Por qué el pan siempre está en el fondo del supermercado: el motivo que tiene sentido
Seguro que alguna vez has entrado a un supermercado con la intención de comprar sólo una barra de pan y, sin saber cómo, has terminado saliendo con una bolsa llena de productos que ni siquiera tenías en mente. No eres el único. Lo que parece una simple coincidencia es, en realidad, el resultado de una estrategia muy bien elaborada. Hay decisiones en el diseño de los supermercados que no se toman al azar. Una de ellas, y quizá una de las más ingeniosas, es la ubicación del pan: ese producto que forma parte de la dieta diaria de millones de personas y que casi siempre está al final del recorrido.
Los supermercados, más allá de ser lugares donde simplemente se venden alimentos y productos básicos, funcionan como auténticos laboratorios de comportamiento humano. Y el pan, lejos de estar colocado al fondo por simple descuido, forma parte de un engranaje que busca algo muy concreto: que los clientes recorran el mayor espacio posible y, en ese trayecto, terminen comprando mucho más de lo que tenían pensado.
¿Por qué el pan está siempre al final del supermercado?
Cuando hablamos de supermercados, cada estantería, cada pasillo y cada cartel están cuidadosamente planificados para estimular al consumidor. Y aunque pueda parecerlo, el pan no se encuentra al fondo por capricho o porque haya más espacio. Todo responde a una estrategia conocida en el mundo del retail como «gestión del espacio», cuyo objetivo es maximizar las ventas mediante la optimización del recorrido del cliente.
Esta técnica busca obligar de forma sutil a los compradores a transitar por varias secciones antes de llegar a los productos más buscados. En el caso del pan, situarlo al final del supermercado hace que, para llegar a él, se atraviesen zonas con productos que no necesariamente estaban en la lista. Esto aumenta la probabilidad de que se realicen compras impulsivas.
El poder de las compras impulsivas
Hay estudios que demuestran que un alto porcentaje de las decisiones de compra se toman directamente en el establecimiento. De hecho, algunos análisis de comportamiento del consumidor apuntan que más del 60% de lo que se compra en el supermercado no estaba planeado previamente. Este dato es una mina de oro para los departamentos de marketing.
El hecho de colocar los productos de primera necesidad, como el pan, la leche o los huevos, en zonas alejadas de la entrada, responde directamente a esta lógica. Mientras más se prolongue el recorrido del cliente, mayor será la exposición a estímulos visuales como ofertas, nuevos productos, promociones 2×1 o artículos estacionalmente atractivos. Y cuanto mayor sea la exposición, más probabilidades hay de que terminen en el carrito.
Además, la ubicación del pan al final del supermercado también tiene una carga simbólica. Es un producto que genera una sensación de «misión cumplida» cuando se llega a él. Muchas personas lo dejan para el final de la lista o lo buscan como el último artículo necesario antes de ir a pagar. Este pequeño detalle psicológico refuerza la sensación de éxito en la compra, lo que paradójicamente puede empujar a los compradores a echar un último vistazo por otros pasillos «por si se me olvida algo».
Logística al servicio del marketing
Pero no todo es marketing y psicología. También hay una razón logística detrás de la ubicación del pan. Al ser un producto perecedero, necesita estar cerca de las zonas de carga o almacenamiento para facilitar su reposición. Los supermercados reponen el pan varias veces al día, y cuanto más cerca esté del área de almacenamiento, más eficiente es el proceso. Colocarlo al final del establecimiento, cerca de las entradas de mercancía, facilita que siempre esté fresco sin interrumpir el flujo de clientes.
Además, muchas panaderías dentro de supermercados hornean el pan en el propio local. Esto añade otra dimensión estratégica: el olor. Pocos estímulos son tan eficaces como el aroma del pan recién horneado para atraer a los consumidores. Incluso hay estudios que demuestran que el olor a pan fresco mejora su estado de ánimo, lo que los hace más proclives a comprar.
En definitiva, el pan no está al fondo del supermercado por casualidad. Su ubicación responde a una estrategia integral y meticulosamente planificada que combina marketing, psicología del consumidor, logística eficiente y un diseño inteligente del espacio. Es un ejemplo perfecto de cómo un detalle aparentemente simple y cotidiano puede tener un gran impacto en el comportamiento del consumidor y, por ende, en las ventas generales del establecimiento.
Así que, la próxima vez que vayas al supermercado sólo a por una barra de pan, ya sabrás que ese pequeño paseo por los pasillos tiene mucho más de ciencia que de rutina. Y aunque conozcas el truco, probablemente sigas cayendo en él… porque al final del día, el supermercado no sólo vende productos: diseña experiencias. Y el pan es una pieza clave de ese rompecabezas.
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