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Estratos sociales

Sabes que eres de clase media-baja cuando haces a menudo estas 4 cosas en plena calle (casi nadie se da cuenta)

La clase media-baja en España está definida por los ingresos de los hogares y su capacidad de consumo, pero también por ciertos comportamientos en el día a día. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), este grupo incluye a quienes perciben entre el 75% y el 200% de la renta mediana nacional.

Aunque los números ofrecen un marco, los gestos cotidianos en espacios compartidos acaban siendo otra forma de identificación. Los expertos en sociología urbana destacan que los hábitos en plena calle son una vía directa para analizar la pertenencia a esta franja social. Lo que parece rutinario puede convertirse en una señal evidente del estrato social que se ocupa.

¿Cuáles son los 4 comportamientos típicos que la clase media-baja suele tener en la calle?

Los especialistas en convivencia urbana señalan que la clase media-baja muestra determinados patrones en espacios públicos. No son conductas aisladas, sino prácticas frecuentes que reflejan modos de vida. Entre ellas se han identificado cuatro con especial recurrencia.

1. Uso del móvil a volumen elevado

El primero de estos comportamientos es utilizar el teléfono móvil en transporte público o en la vía con el volumen al máximo. Escuchar música, vídeos o notas de voz sin auriculares interrumpe la tranquilidad de quienes comparten el espacio.

Este gesto transmite una idea de apropiación del entorno común sin tener en cuenta al resto. Investigadores del portal VegOut han descrito cómo esta práctica se asocia a la clase media-baja, al vincularse con una percepción más laxa de las normas de convivencia en espacios compartidos.

2. Consumir alimentos de olores intensos

Otra conducta observada es comer en lugares donde no resulta apropiado, como en el transporte público o en calles muy concurridas. En particular, los alimentos con olores fuertes, que permanecen en el ambiente, generan incomodidad.

No se trata sólo de una cuestión de higiene, sino de un reflejo del estilo de vida urbano de la clase media-baja. Al priorizar la rapidez o la necesidad de ahorrar tiempo y dinero, se opta por consumir alimentos en entornos que no están destinados para ello.

3. Vestimenta descuidada en espacios públicos

El descuido en la presentación personal también aparece como una constante. Ropa excesivamente informal o apariencia desaliñada en lugares de ocio, restauración o entornos profesionales se percibe como un rasgo de pertenencia a la clase media-baja.

Sociólogos señalan que este hábito responde a una búsqueda de funcionalidad antes que de imagen. La elección de prendas prácticas o de bajo coste marca la diferencia en espacios donde se espera cierta formalidad.

4. Falta de cuidado con los desechos

Finalmente, un comportamiento muy frecuente es dejar basura fuera de los lugares habilitados, como papeles en el suelo, colillas en la acera o restos en mesas de cafeterías. Aunque pueda parecer un gesto mínimo, su acumulación deteriora la percepción de civismo en las ciudades.

Este hábito refleja una relación con el espacio urbano marcada por la urgencia y la falta de recursos para acceder a entornos más regulados. De nuevo, los analistas lo vinculan con el perfil de la clase media-baja.

¿Cuál es la definición económica de la ‘clase media-baja’?

El criterio central para ubicar a los hogares en una clase social es el ingreso. La OCDE establece que:

En 2024, la renta mediana en España se situaba en torno a los 18.316 € brutos anuales. Eso significa que:

Aunque estos datos permiten clasificar económicamente, la vida cotidiana revela matices que no aparecen en las estadísticas. Los hábitos en espacios públicos ofrecen una perspectiva diferente y, a menudo, más reveladora.

Una lectura social de la convivencia urbana

El análisis de estas prácticas no busca emitir juicios, sino entender cómo las dinámicas económicas impactan en la vida pública. La clase media-baja, definida por sus ingresos, deja también huella en la forma de usar los espacios compartidos.

Cada uno de estos hábitos muestra la tensión entre la necesidad individual y la convivencia colectiva. Lo que para algunos es simple rutina, para otros se convierte en una señal clara de pertenencia social.