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Alcaraz claudica ante el enésimo recital de Djokovic en el Open de Australia

El murciano se impone en la primera manga, pero sucumbe en las tres siguientes

Un Djokovic sempiterno avanza a semifinales subido a lomos de su servicio

Claudica Alcaraz, palabras mayores, ante la evidencia y la Rod Laver, donde ha realizado un ejercicio de pundonor, queda rendida a los pies de Djokovic, que luce por la pista de Melbourne el puño en alto. El murciano, resignado, ha sido atropellado (6-4, 4-6, 3-6, 4-6) por el balcánico que le vuelve a negar una victoria sobre pista dura y arriba de nuevo en semifinales de su torneo. Tierra que no por conocida deja de conquistar.

El sempiterno Djokovic acostumbra a sus rivales a jugar varios partidos dentro de un mismo partido, más si se disputa en la Rod Laver, su coto privado de caza. En Australia encuentra la máxima expresión de su virtuosismo para colarse en la mente de su rival y paralizarla. Así lleva más de 20 años en el tenis en general y una década en Australia en particular. Su gesta se agranda por la dimensión del rival, el rey que viene.

Carlos Alcaraz es apeado en cuartos de final y se queda sin la posibilidad de convertirse en el tenista más joven de siempre en completar la corona de Grand Slams. Su cita con la historia debe esperar porque delante volvió a emerger un hombre destinado a no dejar de reinar. Australia asiste a una nueva obra de arte con raqueta. El partido transcurrió entre dos velocidades. La vertiginosa que proponía Alcaraz y la sosegada que ofrecía el veterano Djokovic, sabedor de que en el cuerpo a cuerpo tenía las de perder.

«Lo sabía», se le escucha bramar a Alcaraz cuando Djokovic saca a la ‘T’. El serbio castiga de manera perenne por más que su camino sea conocido. Es inmisericorde e inevitable, aunque el inicio de guion diga lo contrario. La puesta en escena de Alcaraz fue la que debía ser, por encima de aquel break en su servicio inaugural. Que lejos queda ya. Parece que han pasado horas desde ese momento, más de tres concretamente.

Alcaraz, todo pundonor

El juego del español es demasiado rápido, demasiado exuberante, demasiado arrollador; quiere el mariscal ralentizar y coger aliento, pero se impone la velocidad y él resiste como puede, a marchas forzadas, exigido al límite en cada punto. No encuentra tregua. Ya ha volado el primer parcial, que se lo apunta Alcaraz y hace como si no hubiera pasado nada.

La bola de Carlitos pesa un quintal y vuela como un misil. Djokovic sufre para armar el contragolpe cuando el saque no es terminal y el peloteo se extiende. El balcánico se asfixiaba con los intercambios largos y sólo encontraba oxígeno a través de su servicio. Fue su válvula de escape durante todo el partido. Especialmente cuando lo hacia con el segundo, milimetrado a la línea.

Una quiebra para la coraza de Carlitos que seguía manteniendo la sangre fría dejada tras dejada. Un truco que explota como nadie, sólo perdió un punto de todos sus intentos. Aunque para trucos los del mago Novak, aquellos que hace cuando más sufre sobre la pista. En ese momento pide tiempo, entra al vestuario y rejuvenece.

Un clásico que volvió a interpretar con maestría en Australia. Se presentó con más brío. Pasó del 40% al 89%de puntos ganados con el segundo servicio. Se apuntó así la segunda y tercera manga, subido a lomos de un saque que, sin ser catalogado como uno de los mejores sacadores del circuito, le permitió sobrevivir cuando mejor estaba Alcaraz y castigar cuando más asentado estaba.

En ese momento ya no había marcha atrás, Djokovic fue haciéndose inmenso y aplacó cualquier conato de reacción de Alcaraz. Su equilibrio fue el que le faltó al murciano, algo acelerado en las dos últimas mangas. No se pudo reenganchar, se lo negó el serbio que a sus casi 38 años se presenta en la antesala de otra final de Grand Slam. Hay cosas que nunca cambian.