente en el baño. El 1-0 valía oro, pero el segundo tiempo se le estaba haciendo larguísimo al equipo de un Cholo que pedía aliento al Calderón, que es como pedirle fuego a un pirómano: siempre tiene.

Un Atlético masoca: sufre y disfruta

También tuvo la suya Lewandowski, pero su buena maniobra ante Giménez la culminó con un disparo desviado. Lo del Bayern era ya un asedio y el Atlético padecía la tortura con estoicismo. Los de Simeone han elevado la defensa y el sufrimiento a la categoría de arte. Douglas dio otro aviso en el 70, pero su vaselina ante Oblak se fue arriba. Rondaba el gol la portería rojiblanca, pero una cosa es rondarlo y otra conseguirlo.

Un par de córners consecutivos dieron aire al Atlético. Luego Oblak se lucía ante un durísimo disparo de Arturo Vidal, un jugador tan ubicuo, tan efervescente y tan esforzado que parece diseñado genéticamente por Simeone. Ya estaban en el campo Müller y Ribèry, porque Guardiola estaba decidido a poner sobre el césped del Calderón a toda su artillería pesada.

Y en pleno vendaval del Bayern, tuvo el Atlético el segundo. En una contra comandada por Griezmann, la pelota llegó a Fernando Torres, que rompió a Alaba y tocó con el exterior. Su disparo tenía pinta de ser el 2-0, pero el poste derecho de Neuer lo evitó. En el rechace Koke disparó, pero su tiro flojo y colocado lo atrapó el portero del Bayern.

En el 84 Simeone hizo su primer cambio: metió a Thomas por un acalambrado Saúl. La paliza que llevaban encima los jugadores rojiblancos era momumental. El Cholo pedía al Calderón que no dejara de empujar a los suyos, que estaban a cuatro minutos de lograr la machada. Bueno, cuatro más los otros cuatro que dio Clattemburg de añadido. Y resistió el Atlético incluso al postrero cabezazo de Benatia que atrapó Oblak. Los rojiblancos culminaron la hombrada, ganaron al Bayern y sacaron medio billete para la final de Milán. Ahora les quedan 90 minutos en el Allianz Arena, que seguro que serán molto longos.