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Su mejor clasificación

El día que Sainz voló en Montmeló

El pasado no importa, el futuro no existe: la Fórmula 1 sólo exige presente. Una demostración constante de perfección. Es la diferencia entre ser un ‘simple’ buen piloto, o un superclase; entre ser un corredor o un campeón. Carlos Sainz está en el segundo grupo, el del trabajo, la perfección, el talento. Un ganador. Sólo le falta una pequeña gran clave: tener un monoplaza competitivo. Pero eso es otra historia…

No lo tenía en 2015, pero las circunstancias y el talento se unieron para hacer centellear su nombre en cada recoveco del Circuit. Tocado por la varita, empujado por la afición, con la presión del que necesita reivindicarse en una Fórmula 1 que no le conocía, la inexperiencia en una atmósfera contaminada de ego, y con el elemento mediático del mini Senna holandés acaparando los focos, hizo su mejor vuelta un sábado.

Quizá haya alcanzado la perfección en sábado por otros circuitos, pero nunca salió tan delante, mirando de cerca a los Mercedes, Ferrari -el de Vettel- y el Williams de Bottas. Por delante de los Red Bull y, sobre todo, de su antagónico Max Verstappen. Quinto. Y acudiendo al refranero, no hay quinto malo.

Luego vendría una carrera marcada por una mala configuración de su Toro Rosso, peleando contra todos por no ser engullido, y alcanzando un noveno puesto más que meritorio. Fue, tal vez, el diminuto inicio de su leyenda. La actuación fue de una oreja: quizá este sábado también toque puerta grande. Algún otro, por ejemplo, no sale de la enfermería…