El conjunto inglés superó con claridad al Oporto (2-0)

El Liverpool anula al Oporto y pone un pie en semifinales

El Liverpool sumó una sólida victoria frente al Oporto que le sirve para encarrilar su pase a las semifinales de la Champions League. Keita y Firmino fueron los goleadores en un encuentro que sólo tuvo un color, el rojo del conjunto inglés.

Liverpool
Mané y Firmino celebran el gol del brasileño. (AFP)
Nacho Atanes
  • Nacho Atanes
  • Redactor de deportes y canterano de OKDIARIO. Desde 2016 cubriendo la información de tenis. También baloncesto, fútbol, ciclismo y otros contenidos.

Controlando la velocidad, de vértigo en la primera parte y en la segunda, ya con el partido y la eliminatoria encarriladas, de crucero. El Liverpool se impuso con autoridad al Oporto (2-0) en el duelo de ida de cuartos de final de la Champions League en un encuentro dominado de principio a fin en el marcador por el cuadro de Klopp, que sin necesidad de forzar pone un pie en semifinales sin necesidad de desgastarse con la mirada puesta en la lucha por la Premier League. Keita y Firmino fueron los goleadores de una gran función del vigente finalista y sin duda, candidato a campeón en este 2019.

Las alineaciones de ambos equipos dejaban claro el favoritismo del equipo de Jurgen Klopp, quien optaba por la versatilidad de James Milner en el lateral izquierdo y daba la alternativa a Fabinho y Keita, dos de los nuevos, en el medio. Arriba, el tridente matador formado por Salah, Firmino y Mané amenazaba a dos conocidos, uno viejo y otro futuro, de la afición del Oporto. Iker Casillas y Eder Militao lideraban un muro blanquiazul que debía ponerse a prueba en uno de los estadios por excelencia de la máxima competición continental.

Las opciones del Oporto pasaban por aguantar mínimo la primera hora, pero Anfield tenía preparados otros planes para los lusos. En el minuto 3 y con mucha suerte, Keita batía a Casillas antes de tener siquiera opción de argumentar que los reds merecían la victoria. El 1-0 espoleó al conjunto inglés, sabedor de su superioridad y alzado por una afición sobresaliente. Sólo se jugaba en una mitad de campo y los robos del centro del campo del Liverpool permitía un ataque tras otro ante un rival noqueado por el primer gol.

El Oporto sólo salía de forma medianamente efectiva en largo sobre Marega, un armario con cierta velocidad a tener en cuenta por aquellos grandes que buscan un punta suplente. Del resto del ataque, sin noticias en gran medida gracias a Virgil Van Dijk, un central interminable en altura y jerarquía, y que por si fuera poco cuenta también con la virtud de parecer aún mejor de lo que es, algo que se extiende a los defensores que campan a su alrededor y por desgracia para el contrario, también a los delanteros rivales, que se convencen del imposible de dañar con sólo atisbar la presencia del central holandés.

En el otro área, la tranquilidad mostrada por Van Dijk contrastaba con el sufrimiento de Eder Militao, un juguete en las manos de un Salah que le ganó la partida hasta chocando desde sus escasos 174 centímetros de altura. El futuro jugador del Real Madrid es un jugador portentoso y con unas cualidades de futuro que hacen ser optimista, pero en la primera mitad de Anfield se le vio impulsivo, desordenado y superado por, eso sí, uno de los mejores jugadores del mundo.

Algo absolutamente lógico para un chaval de 21 años en su primera gran noche de Champions, que continuaba con rasgos tenebrosos al llegar, irremediablemente, el segundo tanto del Liverpool, obra de Firmino tras cesión de Alexander-Arnold y que confirmó Mateu Lahoz a instancias del VAR. El colegiado español, por cierto, enseñaba un nivel de control y decisión muy alto que mantuvo con el paso de los minutos, aunque el choque tampoco requirió de su presencia en jugadas de demasiada tensión.

Descanso y conato de reacción

Volviendo al prisma global del partido, la primera sesión del Liverpool terminaba a los 45 minutos con la incertidumbre de si el Oporto iba a plantear más problemas al equipo local para que el choque, de todo unos cuartos de final de Champions dejara de ser un entrenamiento muy favorable para los de Klopp.

La salida de vestuarios pareció calcar la primera mitad. A los tres minutos, Mané, al que resulta complicado diferenciar de lejos del primer goleador, Naby Keita, batía a Casillas por tercera vez en la noche. Sin embargo, el ángel de la guarda del equipo de Conceiçao aparecía en forma de fuera de juego del senegalés, que se quedaba sin el premio del gol y devolvía involuntariamente el 2-0 al luminoso.

A raíz de este amago de K.O., el Oporto despertó mínimamente y adelantó líneas provocando dos errores absolutamente inhabituales de Van Dijk que, eso sí, no pasaron a mayores. Fabinho tomó el testigo de líder jerárquico que había dejado el ‘4’ y adelantó la línea de socorro del Liverpool hasta el mediocentro. A partir del brasileño comenzaba a tejer ataques Keita, otro de los destacados, hasta volver a colocar a la SFM de nuevo en la frontal.

El ritmo de partido había bajado indudablemente y el Liverpool pasaba a verticalizar los ataques con mucha más selección, como resultaba lógico teniendo en cuenta el resultado. El manejo era red, aunque sin demasiado peligro más allá de un disparo de Mané que podría haberse convertido en el tercer gol –legal– en el que Casillas no había tenido nada que hacer. El cancerbero madrileño era mero espectador de un partido en el que su parte de culpa era casi inexistente.

Marega tuvo una nueva ocasión fruto de su esfuerzo y un pase milimétrico de un Militao que mejoró con el paso de los minutos, pero su disparo se fue una vez más desviado. El Liverpool pensaba en el tercero, pero también en la Premier –el sábado se la juega con el Chelsea–, y Sturridge y Origi entraron en lugar de Mané y Firmino. Mateu le perdonó la expulsión en una entrada limítrofe a Salah mientras el Oporto tiraba de ímpetu en busca de un gol que le metiera de lleno en la eliminatoria.

La falta de puntería y, por qué no decirlo, de nivel en comparación con su rival traicionó a los lusos, que no tuvieron opción de recortar distancias y vieron como Keita a punto estaba de poner el tercero en una noche claramente roja y que acabó con un mínimo aliento de cara al partido de vuelta en el que el Oporto intentará la machada de anotar tres goles y sobre todo, de no recibir ninguno por parte del temido ataque del Liverpool.

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