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Ni cada 10 ni cada 15 días: los expertos revelan cada cuanto tiempo hay que cambiar las sábanas y es definitivo

Cambiar las sábanas
Janire Manzanas
  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

Pocas cosas son tan agradables como el olor a sábanas recién lavadas, la sensación fresca del tejido sobre la piel y el confort que ofrece una cama bien hecha. Dormir bien no sólo tiene que ver con la postura o las horas de descanso, sino también con el entorno, y ahí es donde la higiene del dormitorio (especialmente de la ropa de cama) cobra una importancia fundamental. Sin embargo, a pesar de lo reconfortante que puede resultar dormir entre sábanas limpias, no todos tenemos claro con qué frecuencia se deben cambiar.

Mientras que algunas personas lo hacen una vez por semana, otras alargan este proceso durante varias semanas, por falta de tiempo o simplemente por desconocimiento. Lo cierto es que dormir cada noche sobre el mismo tejido acumula una gran cantidad de microorganismos, y los expertos coinciden en que hay una frecuencia óptima para evitar riesgos para la salud.

¿Por qué es tan importante cambiar las sábanas con regularidad?

Aunque no siempre lo veamos a simple vista, las sábanas acumulan mucho más que polvo. Durante las horas que pasamos durmiendo, nuestro cuerpo libera sudor, grasa, piel muerta, cabellos, restos de cosméticos y, en algunos casos, fluidos corporales. Además, si compartimos cama con con mascotas, estos residuos se multiplican. Todo este material orgánico se convierte en el entorno ideal para bacterias, ácaros y hongos.

Con el paso de los días, la ropa de cama se convierte en un caldo de cultivo silencioso. Esto no sólo puede generar malos olores o incomodidad, sino también derivar en problemas de salud como dermatitis, alergias, infecciones cutáneas o incluso respiratorias.  Además, numerosos estudios han demostrado que un entorno limpio y ordenado favorece el descanso.

¿Cuál es la frecuencia ideal para cambiar las sábanas?

La gran pregunta que muchos se hacen es: ¿cada cuánto tiempo deberíamos cambiar las sábanas? La respuesta más recomendada por los expertos es una vez por semana. Esta frecuencia se considera adecuada para mantener bajo control la acumulación de residuos y evitar la proliferación de microorganismos. Sin embargo, esta recomendación puede variar en función de varios factores personales y ambientales.

Durante los meses de verano, por ejemplo, conviene cambiar las sábanas cada cinco o seis días, especialmente si se suda mucho por la noche. El calor favorece la transpiración, lo que genera humedad en los tejidos y crea un ambiente propicio para el desarrollo de ácaros y bacterias.

En invierno, en cambio, y siempre que no haya una sudoración excesiva, puede espaciarse hasta cada diez días o incluso dos semanas. Eso sí, siempre teniendo en cuenta las particularidades de cada persona: si haces deporte a diario, si te duchas por la mañana en lugar de por la noche, si duermes desnudo, si tienes mascotas que suben a la cama, etc.

¿Y qué pasa con las fundas de almohada, colchas y edredones?

No sólo las sábanas necesitan una limpieza regular. Las fundas de almohada, al estar en contacto directo con el rostro y el cabello, deberían lavarse incluso dos veces por semana, sobre todo si se tienen problemas de piel, como acné o dermatitis. También es importante lavarlas con más frecuencia en caso de utilizar productos faciales antes de dormir.

Por otro lado, las colchas, mantas o edredones, aunque no tienen tanto contacto directo con la piel, acumulan polvo y ácaros con el tiempo. Por eso, los expertos aconsejan lavarlos cada uno o dos meses, dependiendo del uso. Si utilizas una funda nórdica, esta debería lavarse cada dos semanas, ya que es la capa que entra en contacto con el cuerpo.

Consejos prácticos

Más allá de la frecuencia con la que cambiamos las sábanas, existen pequeñas rutinas diarias que pueden ayudar a conservar la limpieza y frescura de la cama por más tiempo. Una de las recomendaciones más sencillas pero efectivas es airear la cama cada mañana antes de hacerla. Al dejar la ropa de cama sin cubrir durante unos minutos, se facilita la evaporación de la humedad acumulada durante la noche, lo que ayuda a prevenir la proliferación de bacterias y hongos que prosperan en ambientes húmedos.

Además, sacudir las sábanas cada día cuando las estiramos es otro gesto útil. Esto permite eliminar partículas de polvo, piel muerta y otros residuos que se van acumulando, evitando que se adhieran al tejido. Por otro lado, es recomendable no hacer la cama inmediatamente al levantarse, sino esperar unos 15 o 20 minutos para que el colchón y las sábanas puedan «respirar» y secar la humedad corporal.

Además de las rutinas diarias, es fundamental aspirar el colchón al menos una vez al mes resulta una práctica muy eficaz para eliminar ácaros, polvo y otras partículas microscópicas que, aunque no se ven, pueden acumularse y afectar la calidad del sueño y la salud respiratoria. Esta limpieza ayuda a prevenir alergias y problemas dermatológicos relacionados con la acumulación de estos microorganismos.

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