Juana de Portugal: la historia de la reina olvidada
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Considerada uno de los personajes más importantes de la historia de nuestro país, es indispensable saber quién era Juana de Portugal para comprender una época convulsa de la corona española, sobre la que quedan todo tipo de dudas que nunca serán resueltas.
Nacida el 20 de marzo de 1439 como hija de Eduardo, rey de Portugal, y Eleonora de Aragón, y fallecida el 21 de mayo de 1455, Juana estuvo casada con el rey Enrique IV de Castilla, siendo su segunda esposa tras no consumar su matrimonio con Blanca II de Navarra.
Quién fue Juana de Portugal
Lo curioso de esta figura fue su fascinante vida. Una mujer incomprendida para su época, hay quienes la consideran una figura ávida de poder, y otros una persona abandonada por su marido, a quien dio una hija también llamada Juana, pero que se la consideraba entre los corrillos de la rumorología como hija del Duque de Alburquerque, Don Beltrán de la Cueva, y que pasaría a la historia como La Beltraneja.
Rumores de infidelidad
Pero la pareja entre Juana de Portugal y Enrique IV de Castilla no fue más exitosa que la anterior para el monarca, y aunque fueron padres de su hija Juana el 21 de febrero de 1462, no pasó mucho tiempo hasta que comenzaron los rumores de que la niña era extramatrimonial.
Se sospechaba que Juana de Portugal tenía amoríos con Don Beltrán de la Cueva, primer duque de Alburquerque, y no pocos creían que efectivamente la niña era hija de éste y no del rey, por lo que todo el pueblo comenzó a denominarla Juana la Beltraneja, traumatizándola.
La polémica siempre fue la fiel compañera de ella. Con cada día que pasaba, los rumores sobre sus encuentros sexuales fuera de su matrimonio llevaron a los nobles a negociar su destierro con Enrique, que estuvo de acuerdo con tal de mantenerse en el poder.
Una vez más, ella trató de situar a su hija en el trono, pero la portuguesa había perdido mucho poder entre las esferas nobles y fue Isabel quien accedió al poder y se casó con Fernando de Aragón, que pasarían a la historia como los Reyes Católicos, mientras que Juana de Portugal moría en Madrid alejada de las áreas de gobierno.
Por supuesto, tanto Enrique IV de Castilla como Juana de Portugal insistieron en que Juana de Castilla era fruto de su relación oficial. Lamentablemente para ellos, parte de la nobleza no se fiaba de su palabra y apoyaba a Alfonso, hermano de Enrique, como sucesor.
Esto provocó un enfrentamiento entre quienes consideraban que Juana de Castilla debía ser quien siguiera la línea sucesoria de su padre, con quienes decían que ese puesto correspondía a su tío Alfonso, lo que derivó en la Guerra de Sucesión Castellana entre 1475 y 1479.
Enrique, que vio cómo su propio reinado peligraba, decidió entonces deshacerse de su segunda mujer y enviarla con el obispo Fonseca. Poco después, Juana de Portugal quedó embarazada de un sobrino del obispo, lo que catapultó para siempre las posibilidades reales de Juana de Castilla, su hija, al entender las mayorías que estaba probado que no era hija legítima del rey Enrique IV de Castilla.
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